614 31 de agosto de 2010 |
DIARIO DE CAMPO Continuando con el análisis de las monografías históricas municipales de Guanajuato que ha ido publicando la Comisión Estatal del Bicentenario, toca ahora comentar la dedicada a Jerécuaro, de Ma. Teresa Obdulia Edith Alcántara Rivera -no por nada a los extranjeros les llama tanto la atención la longitud de nuestros nombres-. Se trata de un texto breve, de 60 páginas, el más escueto de los que he comentado hasta el momento. No sólo es escueto, también la monografía es sencilla. No explora un número importante de fuentes históricas; parece que la autora se limitó a realizar una búsqueda rápida de información general y contemporánea que consideró de interés para el visitante. Tal vez realizó algunas entrevistas entre gente memoriosa de Jerécuaro, pero no lo indica, por lo que uno asume que los eventos y personajes de la historia inmediata los toma de su propia experiencia. La ausencia de referencias a fuentes es preocupante, porque no hay forma de verificar la información contenida. Por ejemplo, afirma que entre 17 mil y 20 mil jerecuarenses han emigrado a los Estados Unidos; una cantidad impresionante, pero no hay manera de conocer quién la calculó, ni qué periodo de tiempo comprende. El conteo de población 2005 registró 46,137 habitantes en el municipio; el censo de 2000 contó 55,311 personas en Jerécuaro. Un despoblamiento acelerado: 16.6% de pérdida poblacional en cinco años. Junto con Coroneo, Jerécuaro forma una de las tres “esquinas” pobres de la entidad, en este caso la sureste. Las otras son las formadas por los municipios de la sierra Gorda, en el noreste, y Ocampo y San Felipe, en el noroeste. Jerécuaro ocupa el lugar número 40 por su índice de calidad de vida -calculado por Boltvinik y Cortés de El Colegio de México-. A pesar de ello su historia es rica, pero no se refleja suficientemente en la monografía comentada. Ya Correo había puesto en evidencia la riqueza arquitectónica de las 24 haciendas que alberga este municipio, entre las que destacan las de Puruagua y Sabanilla, que obtuvieron premios como inmuebles habitacionales históricos mejor conservados (nota de Onofre Lujano en Correo, 23 de noviembre de 2008). Tan atractivas son las fincas históricas de Jerécuaro, que “el jefe” Diego Fernández de Ceballos compró la ex hacienda La Barranca, magnífico ex convento jesuita del siglo XVI que era propiedad del criador de toros de lidia Fernando de la Mora (nota de Luis Negrete en Milenio, 14 de noviembre de 2009). En 1987, siendo yo responsable de conocer y promover las culturas populares en nuestro estado, conocí en la comunidad de Salto de Peña, de Jerécuaro, una de las expresiones de teatro popular más interesantes que haya yo conocido jamás: la representación que desde 1977 hacen -o hacían- los ejidatarios. El coloquio se llamaba “Los Mártires de Salto de Peña”, y estaba dedicado a rememorar la lucha agraria local y el sacrificio de vidas por conquistar un pedazo de tierra. El asesinato de algunos de sus compañeros por órdenes de la hacendada, allá por los años veinte. Logramos que se presentaran en Guanajuato capital, en la simbólica Plazuela de San Roque. Ojalá que Jerécuaro logre poner en evidencia su riqueza histórica, arquitectónica, artesanal ecológica -¡los hermosos ahuehuetes del río Tigre!- y que los jerecuarenses en el exterior contribuyan a reconstruir la memoria colectiva. Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato. luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com
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