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23 Noviembre 2010
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Totopos en la escuela secundaria
Héctor Franco Sáenz

Al margen de que se revise, si la etapas clásicas de la Psicología, en cuanto al desarrollo de la personalidad son aún vigentes, esa división nos dice que la fase entre los 12 y los 18 años de edad, es fundamental en la formación del individuo, dado que es (o era) en la adolescencia, cuando la persona normalmente, define lo que será en el futuro.

Dividida la adolescencia en dos partes, la pubertad de los 12 a los 15 años, y la adolescencia propiamente dicha de los 15 a los 18, posee un fuerte significado en cuanto al sentido formativo de la labor educativa que deben realizar las secundarias y las preparatorias para despertar en esta etapa, todos los intereses del alumno para canalizar los dominantes hacia el futuro profesional en cualquiera de sus vertientes.

En este componente formativo de la educación secundaria, se han basado los proyectos mejor sustentados que demandan una reforma al Bachillerato, dado que sostienen que todavía hasta los 18 años de edad, la persona es un ser en formación que requiere de una educación en tal prospectiva, con actividades físicas e intelectuales que le den un perfil a su personalidad, lo que nada tiene que ver con el aspecto de la autonomía en las escuelas de bachilleres y la forma en que se ha interpretado.

Debe tenerse presente que la educación secundaria no es ni fue lo mismo de lo que hoy es la escuela secundaria, al menos en México que a partir de su independencia y hasta 1926, la educación secundaria la integraban dos ciclos, con duración de 3 años cada uno: el secundario y el preparatorio, nivel al que se ingresaba al haber cubierto la primaria superior. Estos ciclos se ofrecían, en nuestro caso, en el propio Colegio Civil o en las Normales, en las que al segundo le llamaron “ciclo profesional”, con el sentido de educación para el trabajo ya que al terminar lo hacían como “Profesores de Educación Primaria”.

El anterior fue el esquema dominante en México con algunas ligeras variantes, hasta que los vientos modernizadores de la educación llegaron a las cúpulas del poder, las cuales, sino en forma directa si como respuesta al recurrente distanciamiento de la Universidad Nacional con los poderes constituidos, vieron en el modelo educativo norteamericano la vía para formar ciudadanos más comprometidos con las necesidades de su comunidad y comprometidos con las políticas del Estado.

Así fue como el Estado crea y administra la escuela secundaria, nivel al que se ingresa al terminar la primaria superior (completa, de 6 años), periodo que se integra al restarle los 3 primeros años de los 6 (o 5 en algunos casos) que se llevaban en las Preparatorias que dependían de las Universidades, o en nuestro caso del Colegio Civil. Resulta interesante la manera en cómo la Comisión Organizadora de la Universidad de Nuevo León, recomienda cómo a partir de agosto de 1933, ya no habría inscripción para el ciclo secundario como hasta entonces se hacía, precisamente el año que en la entidad, inicia la primera escuela secundaria.

Con mayor encono en la Ciudad de México, los reclamos no se harían esperar y en plena rebelión cristera, las protestas continúan hasta que el Estado concede la autonomía a la Universidad Nacional (1929), proceso que tiende a generalizarse en las demás instituciones, que por lo general conservan sus Preparatorias, salvo en los casos que al estar conscientes de cuál es su función como instituciones de educación superior, ceden los bachilleratos al Estado, como sucedió por ejemplo, en Sonora.

Entre esas vicisitudes nace en nuestro país la escuela secundaria, existiendo hasta 1958 una sola modalidad, que se conoce como general a partir de que se crean las secundarias técnicas, tipo de escuelas que además de los contenidos académicos de las generales, incorporan actividades tecnológicas con miras a preparar al alumno para incorporarse a las actividades productivas, como sucede en el gobierno del Presidente Adolfo López Mateos, cuyo Secretario de Educación Pública era Jaime Torres Bodet, y Director General de Segunda Enseñanza hasta 1961, el profesor Humberto Ramos Lozano, fiel continuador de la obra de Moisés Sáenz Garza, fundador de la Secundaria Mexicana.

Torres Bodet en sus Memorias, comenta que “1960 fue para mí un año de luchas, incertidumbres y, por momentos, amargas desesperanzas, 1961 me dio la oportunidad de apreciar algún éxito en mis esfuerzos.” Decía lo anterior cuando ya se veían los frutos de un mayor incremento de la matrícula y abatimiento de la deserción, como resultado de la política aplicada en la construcción de escuelas, los desayunos escolares y la implementación de los libros de texto gratuitos.

Menciona el titular de la SEP que aparte de la cantidad, aspecto que iba en constante mejora, le preocupaba la calidad, y que por eso quería “corregir el academismo ficticio que seguía prevaleciendo en las escuelas de nivel medio. Los alumnos de esos planteles padecían los efectos de una plétora de asignaturas: 12 en ciertos años…”

Ante esa situación, agrega Torres Bodet, “se imponía una reducción en el número de las materias tratadas a la ligera y con fórmulas memoristas. Lograría aprovecharse mejor el tiempo en actividades prácticas dentro de los laboratorios y los talleres”, esencia de la reforma a la segunda enseñanza, su orgullo, de 1961. Concluye diciendo que “la segunda enseñanza no debía considerarse como un corredor que, de manera forzosa, condujese al alumno al umbral de una facultad.”

En 2004, ya siendo obligatoria la Secundaria, a más de 40 años de esa reflexión, la SEP, en un documento base para la reforma “Reforma Integral de la Educación Secundaria” reconoce en forma implícita, que el curriculum realmente existente nos muestra que las cosas se han agravado, porque: persiste el exceso de asignaturas, los temas se ven superficialmente y a la ligera, hay exceso de actividades extracurriculares, por el exceso de grupos es limitada la interacción entre el alumno y el maestro, quien además no tiene tiempo para profundizar en su tarea, no existe trabajo colegiado, la desarticulación al interior de las mismas escuelas es una realidad y el método “memorista” y la repetición, siguen dominando en las aulas.

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