675 24 Noviembre 2010 |
FRONTERA CRÓNICA Cuando veo u oigo noticias sobre maltrato a migrantes, más me convenzo de que la mayoría de la gente que intenta o logra internarse a Estados Unidos termina la educación que requiere en el trayecto hacia ese país o en su estancia allá. Durante el recorrido, la gente que migra se va enterando de que deja un país rico en recursos, tradiciones y formas de pensar. Toda la geografía que pretendieron enseñarle en las escuelas en que estuvo, empieza a tomar forma, a vivir de bulto en su vida. Ya no se trata de mapas con nombres milimétricos o llenos de líneas torcidas confundiéndose unas con otras, sino de algo más significativo, algo que le sirve para saber su lugar en el mundo en que vive. Las leyes que tanto le hicieron recitar y pocas veces discutió porque no sabía que se trataba de herramientas que podían servirle a largo plazo, van tomando cuerpo, van significando más que algo escrito en un papel pulcro en exceso cuya lectura produce fatiga y aburrimiento. Y no se trata de leyes latinas que seguirán vigentes del otro lado, sino de leyes internacionales avaladas por Derechos Humanos. Entiende por fin que hay leyes que no se quedan en el papel ni son soslayadas por las autoridades. Termina por entender ese sentido de pertenencia que antes no la ligó sino a su familia. Y lo que antes hacía como una rutina lindante en el fastidio (cantar el himno nacional, saludar a la bandera, recitar el juramento cada lunes o en cualquier ceremonia) ahora se siente en el alma, un alma que no creía tener, y que se ensancha y le hace desear el contacto con la gente que habla su idioma en el extranjero. Y entiende al fin la historia de los racismos que han campeado hasta ahora por el planeta. Lo que antes había llegado como un leve rumor acerca de guerras mundiales, sobre la belicosidad gringa o la guerra entre México y Estados Unidos, cae por fin en ojos y oídos dispuestos. Estoy convencido de que migrar, para mucha gente, es como terminar la educación que necesitaba. Termina valorando su propio idioma, aprendiendo un idioma extranjero, entendiendo al fin que las matemáticas, la geografía, la historia y demás materias que tenía pendientes de aprender le son ahora necesarias para vivir. Y sobre todo, sin exámenes de por medio. Sin embargo, a pesar de lo escrito hasta aquí, no creo que la gente necesite migrar para aprender todo eso. Tal vez si aprendiéramos a tiempo las materias que aplazamos a veces de por vida, seríamos capaces de exigir a este gobierno y a los que sigan, que propicien otro país, uno en el que se pueda vivir en paz, sin incertidumbres, sin temores, sin necesidad de andar pensando que la vida está en otra parte. Terminaríamos, en pocas palabras, por alcanzar los aprendizajes que necesitamos para vivir y no aquellos que los organismos internacionales pretenden endilgarnos de manera estandarizada. Bastaría con que las y los docentes preguntaran a sus estudiantes lo que desean aprender. Desventuradamente, esto tampoco se pone a consideración del magisterio, como si las y los docentes nada más sirvieran para echarles la culpa de las calamidades que atraviesan a nuestro país, y que en realidad son consecuencia de un vergonzante desgobierno digno de peores pueblos. jrmavila@yahoo.com.mx
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