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31 de agosto de 2010
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ANÁLISIS A FONDO
Sicarios invisibles
Francisco Gómez Maza

Por lo visto, tratan de destruir lo que nos queda
La verdad, los presuntos sicarios tienen la pelota

mEs lamentable, angustiante, que las bandas de sicarios de esos entes fantasiosos, misteriosos, invisibles, escurridizos entes que son los cárteles de la droga y el crimen llamado organizado, sean, hoy por hoy, quienes tengan la sartén por el mango. Pasaron de la defensiva a la ofensiva y todos los crímenes más recientes lo confirman.

Antier domingo apareció asesinado otro político, el presidente municipal de Hidalgo, Tamaulipas, Marco Antonio Leal. (Van 13 alcaldes mexicanos asesinados en dos años). Y las secuelas de la masacre de 72 migrantes centro y sudamericanos en un rancho tamaulipeco, también, a cien millas al sur de Texas, en su camino rumbo a las tierras del “American Dream”, aún son una cuenta pendiente, un expediente abierto. Una barbarie que sólo puede ser perpetrada por una mente enferma. “Masacre en Tamaulipas” titula uno de sus editoriales fechado el 29 de agosto el New York Times, que advierte de que la tentación puede ser la de describir esta atrocidad como una nota más de guerra contra las drogas en México. Pero tales cosas no existen en forma aislada. El editorialista cuenta algo que en México nadie se atreve a profundizar. Que los carteles de la droga se alimentan desde el exterior, en efectivo estadounidense (en dólares, pues), con armas pesadas y de la adicción a consumir estupefacientes, de miles de personas enfermas en Estados Unidos, el mercado más importante del mundo para los narcotraficantes.

Agréguele, como lo asegura el editorial del rotativo neoyorquino, la atracción que  el norte ejerce sobre millones de ciudadanos desempleados, en México, Centroamérica y Sudamérica, que es alimentada por la demanda estadounidense de mano de obra barata. Y yo aclararía que demasiado barata, pero que representa una salida hacia una vida menos indigna que muchos latinoamericanos afrontan en sus países, dominados por una clase social excluyente, racista, humillante, expoliadora, explotadora, expropiadora de las mayorías desheredadas de la fortuna.

Los cárteles del narcotráfico, los capitalistas oportunistas, han saltado al el negocio del contrabando de personas. Los inmigrantes ilegales, conocidos como “pollos” o “gallinas”, son en algunos aspectos mejor que los ladrillos de cocaína, ya que pueden verse obligados a pagar el rescate y ser mulas de drogas. La respuesta estadounidense a la agonía de México – denuncia el New York Times – se han concentrado, sobre todo, en una mayor y mediática militarización de la frontera, y el proyecto de ley presentado por el senador demócrata de Nueva York, Charles Schumer, y firmada por el presidente Obama, de destinar a México 600 millones de dólares para el combate al narcotráfico. La implementación de estas políticas, sin ningún tipo de revisión de la migración legal, sólo crea la ilusión de control, dice el editorialista. Sin un sistema vinculado a la demanda laboral, la ilegalidad, el desorden y la muerte tienen que proliferar. Los actuales programas de trabajadores temporales son tan engorrosos y burocráticos que son casi inutilizables por los empleadores.

Los latinoamericanos no pueden entrar en territorio estadounidense legalmente; fueron cerradas las puertas de Texas y California con estrictas medidas se seguridad fronteriza. Los migrantes tienen que idearse medios ilegales, indescifrables, en el remoto desierto de Arizona, para poder saltar la línea que divide a los Estados Unidos del Subcontinente. Los cruces ilegales son urgentes para muchos por su mala economía, pero las muertes de este verano han sido brutales. Con todo, las oportunidades de una vida mejorada aún siguen siendo un poderoso atractivo para los desesperados migrantes. El New York Times es un duro crítico de la política migratoria del gobierno de Barack Obama: “Hemos delegado a los capos de la droga el trabajo de la gestión del de inmigrantes, al igual que la gestión del suministro de narcóticos a los millones de adictos estadounidenses. Los resultados son claros.

Y todavía están ahí los cuerpos acribillados de los 72, demostrando – como lo dice el diario californiano Los Angeles Times, que el viaje ilegal hacia el norte a través de México es traidor, a merced de los feroces depredadores. Incluso antes de llegar al desierto, potencialmente fatal, miles de inmigrantes se enfrentan, cada año, al secuestro, la extorsión, el asalto sexual y el asesinato,  crímenes que consuetudinariamente no se denuncian y quedan sin resolver.

El ecuatoriano sobreviviente de la masacre de Tamaulipas explicó a autoridades mexicanas que las víctimas fueron abatidas a tiros tras negarse a pagar o trabajar para los “Zetas”, el cártel dominante en la región. Esto sería coherente con los informes que revelan que los cárteles de la droga están diversificando sus “negocios” principalmente en la muy lucrativa trata de personas, cobrando mensualidades de hasta $ 7,000 dólares por cabeza a los familiares de los indocumentados que viven ya en Estados Unidos, y con frecuencia obligan a los inmigrantes a trasegar drogas a través de la frontera.

Pero quedan muchas preguntas sin respuesta, no sólo para el periódico angelino, sino para todos. Por qué razón los traficantes asesinan a presas tan valiosas. Amnistía Internacional ha descrito una "epidemia" de los abusos contra los migrantes. En 2009, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México emitió un informe que concluía que diez mil inmigrantes ilegales habían sido secuestrados en un plazo de seis meses, que terminó en febrero de ese año, incluyendo al menos 57 niños. Los migrantes son asaltados y despojados; algunos simplemente desaparecen. Organizaciones de derechos humanos estiman que unas 6 de cada 10 mujeres y niñas son sexualmente asaltadas en el camino. Los delitos no se denuncian porque las víctimas están en México de manera ilegal o, de acuerdo con activistas de derechos humanos, porque la policía mexicana y otras autoridades están participando en ellos.

La masacre de Tamaulipas –lo asegura el Los Angeles Times, no yo- pone de relieve el fracaso del gobierno mexicano para proteger, de acuerdo con las leyes internacionales y la Constitución mexicana, a los vulnerables migrantes.

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