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24 de mayo de 2010
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Las pobres expectativas de Calderón

Samuel Schmidt

Se ha hecho costumbre que la gente pregunte que ha conseguido Felipe Calderón en sus viajes al exterior, los que por cierto se han intensificado últimamente. Se podría decir que en épocas de crisis, como en cualquier negocio, se requiere una promoción intensa, pero no queda claro que promueve el presidente de México, o si lo promueve bien, porque a juzgar por los resultados su empeño parece ser muy pobre.

 

En el pasado la ley le exigía al presidente que solicitara permiso para ausentarse del país, cambiaron la ley y ahora se va, con el costo correspondiente para los que pagan impuestos –y que no es bajo- a donde quiera en el momento que quiera. La vida diplomática internacional es muy intensa y Calderón parece querer ir a todas, se aparece en reuniones internacionales y no se reporta ningún logro concreto.

 

Sigue la tendencia de los gobernantes mexicanos mediocres y megalómanos que creen que el mundo los estaba esperando: es el caso de Luis Echeverría que soñó con el premio Nobel y la secretaria general de la ONU; Carlos Salinas quería la Organización Mundial de Comercio; nuestro querido Lipe (la gente ya le perdió la Fe) Calderón está tratando de crearse una imagen internacional para que cuando termine consiga colocarse en algo, su modelo de desgobierno ha sido Zedillo y tal vez querrá seguir sus pasos, aunque con déficit. Zedillo es un economista tecnócrata (dicen que es bueno para hacer modelos, lástima que la realidad sea terca y no se ajuste al modelo), Calderón es un abogado mediocre. No podrá repetir la sandez de Fox de que necesitará trabajar para vivir porque ya se escuchan las historias de los éxitos económicos familiares y el discurso está muy desgastado.

 

Calderón se caracteriza por su incongruencia. Uno de los puntos que ha manejado internacionalmente es la agenda ambiental, quiere darle lecciones al mundo sobre cómo cuidar el medio ambiente, pero sus funcionarios permiten la destrucción de manglares  y recientemente se descubrió que parte de su agenda ambiental consiste en la intensificación en el uso del carbón, un fósil altamente contaminante. Parece que corremos el peligro que una vez más se considere la legendaria ¿hipocresía mexicana? Un discurso en la calle y políticas ruinosas en la casa.

 

En la más reciente visita a Washington Calderón demostró que camina atrás de Barak Obama. Mientras Obama condenó con energía la ley racista de Arizona por el daño que causa domésticamente, Calderón ha actuado tímidamente; en el terreno de la lucha contra el narco pidió control de armas y la Casa Blanca rechazó la petición, mientras la aduana mexicana no, para nada. Para esto no hacía falta ir hasta allá, pero era atractivo hablar ante una sesión conjunta del poder legislativo en Washington, cosa que no puede hacer en México.

 

Son tan pobres las expectativas por una gestión mediocre que sostiene el gobierno de Calderón que su gobierno siente que cumplió porque generó debate. Eso mismo lo hubiera logrado con un telegrama. El problema es que el debate no frena las deportaciones masivas, mucho menos que se extienda el ataque a los inmigrantes, ya se anuncia que otros diez estados planean promover leyes similares a la de Arizona. Tal vez el dilema de Calderón consiste en que los anti-inmigrantes coinciden en casi todas las demás posturas con su ideología.

 

Pero cuál fue el contenido del resto de la agenda del encuentro si es que la hubo. Se les ocurriría tratar temas de salud, de medio ambiente, de desarrollo económico, de comercio, se me ocurre que Calderón pudo haber elevado el tema de la protección a los productos agrícolas en Estados Unidos. No sabemos si en los intereses bi-nacionales de Calderón aparece la ciencia y la tecnología y si elevó ante su homólogo el tema del agua fronteriza, la que requiere urgentemente la firma de un tratado de aguas subterráneas bi-nacionales.

 

La ausencia de una agenda internacional y bi-nacional comprehensiva es tal que hasta se registran errores garrafales en el manejo. Una mala traducción del discurso de Calderón ante Obama tal vez sea significativo de la pobreza en el manejo político, porque los actores gubernamentales mexicanos principales están peleados promoviendo sus intereses personales.

 

Finalmente, en el área que el priorizó tampoco se ve nada tangible. Fuera del Plan Mérida que a la fecha ha rendido muy pocos éxitos, no se nota que Calderón haya sacado algo más en esta visita a Washington, pidió algo intocable para la sed de violencia estadounidense: que se controlen las armas, mientras que dejó de lado exigir mayor agresividad en la lucha bi-nacional contra el narco y eliminar la visión de que es solamente un problema mexicano y por supuesto no ofreció combatir la corrupción que está en la raíz de este problema.

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