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11 de marzo de 2010
15diario.com  


 

TRANSICIONES

“No vuelvo a votar”                                                           

 Víctor Alejandro Espinoza

Así me lo espetó un amigo; miembro de la clase media ilustrada tijuanense, abogado, lector sistemático de prensa escrita, profesionista informado sobre los asuntos públicos locales y nacionales: el perfil del ciudadano participativo, exigente con sus gobernantes pero también comprometido con su comunidad. Hace una semana ese ilustre profesionista se unió a la legión de quienes hartos de la clase política mexicana deciden dejar de participar electoralmente. En mucho ese es el tipo de ciudadanos inconformes que han abultado las cifras del abstencionismo en entidades como Baja California, primer lugar nacional de baja participación en las elecciones intermedias de 2009.

            El motivo del coraje de mi amigo, el nuevo abstencionista, fue el escándalo de la firma del contrato entre el PRI y el PAN cuyo objeto fue evitar las alianzas para derrotar al PRI en el Estado de México a cambio de aprobar el paquete fiscal presidencial en el Congreso. Y me dijo: “El colmo fue ir más allá del acuerdo verbal y tener  la desfachatez de un contrato con todas las de la ley”. “A todos nos quieren ver la cara”; “esto es un cochinero”.

            Si la confianza de los ciudadanos en la clase política era muy endeble, el escándalo y sobre todo la percepción generalizada de que los líderes de los partidos políticos sistemáticamente mienten para imponer sus intereses, ha venido a agravar la percepción negativa de la vida pública mexicana. Eso es sumamente grave; para la población en general, discernir en torno a las responsabilidades de los diferentes actores: partidos políticos, líderes, diputados, senadores etc., resulta sumamente complicado: en ese mundo, para la sociedad en general, todo es corrupción e intereses partidistas. El poder como negocio y no como espacio de negociación política para la consolidación democrática.

            Los acuerdos políticos son una constante en todo régimen democrático. Los pactos son legales y legítimos; en México “acordar” es sinónimo de “transar”. Pero los avances en la materia se derrumban cuando se descubre y corrobora que efectivamente hubo una transacción donde el más afectado sería el consumidor. Los pactos y los acuerdos deben ser legítimos; no pueden estar basados en la afectación de los ciudadanos. En el ámbito de las alianzas, los pactos deben partir de las coincidencias ideológicas y de los proyectos coincidentes. Cuando se convierten en actos pragmáticos y se suscriben entre fuerzas antagónicas con el único fin de derrotar al adversario agravian a la ciudadanía…y a la inteligencia.

            De ninguna manera sostengo que la democracia puede prescindir de los partidos políticos, tampoco de los políticos profesionales; pero urge que los partidos mexicanos entiendan que la transformación de la vida política nacional pasa por la renovación y democratización de los mismos institutos políticos. No pueden seguir actuando al margen de los intereses de la ciudadanía; seguir por el mismo rumbo agravará las distancias y la imagen negativa de la vida pública nacional; ello atenta contra el proceso de consolidación de nuestra débil democracia. Pero en este país, la única apuesta de la clase política es por el olvido; como lo refiere Carlos Monsiváis (El Universal, 7 de marzo): “No es un simple incidente de convenios que fallan, es la burla rotunda (…) del sistema electoral en su conjunto, de la ciudadanía (que alguna debe haber), y del uso del idioma. Una vez más se recurre al gran protector de la política, al justificador del PRI y del PAN, el olvido, ese disolvente de las trampas, las traiciones, los enredijos verbales y la arrogancia que una vez que habla da por concluido el tema. Lo que resulta conmovedor es la posición candorosa de la clase política, liderazgo del PRD incluido, convencida de un hecho: la política sólo ocurre entre los directamente interesados, los medios informativos, la clase empresarial y los historiadores. De acuerdo a esta tesis no hay sociedad, la ciudadanía sigue tardando en nacer y las mentiras, los errores y las agresiones al patrimonio nacional no importan porque el olvido protege a los responsables (…) La política, según sus monopolistas, es aquello que sólo ocurre a la hora de ejercer el poder, y si los empoderados en algún nivel, la ciudadanía postergada, intentan ejercerla lo más probable es que se les diga que vuelvan la semana próxima, cuando los poderosos hayan firmado el siguiente acuerdo”.

 

Investigador de El Colegio de la Frontera  Norte. Correo electrónico: victorae@colef.mx

 

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