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TRANSICIONES
Gracias don Pepe
Víctor Alejandro Espinoza
La madrugada del viernes 26 de noviembre murió un mexicano ejemplar: José Álvarez Icaza Manero. Perteneciente a una generación de hombres y mujeres comprometidos con la transformación de nuestro país, don Pepe, como le conocíamos, fue un verdadero ejemplo para las generaciones post 68. Fundó una institución pionera en la defensa de los derechos humanos: el Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS) el 22 de junio de 1964. Ahí se formaron muchos de los activistas en pro de las mejores causas, entre otras, la defensa de las libertades civiles, políticas, el respeto al libre pensamiento y a la diversidad.
No es cualquier cosa crear una agencia de noticias alternativa en un contexto donde cualquier opinión contraria o que señalara los excesos del poder era objeto de persecución. El acoso fue constante y los allanamientos policíacos al local fueron constantes. Nada arredró a Pepe; para ello contó con la solidaridad de otros líderes sociales y políticos como: Heberto Castillo, Rosario Ibarra de Piedra, Hugo Morales y tantos otros que decidieron apoyar y apoyarse en un centro de comunicación diferente. Una de las principales vertientes que le han dado identidad a CENCOS fue la difusión de las actividades de la iglesia católica comprometida con los pobres de México y América Latina. Fundó el semanario Iglesias, vehículo fundamental de discusión de la Teología de la Liberación que tuvo en el obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, a uno de sus principales líderes. Pero en CENCOS encontraron voz quienes eran ignorados y perseguidos por el poder. Por eso don Pepe fue pionero en la defensa de las libertades civiles y políticas en México.
Don Pepe fue padre prolífico; junto con su compañera de toda la vida Luzma (Luz Longoria y Gama), tuvo una prole de 14 hijos. Entre ellos quien fuera Procurador de los Derechos Humanos del Distrito Federal, Emilio Álvarez Icaza. Ingeniero civil de profesión, Pepe hizo muchos cimientos: los del estadio Olímpico de CU, la Torre de BANOBRAS, la Facultad de Medicina de la UNAM, entre otros.
Don Pepe abandonó su vida cómoda y próspera para abrazar la causa de los desposeídos desde la comunicación social. Dio voz a quienes carecían de ella: a todos los marginados de México y América Latina en un tiempo donde los medios de comunicación eran sumisos con el poder y el pensamiento crítico era perseguido. Pepe se mantuvo al frente de CENCOS con valentía, entereza y una infinita solidaridad.
Conocí a Pepe en 1981 cuando llegué a vivir al DF, gracias a mi recordado amigo Manuel Gutiérrez Vidal. Con gran generosidad, don Pepe me abrió las puertas de CENCOS. Mi primera encomienda fue apoyar a Luzma en el área de Recursos Humanos. Pero muy pronto, le pedí la oportunidad de escribir artículos cortos para un diario que se enviaba a diferentes medios de comunicación: Informativos CENCOS. Fue mi primera oportunidad de trabajo profesional en medios de comunicación. Pero sobre todo, Pepe me brindó su amistad. Ir a su casa a comer era una delicia: un mundo de gente se daba cita: 14 hijos, sus parejas, familiares, invitados, etcétera. Pepe sonreía satisfecho de ver a su prole. Pepe conocía este país y a sus personajes como nadie. El era la agencia de noticias ambulante.
Pepe fue velado en la sede de CENCOS en Medellín 33 en la Colonia Roma. La foto sobre su ataúd lo mostraba sonriente, como nos saludaba todas las mañanas cuando llegábamos al viejo edificio con sus pisos de madera. Así lo recuerdo ágil, amoroso, lúcido. A Pepe lo dejé de ver durante muchos años, pero sabía que estaba ahí, en su querido DF, cerca de nuestra entrañable agencia de comunicación. La última ocasión que tuve noticias de él, fue a través de otro de sus hijos, Pablo, quien me dijo que pese a su enfermedad me recordaba; qué gusto me dio saberlo. Siempre le estaré agradecido. Don Pepe murió rodeado de los suyos, de su querida Luzma, de sus 14 hijos y de sus nietos y con el reconocimiento y la amistad de muchos quienes tuvimos el privilegio de conocerlo.
victorae@colef.mx
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