545 27 de mayo de 2010 |
TRANSICIONES Los medios y los modos A Víctor Barraza; por su entereza y lección de vida
No podrían comprenderse las transformaciones de nuestro país sin acudir a la revisión del papel de los medios de comunicación. Durante todo el periodo del autoritarismo los medios fueron censurados; el gobierno decidía qué programas y contenidos se transmitían o publicaban: a mayor audiencia, mayor control. Obviamente a la cabeza de la auscultación minuciosa estaban los medios electrónicos: televisión y radio, en ese orden. Eso permitió que los primeros signos de apertura se registraran en los medios impresos: aquí cabe recordar a Excélsior dirigido por Julio Scherer García, Uno más Uno y La Jornada, quienes se atrevieron a cuestionar el estado de cosas y con ello le dieron voz a miles de ciudadanos.
La transición democrática fue acompañada por la prensa escrita; los medios electrónicos llegaron muy tarde y siempre a partir de sus intereses económicos. Son muy escasos, tal vez sólo a nivel local, donde la apuesta fue por la apertura democrática, por la construcción de un país diferente. Los grandes consorcios se subieron posteriormente a la cresta de la democratización para ganar todo. Es a través del manejo de la información como ejercen su pleno poder y toman posiciones como un actor político determinante. Como dicen los especialistas, por ejemplo Giovanni Sartori, los medios informan, desinforman o sub-informan. La desinformación es sinónimo de manipulación; es el falseamiento de los datos, la tergiversación, el encubrimiento. La sub-información es dejar fuera de los noticieros o no darle difusión a los hechos que consideran que vulneran sus intereses o aquellos que protegen.
La transición a la democracia cambió el escenario en el que se desenvolvían los medios. La censura externa quedó de lado. La nueva censura fue interna. Pero pese a los cambios, el poder lo siguieron acumulando. Siempre al servicio de los gobiernos en turno. Muchos intelectuales han sido cooptados. Una gran cantidad de críticos anteriores, hoy hacen lo que antes repudiaban: sentirse voceros de los gobernantes y justificar lo que sucede; o negar la realidad. Prueba de ello es la propuesta de subestimar los problemas de violencia que vivimos.
Uno entiende que los gobiernos traten de mostrar una cara amable e insistan en que la violencia e inseguridad es un simple problema de percepción; insisto, es comprensible que sea una estrategia de comunicación oficial. Pero no puede justificarse que los medios nieguen la realidad. Héctor Aguilar Camín ha escrito recientemente: “Creo que Felipe Calderón Hinojosa es corresponsable de la percepción que lo irrita. Puso la guerra en prioridad y los medios fueron a la guerra. Fueron de más y ahora no quieren volver” (Nexos 389, mayo 2010, p. 19). Es decir, para este intelectual, los medios agrandaron el problema de la violencia. Este autor expresa nítidamente la posición oficial: se exageran los problemas de toda índole. Ahora mismo “la recuperación económica es una realidad aunque la gente no la perciba”. Eso significa que los medios tienen que cambiar sus mensajes; éstos lo entenderán a cambio de mayores concesiones que a la postre se traducen en incremento de poder.
Todos los políticos y gobiernos prefieren no enemistarse con los medios electrónicos. Muchas veces sus carreras dependen de las deferencias de los monopolios. Los medios seleccionan, matizan, filtran y moldean los mensajes que desean sean vistos por millones de personas. Pero también deciden qué información debe desaparecer de la memoria nacional. Trabajan en la desmemoria social. Desinformación o sub-información al servicio de sus causas. Dice Raúl Trejo Delarbre: “Hay pocas industrias que funcionen de manera tan autoritaria como los medios de comunicación: unos cuantos tienen que asumir decisiones sobre los mensajes que serán transmitidos a muchos otros. La posibilidad de difusión reforzada por las nuevas tecnologías, que ya están en aptitud de superar prácticamente todo tipo de fronteras, multiplica el poder de los medios y de esa manera, también, la influencia de sus operadores”.
Quizá el problema mayor de la comunicación en este país se llame monopolios; la existencia de opciones más allá de los dos consorcios conduce a la profesionalización y a una apuesta por mejores causas que la simple ganancia económica. Algo que se dice fácil pero que es tremendamente complicado dada la historia de nuestro país.
Investigador de El Colegio de la Frontera Norte / victorae@colef.mx Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos: ¿Desea dar su opinión?
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