526 28 de abril de 2010 |
Un cuento de Abraham Nuncio Eligio Coronado
La ambiguedad es un recurso ideal para construir textos que permiten varias lecturas. Su extensión depende de los objetivos del autor y de su capacidad para mantenerse dentro de esos límites.
En su cuento “Era de madrugada” (incluido en su libro Regia*), Abraham Nuncio nos presenta a una pandilla de humanos que se comportan como perros, ¿o serán perros que se comportan como humanos?
El lenguaje apropiado le da contundencia a este montaje o traslape de realidades. “Rugidos”, “pelambre del lomo erizada”, “gañido”, “le hincaba los colmillos en orejas y cuello”, “le olieron el sexo”, “hocico”, “tarascada”, “intentó montarla”, “hijares”, “le gruñó”, “quiso desollarlo”, “lo revolcó”, “hembra”, “pareja peluda”, “Pegados como quedaron”, “belfos” y “aullidos” son los vocablos y expresiones que tejen esta apariencia.
Porque es pura apariencia, ¿verdad? Cierto es que las pandillas poseen un mecanismo de animalización instantánea que afecta a todos los integrantes, pero éstos siguen siendo humanos, al menos en apariencia. ¿Y qué nos indica que esta pandilla no es en realidad una jauría? Los vocablos y expresiones que apuntalan esta posibilidad son: “el importe de la cuenta”, “descuentos y préstamos”, “abonos y compensaciones”, “del Victoria” (bar), “en fila india”, “habían bebido”, “fumado en exceso”, “cubrir el consumo”, “A falta de otro abrigo”, “escupitajo”, “falda tan ajustada”, “tanga”, “la abrazó” y “nostalgia”.
La combinación de estos dos tratamientos consigue el objetivo de volver memorable a este cuento. De otro modo sería sólo la relación de hechos de una noche cualquiera en la que una pandilla sale de la cantina y se encuentra con otra banda; los jefes de ambas (El Capitán y El Cuchillo) se enfrentan, gana El Capitán y el otro se retira con su gente; luego se topan con una hembra y El Capitán trata de conquistarla por la fuerza; su subalterno (El Melenas) se la disputa y gana; éste y la hembra se van por allí a consumar sus deseos, seguidos de los otros; entran a un callejón, pero les arrojan una tina de agua y los cinco salen corriendo; El capitán muere atropellado en una avenida y sus compañeros le dedican unos aullidos.
Esta simple enumeración hubiera producido un cuento simple, pero Abraham Nuncio (Texcoco, Edomex, 1941) decidió proporcionarle otra dimensión con un toque de ambigűedad. Ahora tal vez nunca sepamos cuál es la verdadera naturaleza de estos personajes, pero es mejor hacer un cuento memorable que uno olvidable.
Abraham Nuncio Limón. Regia. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2009. 108 pp. (Colec. Narrativa) Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos: ¿Desea dar su opinión?
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