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15 octubre 2010
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¡Qué vergüenza!
Tomás Corona Rodríguez

¡Qué vergüenza para Fox, para México, para mí, para todos nosotros!

El acto chileno, aun con el morbo, la alienación, el amarillismo y la exageración mediática, representa un ejemplo de vida inmensurable, una rara concatenación entre lo social, lo justo, lo económico, lo tecnológico y la alteridad, el auténtico amor al prójimo tan desgastado y deshilachado por la iglesia, funcionó esta vez. Una profunda emoción el sentir como aquellos seres humanos volvieron a nacer después de aquella amarga experiencia.

Todos vimos un raro suceso que logró conjugar al amor, la conciencia social y las ganas de vivir de un grupo de mineros que parecían abandonados a su suerte. Un caso extraño, una tragedia con un final feliz que logró, al menos por unas cuantas semanas, unir a todo un país.

México no, las viudas de Pasta de Conchos todavía lloran a sus muertos sepultados, quienes no tuvieron ni siquiera la oportunidad de decirnos que estaban vivos. Fueron escasos los esfuerzos de parte de las autoridades, sólo injusticia, indolencia y una sociedad incapaz de exigir sus derechos más elementales, la raquítica pensión que reciben las viudas es prueba de ello. Una ola de rabia al saber que aquellos seres humanos fueron condenados a morir inexorablemente. Total falta de conciencia, de nada valieron las ganas de vivir aunque quizá nadie lo supo. Una tragedia que nos unió en la ignominia cuando el imbécil presidente en turno mandó cerrar la mina y con ella toda esperanza de vida. La otredad es un acto difícil de realizar en nuestro amolado país, ¡nos hemos vuelto tan indolentes y egoístas!

Ahora habrá que esperar a que las deplorables condiciones de trabajo de los mineros de Latinoamérica y del mundo cambien para siempre, aunque en México eso sea una utopía inalcanzable, mientras que Fox sigue gastándose impunemente nuestro dinero y “Napito” sigue  placeándose en los lugares más lujosos del mundo, gastando el dinero atesorado con el sudor y la sangre de los mineros. Nadie sabe nada, nadie dice nada, nadie hace nada, por eso siempre nos lleva la...

 

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