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10 de mayo de 2010
15diario.com  


 

La madre ideal

Nora Elsa Valdez

En casi todos los mensajes del “Día de la Madre” se alaba un ideal de madre: la madre callada, amorosa, sacrificada, sufrida, que sólo da, y da, y da, sin pedir nada y sin defenderse de hijos groseros y abusivos porque ella es muy buena y aguanta todo aunque le duela, por amor. Mientras más sacrificios y sufrimientos soporte, mejor madre, más santa.

 

Recibí muchos de estos mensajes, los cuales agradezco. Yo también deseo lo mejor a todas las mujeres, para que lleguemos a ser grandes, íntegras, dignas, amorosas. No sólo el día de las madres, sino todos los días. Todas estamos buscando cómo alcanzar este sueño, pero nos está costando mucho trabajo deshacernos de muchas programaciones equivocadas.

 

Y me parece que el "Día de las Madres" es una de esas programaciones. Lo que decían esos mensajes me revolvió el estómago porque me ví retratada tratando de ser ese tipo de madre que nos venden como un ideal. Espero que ese "ideal" ya desaparezca de nuestra cultura, pues es el que nos programa para permitir el abuso "en nombre del amor" y a enseñar a nuestra familia La cultura del abuso y la violencia.

 

Si hemos aprendido a valorarnos y amarnos, una buena madre debería ser una experta en la cultura del respeto. Creo que debería existir un Manual del Respeto que nos enseñe que todos tenemos una individualidad inalienable, un área física o emocional alrededor nuestro que nadie puede invadir, y que nuestros derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás. Pero sobre todo, que nos enseñe la Regla de Oro: "No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a tí".

 

Si nuestra cultura actual nos hubiera enseñado, como a la Abuela Margarita, a ponernos flores, a honrar nuestra divinidad interior, no hubiéramos permitido que nos enseñaran a hacernos a un lado, para propiciar que todos en nuestra familia se volvieran cómodos.

 

Nos enseñaron que la labor de "una buena madre" era servir y atender a todo el mundo en nuestra casa, porque esa era nuestra obligación, porque todos eran más importantes que nosotras. Y no nos dimos cuenta de que por servir sin pedir nada a cambio: nos convertimos en invisibles; perdimos nuestra identidad y nuestra dignidad; dejamos que nuestros hijos y marido empezaran a vernos como personas sin voz ni voto, sin valor; que dejaran de tomarnos en cuenta; que no se escuchara nuestra voz; y lo peor fue que nos olvidamos de nosotras mismas. Con ese engaño de la madre abnegada, nos desaparecimos, perdimos nuestra dignidad y el respeto de toda la familia.

 

Para colmo, los dejamos creer que todo se lo merecían sin devolver nada a cambio, y los acostumbramos a exigir, a pedir, a manipularnos. Y así, en la célula de la sociedad que es la familia, hemos perpetuado este modelo en el cual unos hijos aprenden a ser abusivos, y otros a ser "los buenos" de los que todo el mundo abusará. Somos nosotras, las mamás que caemos en esta trampa, las que sin saberlo estamos siendo instrumento para destruir lo que más amamos, que es nuestra familia, y para perpetuar la cultura de la violencia.

 

Todavía me está costando mucho deshacerme de muchas creencias escondidas en el modelo de mujer ideal "mientras más sacrificada, mejor madre y esposa serás". Es una gran trampa porque el resultado final de seguir esta programación, es perder al marido porque su mujer ya no es valiosa interiormente pues se ha convertido en un robot, y perder el respeto de los hijos que a su vez ya no tienen una mamá conectada con ellos, amorosa, a quién admirar y amar, porque se perdió entre "las obligaciones de la casa", en vez de perderse en el amor de su familia.

 

Lo que se esconde detrás de esa "madre ideal" (¿para quién?) es el mensaje: "mientras más tonta e ingenua seas, mejor, porque así todo el mundo podrá abusar de tí, sin que te des cuenta y será un parásito a tus costillas".

 

¿Les está llegando alguna luz, mujeres? Si es así, estoy segura de que cada día, ahora sí, de verdad, tendrán un feliz día porque habrán descubierto que lo más importante es convertirnos en la mujer ideal.

 

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