630 22 septiembre 2010 |
FRONTERA CRÓNICA A veces me pregunto qué pensarían nuestros tatarabuelos si vieran lo que sucede en los tiempos que vamos cruzando. ¿Lamentarían que la gente vaya de mal en peor? ¿Envidiarían las comodidades que nos rodean? ¿Se sorprenderían al ver los adelantos tecnológicos que tenemos a nuestro alcance? ¿Se enfermarían ante el vértigo de nuestra vida cotidiana? ¿Les cabría en la cabeza saber que podemos estar en menos de tres horas en un lugar al que ellos demoraban alrededor de un mes en llegar? ¿Se aterrorizarían por la matanza entre narcos y fuerzas del “orden” o por los crímenes con saña de que son víctimas algunas mujeres, niñas y ancianas? ¿Entenderían tanto pregón de equidad de género y su casi nula aplicación en los hechos? También me pregunto qué pensarán nuestros tataranietos cuando conozcan los tiempos por los que cruzamos. Tal vez se pregunten cómo pudimos vivir en tal atraso tecnológico. Quizá les parezcan rudimentarias las maneras en que nos divertimos. Es posible que no entiendan cómo resistimos entre tanta violencia. Es muy probable que no comprendan el punto central de una guerra que mucha gente ve hoy como justa. A veces (tanto pensar me abruma), pienso que nosotros no tenemos la lejanía suficiente para vernos desde afuera, desde otras latitudes, para relativizar los hechos violentos que forman parte de nuestro entorno. Tatarabuelos y tataranietos están demasiado lejos para juzgar con certeza lo que vivimos ahora y aquí. Y reviro y me digo que no vale la pena preguntarme cómo nos verán nuestros tataranietos si ya en estos tiempos hay gente que vive en lujo hasta indecente para nuestro tiempo, que vive en las condiciones en que, espero, nuestros tataranietos vivirán. Sería suficiente con preguntarle a esa gente lo que piensa acerca de cuanto sucede a nuestro alrededor y sabríamos lo que pensarán nuestros descendientes que ahora parecen lejanos pero están a vuelta de siglo. No sé para qué me pregunto lo que pensarían los tatarabuelos sobre lo que hoy vivimos porque me doy cuenta de que en este tiempo y en este lugar hay gente que vive en comunidades marginadas, en iguales o en peores condiciones que nuestros ancestros y, aunque me invada la desazón por esa gente, sé que bastaría preguntarle a ella para saber cómo nos verían nuestros antepasados. A veces me siento y pienso en todas estas cosas y llego a la conclusión de que en vano pierdo mi tiempo. Supongo que pido peras al olmo preguntando tanto. Quienes viven en la miseria extrema no entenderían de qué les estamos hablando, tal vez hasta pensarían que somos de otro país; por otra parte, quienes viven en la abundancia extrema no sólo no entenderían acerca de qué les estamos cuestionando sino que ni siquiera se dignarían a dirigirnos la palabra, tal vez hasta pensarían que venimos de otro mundo. A veces me siento y pienso en todo eso; a veces (más cómodo), nomás me siento. http://fronteracronica.blogspot.com
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