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3 Diciembre 2010
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ANÁLISIS A FONDO:
¡Hasta cuándo, Catilina!
Francisco Gómez Maza

El lenguaje críptico del INEGI busca ocultar la realidad
La verdad: los empresarios no tienen tantita confianza

mEste jueves, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) dio a conocer dos crípticos documentos para el común de los mortales: el llamado Indicador Agregado de Tendencia (IAT) y el Indicador de Confianza del Productor. Qué son estos misteriosos indicadores económicos. Qué quiere el Instituto comunicar a los ciudadanos con un lenguaje que, muchas veces, ni sus mismos economistas saben explicarse en palabras llanas y mucho menos entienden. El IAT – vamos a ver si me entiendo – es un mecanismo que, digamos, revela la opinión de los dirigentes empresariales acerca de la situación que presenta su empresa con relación al comportamiento de sus procesos productivos, la utilización de la capacidad de producción de su planta industrial y del equipo que emplean para producir, la maquinaria, el comportamiento de la demanda nacional de los productos de la empresa (si la gente le interesa o puede comprarlos), el comportamiento de las ventas – exportaciones - a otros países, el comportamiento del empleo (cuánta gente tienen ocupada; cuánta necesitan; cuánta han despedido). El ICP es prácticamente lo que perciben los empresarios, principalmente del sector dedicado a los productos manufacturados, acerca de la situación económica que se presenta en el país y en su empresa. Este indicador resulta de promediar cinco indicadores parciales: momento adecuado para invertir, situación económica presente, situación económica futura, situación económica presente de la empresa, situación económica futura de la empresa. No quedó muy claro, pero sí más que los informes del INEGI. Jajajaja.

Pues en tiempos de ira – de violencia supina y de muerte súbita -, los asuntos de la economía no pueden marchar como dios manda. Es imposible. La inseguridad – estamos en guerra, peor que Irak o Afganistán -, inhibe a los poderosos que, muertos de miedo, no se atreven a arriesgar su dinero ni mucho menos su vida. Y los paganos son los trabajadores, que por legiones andan en busca de un puesto de trabajo aunque sea mal remunerado. Caso hay, dirían en lenguaje popular los habitantes de mi datcha. No hay inversión, no hay empleo y los empleos que hay están muy mal pagados y no levantan el poder de compra de los consumidores, que viven con el Jesús en la boca pensando qué comerán mañana y cómo van a alimentar, curar, vestir a su familia, ya no digamos darle un tiempo de esparcimiento. La encuesta del INEGI para conocer más o menos la tendencia de la economía, dicen los encuestadores se situó en noviembre pasado en 53 puntos (Chin. Ya empezamos con los números que nadie entiende), lo que, según la gente del INEGI, significa un avance de casi 3 puntos en comparación con los 50 puntos registrados en octubre, pero este avance es consecuencia de los incrementos anuales reportados por la producción, la utilización de la planta y equipo, la demanda nacional que, dicen, se elevó 1.63 puntos; las exportaciones, que fueron mayores en 1.7 puntos y el personal ocupado que avanzó un raquítico 0.3 por ciento. Debe atender el lector que los avances son raquíticos. No hacen verano. Las curvas o líneas de las gráficas (qué lástima que no las podemos mostrar en este espacio) no son de ninguna manera alentadoras. Los números sólo hablan de tendencias, pero las tendencias no necesariamente irán en el sentido de las manecillas del reloj. Dependen de muchos factores, sobre todo políticos (y ya estamos entrando en la incertidumbre de la sucesión presidencial de 2012; y la violencia y muerte de la guerra del narcotráfico no amaina).
 
La confianza del productor, medida hasta noviembre (lo que dijimos antes que llaman ICP) no canta mal las rancheras. En noviembre reportó una disminución de 0.32 puntos negativos (lo escriben así: “(-)0.32)”. Los factores como “el momento adecuado para invertir” y los relativos a la situación económica futura del país y de la empresa observaron caídas mensuales: por su parte, los que se refieren a la situación económica presente del país y de la empresa registraron crecimientos – doce el INEGI – durante noviembre. Pero la comparación la hace el instituto a largo plazo. Compara noviembre de 2010 con noviembre de 2009 y eso es larguíiiiisimo plazo. Claro. En noviembre, siempre de acuerdo con la encuesta oficial, el ICP se ubicó en 51 puntos, mientras que en noviembre de 2009, lo hizo en 39 puntos. No hay comparación porque el entorno de 2009 no es el mismo que el de 2010. El hecho es que la confianza delo productor no se mueve significativamente. Digamos que los empresarios están ya tranquilos; comienzan a sacar su dinerito del banco para aumentar la producción y, por consiguiente, crear puestos de trabajo. Y vamos a las condenadas cifras: Las cifras mensuales sobre la opinión y percepción del productor respecto a los componentes parciales que conforman el IPC (¿ya se lo aprendió?) observaron el siguiente comportamiento – lo dice el INEGI; no yo -: el que da cuenta de si éste es el momento adecuado para invertir se redujo (-)03 puntos. Los que captan la apreciación sobre la situación económica presente y futura del país observaron variaciones de un positivo 2 por ciento y un negativo 1 por ciento, y los que hacen referencia a la situación económica presente y futura de la empresa registraron cambios de 0.9 y (-)0.4 puntos, durante el pasado noviembre en comparación con el inmediato octubre. Las gráficas tampoco son optimistas. Las curvas están por debajo de los 50 puntos. Pero hay que recordar que estos, tanto IAT como el ICP, son ejercicios de economistas que le hacen de econometristas. Entrevistar a un millar de empresarios difícilmente revela el sentimiento de todos los empresarios. Ya lo hemos visto en el trabajo que realiza cualquier encuestadora, hasta la del amigo Roy Campos – Consulta Mitofsky -. Sólo son acercamientos. La realidad es totalmente distinta.

Pero mejor dejémonos de cuentos aritméticos. Y vayamos a lo real. A la real economía. Una economía que enriquece a los detentadores de los grandes medios de producción y no crea empleos bien remunerados es realmente un fracaso, aunque sus cifras se vayan a lo más alto de la curva de Gini. Es una economía castrante, insultante, excluyente de la mano de obra. Mientras los reducidos grupos de las clases dominantes viven como jeques árabes, los trabajadores pasan humillantes penurias. Y esto es lo que pasa en México, y ya no hablemos de los muertos y… de lo más vergonzante.

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http://lacomunidad.elpais.com/analisisafondo/2010/12/2/analisis-fondo-hasta-cuando-catilina-
analisisafondo@cablevision.net.mx

 

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