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23 de abril de 2010
15diario.com  


 

Mataron a la licenciada (cuento político)

Miguel Treviño Rábago

ESA MAÑANA se despertó con muchas ganas de tomarse una taza de café americano. De ese que traen "del otro lado" o sea de Laredo ó Mc Allen, Texas. Se enderezó y se sentó en la orilla de la cama y se quedó pensando que era un día más que Dios le concedía vivir.

 

SU CARRERA de abogada había transcurrido entre pleitos, litigios, escándalos, alborotos, acusaciones y hasta agresiones a balazos. Efectivamente, esa mañana recordó súbitamente, que ya cuatro veces habían intentado asesinarla. De todos se había salvado. La gente decía que como los gatos, tenía siete vidas. El problema era que muchos de sus clientes eran gente de la llamada "pesada" como se identificaba a varios delincuentes de renombre público. Unos ya andaban en la calle, libres, y otros esperaban y confiaban en que la licenciada "les arreglara el baile". La gente decía "esa vieja es bien entrona, no le tiene miedo a nadie".

 

EL CASO es que se había ganado la amistad y admiración popular y la enemistad de políticos, policías, jueces, delincuentes y por supuesto de otros abogados envidiosos de su fama y sus habilidades como litigante. Los periodistas la seguían a todas partes porque siempre daba nota y los trataba con respeto. Muy inteligente la licenciada, sabía que cada "negocio" jurídico que ganaba se convertía en un imán para atraer más clientes a su despacho. Y es que el abogado vive de eso: utilizar los recursos de la ley para favorecer hasta donde sea posible a su cliente sin violentar principios fundamentales de la ética profesional.

 

ESA MAÑANA, llamó a una de sus trabajadoras domésticas y le pidió una taza de café bien caliente y cargado. La joven le dijo sí al momento y le comentó que ya quedaba poquito café americano. Sonriente la licenciada, le contestó que al rato saldría a comprar un bote del que a ella le gustaba. Se levantó y escogió del closet ropa sport, cómoda, pensando en que iba a un mercadito cercano. Además necesitaba unos paquetes de cigarros y unas botellas de whisky que a ella le gustaba disfrutar cuando era mucho el estrés de su trabajo. Se asomó por la ventana de su recámara y vio a dos de sus escoltas platicando junto a una de sus camionetas, mientas la otra la lavaba otro empleado. Cuando le trajeron su café, preguntó por su hija y en ese momento apareció la joven sonriente en la puerta de su dormitorio.

 

- ¿CÓMO AMANECISTE, hijita? preguntó la licenciada, mientras extendía sus brazos para abrazarla y darle un beso y los buenos días. La "niña" como le decía su mamá se sorprendió de verla de tan buen ánimo y su corazón se alegró. A pesar de los momentos difíciles y los tragos amargos de su profesión, la licenciada, siempre tenía una palabra amable para todos los que la rodeaban. Aún para sus enemigos y adversarios, tenía palabras de aliento y respeto. Solía decir que "lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc". Dentro y fuera de los tribunales, la cortesía era su divisa. Pero además, pocas veces perdía la compostura. Sabía que en esos menesteres "el que se enoja, pierde".

 

SU FAMA era nacional porque demostraba amor a su profesión y amplio conocimiento de las avenidas de la ley, sus callecitas estrechas, sus callejones oscuros y hasta sus atajos legales y legaloides para jugar en las canchas pantanosas de la delincuencia con corbata y sin ella. Su cualidad era que podía colocarse en el nivel de su rival sin que eso la incomodara. Era su trabajo y lo disfrutaba. Era su negocio y lo atendía. Por algo todos la trataban con deferencia, pues se había ganado a pulso el título de "la licenciada" con todas sus letras.

 

TENÍA LA abogada la habilidad de sacar dinero de los que lo tenían a montones, para ayudar por otro lado a mucha gente humilde que la buscaba porque sabían que no se hacía del rogar para defenderlos de tipos y tipas abusivos y apoyarlos hasta económicamente. Así, ricos y pobres, encontraban en ella apoyo y comprensión. Era obvio que no era monedita de oro, para caerles bien a todos, como dice la popular canción, pero cuando se requerían sus servicios, no era de las que le sacaba la vuelta o ponía los clásicos "peros". Su cliente era el importante, sin importar quién fuera el contrincante.

 

SU ÚLTIMO caso, era la defensa de un joven ingenuo, engatusado por una –pseudo-astróloga de televisión, cuya empresa se lanzó con todos sus noticieros para inculpar al "enamorado" de un crimen que evidentemente no cometió solo, sino que contó con la ayuda de la hija resentida que vengó así "el gane" que le hizo la mamá con el inmaduro chamaco. Así, las aventuras íntimas irresponsables de madre e hija, se conjugaron para hundir al galán al que le endilgaron la muerte de dos inocentes niños. La licenciada lo descifró y supo que la culpa en el asesinato era compartida entre novio y novia y que los dos debían ir directo a la cárcel por muchos años.

 

A MEDIA mañana la abogada invitó a su hija que la acompañara al famoso mercadito junto al río que siempre estaba repleto de gente comprando mercancías de contrabando. Pidió que le avisaran a sus escoltas que saldrían de compras, y éstos alistaron las camionetas. En el trayecto, madre e hija platicaron acerca de todo y de nada. Las camionetas avanzaban una tras otra entre el tráfico, siempre pendientes de los movimientos de otros autos. Todo parecía normal y nada indicaba que algo estuviera fuera de lugar. Las camionetas entraron al estacionamiento y se detuvieron una junto a otra.

 

LA LICENCIADA y su hija descendieron y se internaron en uno de los tantos pasillos del mercadito. Varias personas las saludaron y el encargado del puesto les dio la bienvenida. Era pleno mediodía. Sin embargo la abogada se percató que los escoltas no estaban con ellas y los buscó con la vista en varias direcciones. No, no estaban. Sintió algo en el estómago, pero abrió su bolsa para sacar el celular y llamarlos. Antes, pidió una lata de café americano. No recibió respuesta en su teléfono, cuando de reojo, notó que tres hombres se aproximaron rápidamente en su dirección con armas largas en las manos.

 

CON TERROR vio cómo rápidamente la encañonaron y alcanzó a ver el fuego que vomitaban en su contra. Todo fue fríamente calculado por sus ejecutores que todavía hoy gozan de la vida, al menos es de suponerse. La abogada sintió la entrada dolorosa de las balas de alto calibre y cayó muerta a plena luz del día, en uno de los lugares más concurridos y conocidos de Monterrey. La habían asesinado frente a su hija y en medio de cientos de personas. Una ejecución alcaponesca para vengar tal vez un caso perdido o para evitar el ingreso a la cárcel de un asesino o una asesina potencial, cuyas carcajadas se escuchan todavía en todo el país y el extranjero.

 

¿CUÁLES SON los intereses que con las armas en la mano se protegen? Muchos los comentan, pocos los aseguran. Pero el asesinato de la licenciada conmovió al país. Con sus virtudes y defectos, sus luces y sombras, la mujer abogada sagaz, no merecía ser ejecutada de esa forma tan vil. Pero sabemos que sus ejecutores intelectuales, no vivirán en paz porque la licenciada los perseguirá en conciencia hasta el último de sus días. La pesadilla será tan brutal que habrán de llorar cada noche al ver su cara sonriente saboreando una taza de café humeante y luego ver su cuerpo tendido ensangrentado en el mercadito que está junto al río.

 

www.lanuevarepublica.org, trabago49@hotmail.com, elobservadorplitico@hotmail.com

 

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