uindangular
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12 de mayo de 2010
15diario.com  


 

De una sola vez

Samuel Schmidt

Mi padre tenía una tienda de ropa en la Merced en la Ciudad de México y en la pared colgaba un anuncio que decía “Salida la mercancía no se admite reclamación”. El letrero suponía muchas cosas: que la gente sabe leer, o sea que entiende las implicaciones de lo que está escrito, que le da importancia a los anuncios, que sus clientes tenían que hacer un análisis inteligente de sus opciones porque tomando la decisión de comprar ya no podían reclamar. Pero también se asumía que los clientes eran de una sola vez.

 

Por la calle de Anillo de Circunvalación pasaba una cantidad impresionante de personas, así que se requería de trucos para atraerlos. Uno era música a todo volumen, en ocasiones, como en los sábados, alguien con un magnavoz invitaba a la gente a entrar, y en ciertas épocas hasta se regalaban sodas. Ante este río humano no había necesidad de pensar en crear una clientela recurrente, luego entonces mejor advertirles que si no eran inteligentes en su decisión, perdían la opción de reclamar.

 

Esto viene al caso porque hablando con una vieja y querida amistad que me visitaba en Estados Unidos le mostraba que dos empresas en Estados Unidos me habían reembolsado cantidades ridículas, una empresa telefónica devolvió 4,54 dólares y una compañía de seguros 5 dólares. Me dijo: Cuesta más caro procesar esos cheques que la devolución misma, lo que es cierto, pero al parecer esas empresas no buscan clientes de una sola vez, lo que hace a la devolución una buena estrategia de mercado. Además de evitar que alguien por ahí se de cuenta que no devuelven pagos extras y los demande, porque imagínese los millones que ganarían con tantos clientes.

 

Por supuesto que la plática regresó a México, ella me decía, en México qué

esperanzas que una cosa de éstas pueda pasar, ahí nadie devuelve nada y paso seguido me contó una historia de un pago excesivo al gobierno que por ningún motivo aceptó devolver, aunque se hicieron las reclamaciones correspondientes. Yo agregue que eso le sucedía a la gente que no gozaba de los regímenes especiales o no se beneficiaba del status privilegiado que han adquirido algunas muy grandes empresas, a las que se les devuelve una cantidad impresionante de dinero.

 

Haciendo la odiosa comparación concluyo que mientras en Estados Unidos, en un nivel bajo el tratamiento de iguales está muy generalizado, en México es una rareza. Entonces mi amiga me contó de un problema muy básico pero de compleja solución que ella fue capaz de resolver elevándolo a los niveles más altos del gobierno gracias a sus conexiones y casi al unísono dijimos: ¿y qué hay que aquellos que no cuentan con ese acceso?

 

Tal vez una de las diferencias entre ambos países es que mientras en Estados Unidos –en cierto nivel- la queja es tomada en cuenta, en México la gente no ha aprendido a quejarse, porque la cultura dominante es la del viejo paternalismo, donde siempre se espera que el gran jefe (llámese cacique, diputado, gobernante) se encargue de nosotros. Con mucha frecuencia se escucha en programas de radio que la gente llama porque se fundió un foco en la esquina de su casa, tal vez con la esperanza de que el gobierno monitoree la estación y mande a reparar la falla, mientras que lo lógico es llamar a la oficina de gobierno correspondiente, cuyo nombre posiblemente ignore el quejoso.

 

En lo político el tema es completamente distinto. Los partidos han entendido que el votante puede ser un cliente recurrente y le generan una parafernalia de ofertas, concesión, regalos, para atraerlo una y otra vez; tal vez así logró el PRI la hazaña de convertirse en el partido no dictatorial (esto no obstante la sandez de Vargas Llosa) que gobernó más tiempo. El PAN aprendió la lección y amplía los programas clientelares que suponen amarrar a la persona para que se amarchante votando por su partido. El PRD esta tan perdido en sus pugnas internas que esto lo han logrado de una forma muy limitada. En los partidos bonzai y los corruptitos (Partido Verde por ejemplo) no vale la pena detenerse.

En Estados Unidos no existe ese tipo de clientelismo porque las diferencias sustanciales entre los partidos prácticamente no existen; las hay en algunos temas y no están separadas tajantemente (eg. aborto).

 

Amerita una reflexión sobre el hecho que el mexicano esta aclientelado en lo político pero no en lo económico y mientras los políticos construyen relaciones de largo alcance por perversas que sean, los actores económicos vean ventajas inmediatas, ¿qué falla en el mundo de los negocios y porque no han aprendido de la política?

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