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18 de agosto de 2010
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De la Mixteca a Monterrey

Lidy Adler

 

Procedente de San Juan Copala, Oaxaca, Juan oferta su mercancía en una de las muchas plazas comerciales de la ciudad. Vende ropa de manta o de telar elaborada, dice, en su tierra. Le pregunto si trabaja para alguien o si es suya la mercancía; me contesta que no trabaja para nadie. Vive en San Nicolás desde hace algunos meses, junto con otros mixtecos que conoció aquí. De estatura baja, edad indescifrable (me dice que tiene 20 años) cabello muy negro, lacio y abundante, y rasgos agradables, vestido con una camiseta polo y pantalones de mezclilla, me cuenta gustoso y sin detenerse su historia, con ese acento característico de quienes hablan otra lengua. Dice que siempre ha querido escribir un libro sobre su vida.

 

“Fui afortunado –dice-, porque de niño me ayudó a estudiar una asociación de una americana, ella hizo el Centro Esperanza y teníamos padrinos. Yo tenía un padrino alemán. Todo comenzó porque un día ella vio a una señora de huipil rojo vendiendo chicles en la calle, estaba con un niño que lloraba, le compró toda la mercancía a la señora y después cuando veía niños en la calle los llevaba a su centro. Así llegó mi primo, y por él llegué yo”. Para entonces su padre había fallecido en un accidente y su madre tenía 7 hijos que atender y mantener. Más adelante lo aceptaron en la Casa del Estudiante Triqui.

 

Saca su credencial y orgulloso me la enseña. Esta casa fue una iniciativa de un hombre belga, Philippe Bermann, que inició en una pequeña casa de San Juan Copala en 1978, pasando por varias etapas hasta la construcción por los mismos jóvenes de una casa en un enorme terreno en Etla, cerca de Oaxaca. Allí tienen cultivos, animales, apiario y funciona de forma auto participativa; todos los chicos tienen una tarea específica y hay comités y asesores, elegidos entre los mismos jóvenes, que supervisan que todo funcione bien. No hay contratado ningún  personal, todo lo realizan ellos mismos.

 

Hace unos años comenzaron a recibir niñas, antes ellas no podían estudiar. Me dice riendo que no era fácil estar ahí porque era pesado: tenían que levantarse antes de las 6 de la mañana y empezar con las actividades del día: preparar el desayuno, salir a cultivar, ir a la escuela, etc. Muchos niños no aguantaban y se salían. Inició una carrera universitaria, pero se retiró después de cursar el primer semestre. “es que el dinero hace mucho daño, yo vendiendo primero chicles y después artesanía ganaba dinero y pues ya no seguí estudiando, era como seguir el sueño americano”.

 

Le pregunto cuál es su sueño y contesta “ser empresario, producir todo lo que vendo, no tener que comprar a otros”. Pero Juan tendrá que buscar pronto otra plaza para continuar su negocio: Monterrey le parece ya muy peligroso… y eso que viene de la zona más agitada del estado de Oaxaca, de donde sus paisanos han salido corriendo ante la gran violencia que prevalece.

 

lidyadler@hotmail.com

 

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