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Violencia contra estudiantes
Samuel Schmidt

En 1968 era peligroso cargar credencial de estudiante porque se corría el peligro de ser golpeado, detenido o desaparecido, o todas las anteriores. A mí me detuvo la policía afuera de mi escuela por buscar la liberación de un compañero y me dieron una “calentadita”: me encerraron en una camioneta mientras tres policías me golpeaban a gusto, los golpes se concentraban en las costillas y patadas en las espinillas, con la clara intención de inhabilitarme con una fractura.

El joven idealista de 16 años, en la desesperación frente a una golpiza insensata y sin fin, se escuchó pidiendo perdón; hasta la fecha me duele haberle dicho esas palabras a esas bestias que me agredían por ser joven. Cuando me dejaron descansar de sus golpes el cuerpo efectivamente estaba caliente. Yo seguía detenido en esa camioneta, sala de tortura móvil cuya puerta se abría cada tanto para preguntarme si quería “otra calentadita”.

Ahora leo sobre la agresión de la policía federal contra un grupo de jóvenes que se manifestaban contra la violencia en Ciudad Juárez. Algunos de esos estudiantes son activistas de izquierda que han mantenido una voz constante dentro de una sociedad ultrajada que se ha silenciado por el miedo. Los estudiantes y las autoridades universitarias denunciaron a las unidades desde las que salió la agresión. Y uno se suma a las voces que piden justicia por este agravio.

Yo ¡nunca! podría justificar la agresión policiaca como respuesta a un altercado verbal, aunque ellos se justifiquen porque algunos estudiantes iban encapuchados como prevención frente al clima de miedo que recorre al país. En el colmo de la cobardía el estudiante herido fue balaceado por la espalda. El gobierno ha entregado a los dos policías que dispararon; ellos deben ser acusados de intento de homicidio con todas las agravantes. Ya flota la versión de que los estudiantes aventaron piedras y ellos que habían llegado disparando, dirigieron sus armas a gente desarmada e inerme.

Esta agresión se da justamente después de otro asesinato policial contra una familia que no se detuvo en un retén, aunque esa es la explicación policiaca, cuya verdad no podrá ser contradicha porque no dejaron testigos, o si los hay los amedrentarán. Como la policía se investiga a sí misma cuando lo hace, lo más seguro es que nos encontremos de nuevo ante un hecho encubierto donde la complicidad asegure la impunidad.

Los estudiantes dicen ser objeto de la violencia de los narcos y de la policía. Hasta ahora en Juárez hay algunos hechos de violencia contra profesores y estudiantes, en algunos casos se dice que los agredidos estaban involucrados en actividades delincuenciales, aunque nunca se probó nada en virtud que la investigación policíaca es mala y todavía usa la tortura como método de indagación. Hay estudiantes desaparecidas y violadas, fenómenos que por desgracia se han hecho comunes. El gobierno debe proteger a sus estudiantes porque son la masa pensante que ayudará a construir el futuro, eso sin demérito de la protección que le deben al todo social.

Hoy más que nunca es válida la metáfora de la olla de presión para entender lo que sucede en el país. Las tensiones se incrementan constantemente; la violencia del narcotráfico adquiere un tinte irracional y enfermizo al ampliar sus objetivos, aterrorizando a la sociedad que ve que ninguna actividad es segura; el reciente acribillamiento de jóvenes y de obreras en un transporte especializado demuestra que cualquiera está en riesgo. Se amplían los conflictos laborales y las autoridades de hacienda aumentan sus tácticas terroristas que han llevado a muchos negocios al cierre; ellos piensan que alguien que no puede pagar impuestos es por su mente delincuencial y no por la condición de freno de la economía. Esto aumenta el desempleo y el terreno propicio para el crimen organizado. Conforme nos acerquemos al 2012 esto se incrementará.

Uno sospecha que esta embestida policíaca contra los estudiantes de Juárez podría tratarse de una provocación contra el recién inaugurado gobernador de Chihuahua, quien planteo una nueva vía para abordar la violencia. Tal vez habría que sumar el surgimiento de un escuadrón que secuestra, graba, difunde los interrogatorios y ya ejecutó a una de sus víctimas. Una denuncia lleva hacia la policía o a su asociación con los criminales.

No se puede tomar a la ligera el ataque de la policía federal contra ciudadanos desarmados que protestan contra la violencia; la agresión es contra el estado de derecho y las libertades. A menos que haya una sanción severa, continuará elevándose el nivel de impunidad del aparto policíaco-judicial que masacra las escasas libertades que quedan en México.

Aunque suene a un cliché repetido en un gran clamor que arrancó desde los sesentas, exigimos justicia y la aplicación de la ley a los criminales con y sin uniforme.

 

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