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22 de marzo de 2010
15diario.com  


 

Con trabajo precario no hay país

Lylia Palacios

La reciente presentación de la llamada “iniciativa Lozano”, concreta la demanda empresarial de modificar regresivamente la ley federal del trabajo. Vienen presionando desde mediados de los ochentas, para “actualizar y modernizar” dicha ley, cargada, según ellos, de trabas y candados que les impide el uso “competitivo” de la fuerza de trabajo.  La llamada “iniciativa Lozano” supera con creces las barbaridades que ya contenía la “Ley Abascal” del 2000, pero las bases son las mismas, es decir, que  el “problema” de la falta de empleos y competitividad-país son los supuestos privilegios laborales que contiene la Ley Federal del Trabajo (LFT).

O sea que no se ha entendido nada, ni Calderón ni el susodicho que puso en la secretaría del trabajo. La iniciativa que es obscenamente proempresarial, pretende legalizar que se siga abaratando más la fuerza de trabajo, desarticulando toda posibilidad de organización sindical democrática, volviendo imposible el derecho de huelga, vulnerando más a los asalariados con contratos temporales, escatimando prestaciones, ampliando las facultades para despedir, pagando por hora, subcontratando, etcétera. Estas propuestas sólo perpetuarán la inestabilidad, precariedad y  la vulnerabilidad de los trabajadores que hoy nos sabemos solos frente al patrón, sea público o privado, se comportan igual. 

Aunque sazonada con algunas aparentes medidas progresistas, la esencia de la contrarreforma es legalizar la unilateralidad empresarial en la dirección de la relación laboral, relación que por definición es social, y por tanto debe ser bilateral. Las posibilidades de revertir el declive de la productividad de la economía mexicana, no están en aprobar esta iniciativa que nos regresa a los albores del capitalismo cuando se carecía de todo derecho laboral y social. Aunque en el siglo XIX aparecieron las mutualidades y cooperativas obreras, hoy, cuando la gran mayoría somos asalariados y el trabajo es central para nuestra sobrevivencia, el tema, pareciera estar démodé; a todos nos afecta pero no hacemos nada, ni hablarlo siquiera. ¿Se han preguntado por qué?

La historia es clara, los llamados “años dorados” del capitalismo (1945-1975), no fueron sólo por el triunfo de la gran industria con la producción en masa y el consumo en masa,  fue también un resultado político, fue el tiempo de un elemental equilibrio entre el capital y el trabajo gracias al contrapeso que representaban los grandes sindicatos y la presencia de un estado social. Obviamente esta situación terminó por afectar la rentabilidad del capital. ¡Claro!, ¿quién dijo que el capitalismo es un sistema que puede llegar a ser justo por sí mismo. Pero estamos en él y como no tiene ningún sentido predicar que “entre más peor mejor” (de eso se está encargando el propio sistema), habría que buscar paliar los desastres de este “gobierno del empleo”. Éste y los empresarios que se presumen modernos y globales, bien pueden informarse, viajar, asesorarse, etc., de las ventajas que en otras economías ya está dando la revaloración del diálogo social, de la búsqueda de soluciones bilaterales (entre empresarios y trabajadores) para encontrar los contrapesos justos entre la flexibilidad productiva y laboral, la protección de los derechos laborales y la productividad. ¿Quieren ser competitivos?, pues les doy la mala noticia de que están errando la definición del problema y por tanto de su pretendida solución. Quisiera decir “allá ellos”, pero el quid de la cuestión es que nos llevan a todos entre sus patas.

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