La ley de la selva

Guillermo Lozano

¿Las relaciones entre los seres humanos podrían ser diseñadas y creadas por el hombre mismo en su favor y beneficio para evitar su autodestrucción?

Las teorías sociales han demostrado que mientras las relaciones entre los hombres sean las de la dominación por una parte de los grupos humanos contra la restante y gran mayoría de ellos, la humanidad toda se encontrará inmersa en una dolorosa y permanente lucha hasta que se elimine a una de las partes o se transformen revolucionariamente ambas para vivir de mejor manera.

Las llamadas relaciones sociales de producción y de distribución de la riqueza social, determinadas históricamente por los modos de producción, han venido explicando la existencia de esclavos y amos, plebeyos y aristócratas, asalariados y burgueses, parias y oligarcas. La historia del desarrollo de estas relaciones sociales ha llegado a la “última fase” de su desarrollo, llamado el imperialismo, que hoy, si de algún consuelo sirve, ya no se considera “unipolar”.

La lucha a muerte por la apropiación de los recursos y de los mercados del mundo junto con el sometimiento de los hombres que los poseen por derecho, es la constante. La lucha es contra el aparato político y militar de los imperios que se despliegan intervencionistamente para lograr poner los recursos globales a su disposición. El panorama avasallador que a la humanidad nos está tocando padecer es ese. El riesgo de la guerra nuclear o convencional (es casi igual) es hoy más que nunca real.

El nacimiento de un mundo nuevo se ha pospuesto una y otra vez por la contención político-militar que el imperio y las oligarquías de cada nación han desplegado sistemáticamente. El capital “productivo” corre de país en país en donde existan obreros explotables y cautivos. Con cada vez menos “márgenes”. 

Las teorías sociales han encontrado con la razón científica las características del sistema económico que dará la solución. Es alguna modalidad del socialismo. El problema es que los portadores de esas teorías y los ejecutores de tales ideas revolucionarias están fuera del poder y residen en la intelectualidad de la clase desposeída, de la clase trabajadora,  que es hoy la clase sojuzgada y que ha sido perseguida, boicoteada y linchada mediáticamente una y otra vez por los poderosos del mundo.

La vía democrática ha servido de válvula de contención y retrasó cambios del creciente movimiento de los pueblos, que impulsados por una explosión demográfica exponencial y una asfixia económica, política y cultural, buscan insistentemente esta vía que ofrece -en teoría- un menor riesgo de morir en el intento de la transformación social, pero que prolonga hasta el infinito los cada vez más urgentes cambios sociales.

En las vías electorales, todos los grupos que llegan al poder quisieran continuar con sus proyectos para asegurar sus intereses más allá de sus atribuciones en el tiempo. El avasallamiento político, la impunidad y la ilegalidad son su signo distintivo. Así que las dictaduras de hecho, bajo cualquier disfraz, no son la excepción sino una constante. Las alternancias solo son oportunidades de consolidar el poder para sí. Por lo tanto ¿que debiera pasar si por fin llega la izquierda al poder en el México moderno?

Bueno primero que llegue y es seguro que intentaría continuar en el poder, para imponer el sello del proyecto social tantas veces malogrado. Pero esta vez con la legitimización de la mayoría. Claro, si en esta jungla social los depredadores son burlados y controlados.