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Reírse de uno mismo

Ricardo Martínez Espinosa

  • Vale la pena hacer mofa del patetismo humano
  • Una forma de reírse del enemigo, es reírse de la autoridad y de los ornamentos
  • La madurez de una sociedad se mide por la capacidad de burlarse de sí mismo

Los Simpson lo han vuelto a hacer. Un país latinoamericano ha mostrado su indignación ante el crudo sarcasmo de la famosa serie animada sumándose a Brasil y Venezuela. Los argentinos se encuentran ofendidos por las líneas donde el personaje Lenny (compañero de trabajo de Homero) dice que Estados Unidos debería ser un poco más como la Argentina de Perón, ya que él “cuando te desaparecía te desaparecía”, a lo que otro personaje responde “además que estuvo casado con Madonna”, en alusión a la película sobre Evita Perón que hiciera la popular cantante norteamericana.

Si algo ha hecho famosa a la serie de los Simpson, es su indiferencia a las críticas, especialmente aquellas que salen de sus fronteras, como los paseos al Reino Unido donde Homero derriba el carruaje de la reina, cuando van a Japón, Cuba, Australia o Brasil. El humor ha proliferado por encima de los ofendidos y ha pasado a formar parte no sólo de la cultura estadounidense, sino de muchos otros países. Si algo le podemos agradecer a la cultura de Estados Unidos es precisamente eso, que nos hayan enseñado a reírnos de los momentos bochornosos, que nos hayan mostrado el camino para que la ceremonia deje de ser motivo de veneraciones y para que comience a ser motivo de ridículo. Todas las acciones humanas tienen en cierta forma un poco de patetismo del que vale la pena hacer mofa. Es la parte más sensible del ser humano, pues pone en tela de juicio el orgullo del agredido, sea un individuo o un país entero. Ser ridiculizado por un diálogo entre dos personajes animados pintados de amarillo debe ser algo difícil de sortear.

La capacidad de reírse de la autoridad y de los ornamentos es una forma de derribar al enemigo. Resulta en una de las estrategias más baratas y más efectivas. Basta que después de un emotivo discurso por parte del padrino de la quinceañera, el borracho se ría estruendosamente a media pista para que la atención del público se difumine en carcajadas. Es una de las armas que la sociedad puede y debe utilizar para igualar a los políticos y personajes de la farándula que intentan posicionarse moralmente por encima de nosotros.

Estrategia todavía más efectiva es aprender a reírse de uno mismo, nuevamente como individuo o como comunidad/país. Imaginemos este nuevo capítulo de la serie de los Simpson: Homero llega a la capital y se encuentra a los perredistas en una marcha, o a algunos católicos de rodillas llegando a la catedral. Que tal si abre el grifo, bebe agua y se enferma de una peligrosa infección intestinal. O descubre que en su hotel se le han metido los botones a robarle la cámara. Sucesos que a cualquier turista le parecerían extraños, risibles y ridículos, pero que para nosotros (en algunos de estos ejemplos) son ceremoniosos y dignos de todo el respeto. Ya estaríamos viendo a miles de comentaristas indignados envolviéndose en la bandera mexicana, exigiendo el cese de la serie. Hoy nos causa risa ver a Hugo Chávez prohibir la caricatura por haberse burlado de su país, pero creo que no nos causaría tanta gracia cuando la broma recaiga contra los mexicanos ¿Qué si vemos un capítulo de Lisa exigiendo que en México se respeten los derechos humanos de los indígenas? Nos hará gracia o no, buena pregunta. Casi puedo adivinar que no, pero repito que ése es precisamente uno de los mejores elementos de la cultura estadounidense. Ellos pueden ir y venir libremente, burlarse de quien quieran sin que esto implique una ofensa a las buenas costumbres y menos aún la censura de un programa televisivo.

Me gustaría terminar diciendo que la madurez de una sociedad se mide exactamente por su capacidad de reírse de sí mismo. Lastimosa imagen causan las naciones latinoamericanas al censurar una caricatura que hace eso, burlarse. Ridícula situación que causa más risa y más pena. Por ahí no va la cosa. El respeto se construye, no se exige.

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