634 28 septiembre 2010 |
APUNTES DE UN HINCHA Quienes saben de frustración, angustia, mala vida, de seguro están aquí presentes, en la lucha libre femenil, Emilio Carranza y Matamoros, en el centro de Monterrey. Fieles a la causa, a su causa, los asistentes esperan ansiosos la pasarela de las mujeres sexosas entre los 20 y los 45 años, ropa ligera: mallas leotardo, zapato deportivo. Gordas casaderas, flacas desabridas o las escasísimas bien buenas. Los pagantes son exigentes. Al miedo lo colocan en el estribo del precipicio. Son pocos pero están muy locos. Son más, pero resultan invisibles a la vista/percepción del ojo humano. Entre el aceite automotriz, congestionado en el gris fondeado del pavimento, se alza poderoso, respondón, el ring. Cartelera de lujo: en la inicial: Nahomi vs Reyna Vampira. Un Royal Rumble Femenil (es decir, todas contra todas): Bandida, Lady Puma, Dama de Hierro, Violeta, Maligna, Hija de Karonte, Chacala, Rebelde, Angélica y Fantasy. En la estelar: Diana La Cazadora y La Justiciera vs. Flor de Loto y la Tigresa. De ocho a nueve, 60 pesos. Después de las nueve, 100 pesitos. Hoy el cartel es homenaje al fundador de la empresa, en su onomástico. Las amazonas saldrán a brindar lo mejor de sí, cómo no, pues el patrón está de manteles largos, acompañado de su esposa y su hija. Muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido, dice a quienes se acercan a felicitarlo. Ronda cervecera cortesía de la empresa, salud para todos. En la lucha libre se encuentra la perfecta unión de clases sociales. La mentada de madre nunca es superficial, sino una muestra de patriotismo a ultranza. Con doble filo se cuela y cuelga en las gargantas. La lucha libre es un deporte fenómeno en extinción. Le ha llegado la hora de renovarse o morir. Doblemente a quienes frecuentan la lucha libre femenil. Debemos considéralos semejantes en su erudición por el pancracio como lo es con la fe, la de los jesuitas católicos o ortodoxos bautistas protestantes. En su apocalipsis, los amantes de la lucha libre femenil se van alejando, en los enredados campos de la nostalgia.
Para compartir, enviar o imprimir este texto, pulse alguno de los siguientes iconos: ¿Desea dar su opinión?
|
Para suscripción gratuita:
|