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23 de abril de 2010
15diario.com  


 

Un privilegio inmerecido

Tomás Corona

 

El dinero lo ganan todos aquellos que con paciencia y fina observación van detrás de los que lo pierden

Benito Pérez Galdós 

 

 

 

No diré nombres ni señalaré a nadie, no por cobardía o temor, si lo hago, estoy plenamente convencido de que tendría serios problemas legales y existenciales. Ellos “me cortarían irremediablemente la cabeza”, me cesarían ipsofacto de mi trabajo, esfumarían mis derechos humanos, inmolarían mi intimidad familiar (la familia es el último nicho inmaculado que nos queda, cuidémosla mucho), harían de mí el blanco de su poder, de sus burlas, “se comerían mi hígado crudo”, me encerrarían en la cárcel, me desaparecerían… Precaución ante todo. ¿Para qué exponerse? No vale la pena, además, seguramente usted conoce a alguno, ya lo verá…

 

Son el prototipo del “gandallismo”, “ladronzuelos de poca (o de mucha) monta”, una rara cruza de sanguijuelas y zánganos, oportunistas y abusivos a más no poder, maman sin empacho de la ubre hacendaria, sangran sin recato alguno el erario público, seres amorfos, típicos en sociedades como la nuestra, tan perdida y descompuesta. ¿Ya adivinó a quienes me refiero? A los funcionarios que “trabajan” en dos empleos diferentes, ocupando dos cargos o desempeñando dos puestos distintos, en el mismo horario y percibiendo, obviamente dos jugosos, atractivos, espléndidos, suculentos, abultados, pero inmerecidos sueldos.

 

Cabe señalar que esta “dupla horario-sueldo” atañe por igual a hombres y mujeres, por aquello de la equidad de género tan en boga en nuestros infaustos días, es decir, la estafa y la corrupción carecen de sexo y usted puede ver a éstas honrosas damitas o a éstos circunspectos caballeros robarse sin descaro un buen gajo de nuestros injustamente rebajados impuestos.

 

Una clasificación aleatoria de estos pésimos ciudadanos (pésimos porque su proceder cívico y ético es bastante cuestionable y ambiguo, ¡Y pensar que son “modelos de virtud” para amplios sectores de nuestra ingenua e ingente población!) es la siguiente: Las variantes o modelos atípicos, para nuestra fortuna, no son abundantes, entre los empleaduchos con aspiraciones de funcionarios (y créame, muchos de ellos logran serlo), existe el clásico negociante, (aunque es más común en el erróneamente llamado “sexo débil” y debiera decir, “la clásica negociante”) que utiliza el contexto donde labora para vender y revender toda clase de artefactos y chucherías: lámparas, ropa, fuentes ornamentales, productos para la belleza, vasijas, accesorios de moda, adornos de mesa, bisutería fina, teléfonos celulares, comida, entre muchos otros productos que día con día vemos atravesar ante nuestros ojos como en un desfile surrealista; obteniendo también un jugoso sobresueldo en su mismo horario de trabajo. Empresas, sindicatos, instituciones públicas y privadas, (pero sobre todo en las escuelas) nadie escapa al embrujo de la venalidad. Estos personajes son, descarnadamente hablando, hombres y mujeres que abusan del poder que les confiere el jefe, encargado, directivo o responsable del lugar donde “trabajan” para agenciarse “unos buenos pesos” en detrimento de la calidad del servicio que presta la institución, independientemente del ramo a que se dedique, ¿Tiene usted idea de cuantas horas laborales se desperdician en la compra-venta de estos artículos chatarra? ¡Y ni siquiera pagan impuestos!

 

Otro caso abundante es el de aquellos y aquellas que laboran en dos instituciones educativas, de gobierno, o de otra índole, en forma simultánea, en el mismo horario, en dos espacios diferentes y, lógicamente, con dos sueldazos, ¿Son seres extraterrenales que poseen el don de la ubicuidad? No, es otro abuso de poder, de su propio poder que usan como les conviene.  

Por lo general son jefes de sí mismos, ocupan un puesto en la gigantesca estructura gubernamental, casi siempre en los mandos intermedios donde aparentemente no se ven y disponen de un tiempo que no deben para acudir a otro trabajo en el mismo plano temporal. Sus jefes inmediatos, siempre “ocupados”, ni siquiera se percatan de ello o se hacen de “la vista gorda” porque “cojean de la misma pata”. Es común que la gente que los rodea y les sirve ciegamente: secretarias, asistentes, coordinadores, solape su ausencia y les “cubra las espaldas” con pretextos como: “Está en una reunión muy importante”; “Anda en un evento”; “Salió fuera de la ciudad”; “Regresa hasta en la tarde”; “No se encuentra, le mandaron llamar con urgencia”.  Resultado: una clara desviación de recursos, de los pocos recursos que tenemos. ¿Tenemos? 

 

Hay una especie de “artistas fracasados” que también forma parte de esta sin par colección. Ellos utilizan los recursos materiales (lápices, plumas, papel, tinta, computadora, Internet, teléfono, copiadora, mobiliario, etc.) de las instituciones donde laboran para realizar proyectos personales: escritores, diseñadores, investigadores (de los poquísimos investigadores profesionales que hay en Nuevo León), publicistas, periodistas (de los poquísimos periodistas serios que hay en Nuevo León). Gozando de un cabal libertinaje, además de malversar recursos, se dan el gusto de faltar a la “chamba” cuando se les pega la gana y como el permiso es “interno” nadie se percata de ello, pero, indiscutiblemente esto constituye otro robo a la nación. Y nadie dice nada, nadie reclama, por la cultura del importamadrismo y la corrupción crónica que subyacen a la forma de ser de la mayoría de los mexicanos. Si conoce algún caso, denúncielo, como decía aquel “slogan” publicitario: “Llámelo como lo que es, ¡ladrón!”, la patria se lo agradecerá.

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