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| 634 28 septiembre 2010 |
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SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO Los cien años de su fundación que está cumpliendo la UNAM debieran formar parte de los festejos centenarios de la Revolución Mexicana. La UNAM ha sido la institución formadora de las élites científicas, humanistas y políticas que impulsaron a la nación a todo lo largo del siglo XX. De una institución pontificia herencia del siglo XIX la UNAM se constituyó en la opción de la educación pública laica. La lucha por su autonomía frente al gobierno ha sido tarea centenaria. Con vaivenes y variados estilos los rectores han enarbolado la bandera de la autonomía en ocasiones observando poca distancia respecto del gobierno, o bien en las que la presión del gobierno se ha impuesto. La defensa de la autonomía sigue siendo de primera prioridad para las instituciones de educación superior ya que significa la defensa de la libertad de pensamiento y de cátedra, de la libertad para cuestionar e investigar y sobre todo, en esta era de la sociedad de la información, para divulgar el conocimiento. Esa es la esencia y función de una universidad. El encontronazo de 1968, cuando las primeras generaciones masivas de estudiantes universitarios se enfrentan al gobierno, reclamando libertades políticas democráticas, se dio justamente cuando el país vivía una de sus mejores épocas en términos de crecimiento económico. En esos años la economía mexicana crecía a tasas muy elevadas y de manera sostenida; hasta los salarios de los trabajadores aumentaron en términos reales, algo que no se ha vuelto a repetir. Resultó claro que la evolución política no iba al paso de la evolución económica. En la época actual sin embargo se puede decir que ambas involucionan. La UNAM realiza una proporción muy alta de toda la investigación científica que se lleva a cabo en el país, alrededor del 20 por ciento. Si bien su vocación nacional se ha visto limitada por su gigantismo centralizado, la UNAM tiene influencia en casi todo el país. En 24 entidades de la república opera laboratorios, estaciones, observatorios astronómicos, reservas ecológicas, bibliotecas, redes de telecomunicaciones, colecciones nacionales, equipos para la prevención de riesgos, etcétera. Es muy amplia la base institucional de la UNAM. Se encuentran instituciones de alta significación como el Observatorio Astronómico Nacional, el Servicio Sismológico Nacional y el Observatorio Magnético, con la trascendencia y responsabilidad que representa el manejo de ese tipo de información. En los años recientes la UNAM ha recibido reconocimientos a nivel internacional. Se trata de sistemas de indicadores que califican la presencia académica y científica de las instituciones universitarias en la Internet. En esa dimensión la UNAM ocupa el primer lugar en América Latina. Con bastante distancia del resto de las instituciones mexicanas de educación superior. El “único problema” dice el doctor René Drucker, director de Divulgación de la Ciencia, está en el presupuesto para la ciencia. “En general –afirma- hay un desdén de la clase política mexicana hacia la ciencia y la cultura”. Lo que también se puede decir es que en la toma de decisiones se aprovecha muy poco el conocimiento: la base esencial de las denominadas políticas públicas. El presupuesto mexicano para la “ciencia”, en términos de Drucker es sumamente reducido; sólo se invierte en ciencia el 0.33 por ciento del PIB. Uno de los presupuestos, como proporción del PIB, más bajos del mundo. Desafortunadamente éstos son ya niveles históricos –permanentes- del presupuesto para la ciencia y la tecnología en México. Esto es todavía más lamentable si se reconoce que hoy en día el crecimiento económico se debe y explica por el factor de la innovación y el conocimiento. En la educación superior, como en otros ámbitos, el centenario de la revolución es oportunidad para revisar, evaluar y proyectar, los esfuerzos y recursos de la nación.
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