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12 octubre 2010
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MI FILIA POR LA FIL
Mantecadas y Monsiváis

Luis Valdez

Del pastel de mantecadas y el amigo de una sola revista en mano
Sábado 9 de octubre. En la puerta central de la Feria Internacional de Libro Monterrey 2010 hay dos espacios de la UNAM. En el primero hay una especie de sala de lectura y fonoteca, y en el otro tienen a la venta colecciones que por lo normal no traen a la FIL por falta de espacio.

En el espacio de lectura están regalando revistas. El título ¿Cómo ves? De la revista de ciencia, es fundamental para la divulgación de las ideas y los avances tecnológicos. Otra revista importantísima en el pensamiento y las artes es la Revista de la Universidad de México. A las 14:30 horas, justo en esta puerta central, una mujer de minifalda negra le indica a cuatro tipos cómo cargar una plancha de pastelitos cubiertos de merengue. Se supone que es un pastel para la inauguración de la XX Feria del Libro Monterrey. Me acerco a tomarles una foto y una señora suelta la mano de su niña para tomar fotos al comentario de “¡qué bonito pastel!”

¿Y dónde están los rectores y la demás gente? Falta media hora para la inauguración oficial. Otros ya abarrotan los espacios de la UNAM para curiosear entre sus títulos. Miguel Jasso se ha engolosinado luego de que una mujer de la sala de lectura le ha dicho que “tome revistas, son cortesía”. Lleva apiladas en el piso más de 15 números especiales sobre Fray Servando, Cortázar y Borges. El rector de la UNAM aparece con un contingente de personas que lo siguen, y aún así otra empleada de la UNAM se da tiempo para acercarse a Miguel y decirle: “¿Qué hace? ¡Sólo tome una y ya!”

Ante la sorpresa de Miguel, oh, el señor rector de la UNAM se ha pasado de largo y el pastel de mantecadas Tía Rosa sigue en la puerta del centro con el merengue poniéndose duro por el clima de Cintermex.

De una vez cuento la sorpresa que a nadie sorprende: Rodrigo Medina prefirió no aparecerse (primera vez que un gobernador no acude) a la inauguración. En su caso, el rector del ITESM ni se inmutó, y prefirió recordar que la primera feria fueron un montón de pancartas en un estacionamiento, y para rematar, tuvieron aguacero. En cambio, el rector de la UNAM, José Narro, apostó por dos comentarios: El primero, que la FIL es una celebración en la que lo público y lo privado son compatibles, y el segundo, una solidaridad ante la violencia que se vive en estos lares: “Tenemos la misma preocupación que tienen ustedes, y vamos a decirles a los nuevoleoneses que estamos con ellos, y vamos a contribuir a encontrar la mejor solución posible”.

José Antonio González, secretario estatal de educación que asistió sólo para ocupar el tiro al blanco del Rodrigo Medina, no nos quitó ni el mal sabor de boca, ni las palabras institucionalmente amables, ni lo duro y pastoso que ya estaba el merengue de los panecillos cuando se repartieron.

He ahí la inauguración de la que el señor editor me pidió que le rindiera cuentas, cuando le mostré el gafette de prensa que logré sacar gracias a su carta.

Monsiváis casi a puerta cerrada
Domingo 10 de octubre. Hace unos días el señor editor me dijo: “Van a realizar un homenaje a Monsiváis y va a ir Ximena Peredo”. Eso significa, casi casi, que si quiero que me publiquen algo sobre la Feria del Libro, debo ir a ver qué tal se pone el evento. Luego se le resbala el nombre de Sanjuana Martínez y pienso: “Esto va a estar de poca”. Y ni siquiera me habían mencionado a Abraham Nuncio y Joaquín Hurtado, personas de ideas fuertes y comprometidas. Se antojaba como un buen evento, entre la gran cantidad de mujeres en minifalda y jovencitas rubias del Tec, que con tal de concluir su servicio social la tienen que hacer de cuentacuentos infantiles. A todas luces sólo algo como esta mesa me podía retirar de mis filias como los libros y las edecanes de Editorial Diana.

La UANL organizó esta mesa homenaje a Carlos Monsiváis para compartir anécdotas de gente que lo conoció y obsequiar a los asistentes el libro Las vicisitudes de un birrete, que contiene la memoria de la presencia de Monsi en esta institución, con fotografías en la Plaza de Rectoría y el discurso al recibir el doctorado Honoris Causa en el 2008.

Estamos en la Sala D. Luego que el poeta y cronista Margarito Cuéllar (en su tan esperado regreso a Monterrey) presentó a los ponentes, la primera en leer fue Ximena Peredo. Ya me había tocado leer una carta que le escribió a Monsiváis al saber de su fallecimiento (no es lo mejor que ha escrito), pero las cinco cuartillas que preparó para este homenaje son realmente fabulosas. Ya espero el día en que aparezcan en este espacio, con su descripción sobre las pilas de libros que habían caído como piezas de dominó, el fuerte olor a gato y el sentarse en la cama del mismísimo Monsi, mientras que éste los recibe vestido con un pijama. También habla con toda ilusión de un regalo que llevó para sus gatos y pudo haberse perdido, sin que siquiera un gato lo tocara.

Joaquín Hurtado siempre ha sido un gran cronista de guerreros y marginales. Por eso hablar sobre el cronista homenajeado le queda al puritito centavo. Por eso le anima decir que se acercó a Monsi por una cuestión de locas, cuando el panista Chuy Hinojosa se quiso poner loco con las locas de Monterrey, y proyectar un guetto para enfermos de VIH. Un campo de concentración para locas. “Para los políticos resultaba muy fácil declarar esos planes y publicarlos en el periódico”. Luego de ver la manera de organizarse, resolvieron que si alguien podría salvarlos, sería el gran santo de los marginales, el cronista posmoderno, el gran Carlos Monsiváis. Va a la ciudad de México y es atendido como si fueran amigos desde hace años, Monsi acepta acudir a Monterrey para apoyar la libertad de su rebaño. No pide pago ni apoyo para los gastos de viaje, pero garantiza que ahí estará.

Se llega el día de la cita. El lugar está atestado de locas, vestidas, afeminados, lesbianas, teiboleras, padrotes, políticos de izquierda, intelectuales, periodistas, escritores, poetas, maestros, estudiantes, amas de casa, personas de la tercera edad, y no aparece Monsiváis por ningún lado.
“Cuando finalmente apareció, fue para decirle a las autoridades de Monterrey y de Nuevo León, ¡No me los toquen! Y desde ese día es fecha, que ya no nos han tocado.”

Abraham Nuncio ha sido tentado por la fábula política y la crónica urbana. Este año cayó víctima del cuento en un libro de la UANL. No me hubiera parecido raro que en más de una ocasión se topara con Monsiváis. Y así fue. Nuncio editaba una revista y se le ocurrió publicar al cronista social político telenovelero que era Monsi. Lo visitaba en su casa de San Simón 62 y fácilmente caía en sus bromas.

-Carlos, ¿cómo estás?
-Bien, pero disculpa que no te pueda dar la mano.
-¿Por qué? ¿Qué pasa?
-La tengo llena de dedos.

“Carlos Monsiváis escribía sobre la marihuana y los que la fumaban, pero él nunca le entró a eso. Era el señor de la sobriedad. Le tenía pavor a perder la coherencia.”

Susana San Juan conoció a Monsiváis en los pasillos y patio de la revista Proceso. “Yo tenía veintitantos años y todavía no era una lanzallamas, pero ahí aprendí a serlo. Convivíamos con gente como Carlos Fuentes, Leñero, Scherer, Monsiváis. Una vez regresé de España donde fui corresponsal y estaba muy alegre porque estrenaba novio. Quería que todos lo conocieran. Scherer estaba enojado y me dijo: ¿cómo se atreve a traernos a su noviecito, si usted es de nosotros? Usted nos pertenece. Monsiváis me llevó aparte y me dijo: No le hagas caso, está loco.”

Con esta anécdota, Sanjuana ejemplifica lo desacralizador que era Monsiváis. Lo bueno que era para humanizar a los personajes fuertes, poderosos y de respeto. Un excelente redactor de perfiles, un hombre enciclopédico capaz de callarle la boca a un experto en biología molecular.

En estas iba cuando los de la Feria del Libro comenzaron a avisar que estaban a punto de cerrar las puertas. Fue algo brusco para concluir una mesa sobre el mejor cronista del México contemporáneo, pero mejor procurar la salida, antes que quedar con Monsiváis a puerta cerrada.

 

 

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