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10 de mayo de 2010
15diario.com  


 

Polizones  de la sociedad

Claudio Tapia

Son raras las ocasiones en que los bienes públicos se distribuyen de manera eficiente y equitativa a los diferentes grupos que integran la sociedad. Peor aún cuando nos atenemos a que el Estado, de manera responsable, lo hará. Esto último no ocurrirá.

 

Mientras algunos poderosos grupos como los empresariales son muy efectivos para promover el acceso a esos bienes en su beneficio, otros grupos de interés social ni siquiera son capaces de organizarse y desarrollar acciones colectivas para que los bienes públicos se destinen a satisfacer sus necesidades. Esa realidad es el ideal de los beneficiados por la desigualdad. Esa es la sociedad estable y domesticada que ningún poderoso desea que cambie: bienes públicos destinados a incrementar los excesivos beneficios privados, largamente acumulados.  

 

Es por eso que cuando surgen grupos como el Colectivo Ciudadano en Defensa de La pastora, integrado por ciudadanos politizados, informados, dispuestos a participar en una acción colectiva en defensa de un bien público, como lo es un parque público, se le bloquea, se le descalifica, se le amenaza y reprime. No vaya a ser que el mal ejemplo cunda y les de a los demás por suponer que los bienes públicos deben servir para intereses públicos. 

 

Al decir de J.M. Colomer,* la mala asignación de los bienes públicos se debe, entre otras razones, a que proveer los bienes públicos no depende tanto de su valor intrínseco como de los costes de la acción colectiva capaz de lograr su provisión; acción en la que cada individuo puede decidir si participa o no dependiendo de los costes y los beneficios esperados.

 

El citado Investigador de Ciencias Políticas, afirma que los científicos sociales que han analizado las presiones de los grupos de interés, las luchas de clases o los movimientos sociales, supusieron que si un interés común podía identificar a un grupo, ese grupo de algún modo se organizaría y trataría de promover su interés colectivo.

 

Así es como grupos sociales específicos luchan por alcanzar la seguridad, la salud, la educación, la obra pública, el transporte, las plazas, los parques, la tranquilidad, el medio ambiente sano, todos ellos considerados bienes públicos que atraen su interés. Sólo que como ya se dijo, para el investigador citado, su provisión no depende del coste de los bienes, sino del de la acción colectiva para lograr su provisión. Lamentablemente, en la realidad, la acción colectiva en muchos casos no se da o resulta insuficiente porque las personas no se incorporan a una organización ni actúan coherentemente para promover su interés colectivo. Dejando de lado a los desinformados a los que de plano les vale, no lo hacen porque esperan obtener los beneficios sin pagar los costes, dado que aún en el caso de no cooperar, el individuo puede esperar que no se le impedirá accederse al bien logrado.

 

Si otros rescatan El Parque, protegen el medio ambiente e impiden que nos roben la tranquilidad, yo, sin despeinarme ni correr riesgos, también me beneficio. No me negarán el acceso a los bienes logrados sin mi participación. Esa es la lógica del polizón.

 

Está claro que los costes varían dependiendo de las diversas formas de acción colectiva. Van desde asistir a una manifestación, portar una pancarta, firmar un desplegado, hacer un plantón, prestar un servicio profesional para la causa, aportar recursos, interponer defensas legales, denunciar en el exterior, hasta el caso extremo de enfrentar la represión con violencia, huelgas de hambre o tomar las armas. Por supuesto, con todas sus consecuencias. Sólo menciono los extremos a los que se puede llegar por una mala distribución.

 

Cualquiera que sea el coste de una acción colectiva, la abstención no significa necesariamente que el individuo no esté sinceramente interesado en acceder al bien público que la acción colectiva procura conseguir. Todo lo contrario, algunas personas se abstienen esperando conseguir el bien sin participar; esperan gorrear el viaje: van de mosca a expensas de los que pagan el pasaje a la justa distribución.

 

Pero si todos siguieran la misma lógica y trataran de viajar gratis, nadie participaría en las acciones colectivas para lograr la equitativa provisión de los bienes públicos.

 

En las comunidades del primer mundo, en las que los bienes públicos están razonablemente distribuidos, la justicia social no les cayó del cielo. Los ciudadanos pagaron el coste de la acción colectiva para merecerla. Se atrevieron y lograron con éxito, impedir el agandalle de los bienes públicos por parte de los poderosos. La minoría gritona logró involucrar a la mayoría silenciosa. Convenció a los polizones de que hay que pagar boleto.

 

Por eso debemos saludar con entusiasmo el surgimiento de grupos de individuos como: el Colectivo Ciudadano en Defensa de La Pastora, el que exige la presentación de los niños desaparecidos, el que reclama el respeto irrestricto de los derechos humanos y el de los estudiantes de cuatro universidades de la zona metropolitana de Monterrey que decidieron quitarse el esparadrapo del silencio sin pedir permiso.

 

Sus integrantes abandonaron el masivo grupo de gorrones que no participan en el esfuerzo común, para convertirse en  ciudadanos decididos a pagar el costo de realizar acciones colectivas que reivindican el disfrute de los bienes públicos. ¡Bienvenidos! los dispuestos a pagar el boleto de ida a la justicia social: ciudadanos que no viajan de polizones.

 

claudiotapia@prodigy.net.mx

*Ver Josep M. Colomer, Ciencia de la Política, Ariel, España, 2009.

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