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1217 24 Diciembre 2012

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Precipicio digital
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- El gobierno mexicano no ha logrado definir una política de utilización de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) en el sistema educativo. Después de inicios promisorios a fines de los años ochenta del siglo pasado, en la década de los noventa la SEP no se planteó siquiera la necesidad de una política nacional. A partir del año 2000 y hasta la fecha los tímidos pero costosos proyectos que se han intentado han sido un rotundo fracaso.

Estos veinte años de rezago en el aprovechamiento y uso de las TIC en el sistema educativo colocan a los alumnos mexicanos en gran desventaja frente al resto del mundo. Como sociedad este rezago incide de manera negativa en el proceso de asimilación de estas tecnologías y por ende en la cultura tecnológica. En términos económicos el impacto negativo es directo sobre la competitividad.

Las computadoras con las que se han equipado a los planteles llegan a veces como producto de la beneficencia pública o por la generosidad de las televisoras que premian con computadoras para las escuelas los goles que anotan algunos equipos de futbol profesional. De igual forma algunos gobiernos estatales han destinado recursos al efecto sin mayor ambición que poner computadoras en algunos salones.

Hasta la natural reticencia de los maestros a utilizar las TIC como recurso didáctico se ha superado por el peso de la necesidad y las facilidades que brindan estas tecnologías. Pero muy poco se ha hecho para incorporar las TIC en el proceso enseñanza-aprendizaje. En la educación básica no se ha ido más allá de emplear las TIC en “talleres” o como una desarticulada alfabetización informática. En la educación media superior la necesidad de que los estudiantes se familiaricen con las TIC aparece con mayor claridad, pero la respuesta no va más allá que la manipulación de algunos “paquetes” de software.

El dominio de las TIC en los segmentos más familiarizados con las mismas se mantiene en el nivel de utilización de la “paquetería”, la que desarrollan las empresas de software. Así, a la alta dependencia histórica de México respecto de las tecnologías de manufactura (también en la tecnología utilizada en el sector salud, en las industrias de proceso continuo, en la exploración del petróleo en aguas profundas, etcétera) que ha tenido que importar desde siempre, se suma ahora la dependencia en hardware y software informáticos. En algunos países, como por ejemplo España, se ha tomado la decisión de utilizar el “software libre”: aquel que no se comercializa vía la licencia de patentes sino que se puede emplear en forma gratuita a cambio de que cualquier mejora que se le haga también sea de acceso libre a través de la Red; esta estrategia se ha aplicado en las instituciones de educación superior y en algunos proyectos de la administración pública, con lo que se estimula el talento local a partir del software diseñado en otras latitudes.

Desde el año 2003 la Unesco había llamado la atención del “mundo en desarrollo” sobre la necesidad de impulsar con decisión, y en base a políticas nacionales, la utilización intensa y extensa de las TIC, en todos los ámbitos. El riesgo sobre el cual advertía la Unesco era de que se creara “una brecha digital” entre, por un lado, los países “avanzados” que han desarrollado las TIC y que las aprovechan al máximo, y por el otro, los países como México, con escasa o mínima capacidad científica y tecnológica propia.

Utilizando los términos del debate fiscal, en curso, en los Estados Unidos, podríamos decir que México está cayendo, ya no en una brecha, si no en un precipicio digital, científico y tecnológico.

 

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