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3 Diciembre 2010
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Las guerras de Televisa
Luis Valdez

Ya fuimos testigos de las guerras de Televisa contra su competencia de enfrente, luego contra los que no había “respetado” sus mentados contratos de exclusividad y más tarde contra televisoras pequeñas. En fechas recientes presenciamos su guerra contra los anuncios indecentes de Grupo Reforma y ahora sigue la revista Proceso.

¿Por qué tanta cruzada? Los televidentes que no vemos telenovelas, sabemos que Televisa no tiene la mínima conciencia moral para cuidarse de los anuncios de mujeres en los clasificados de periódicos. Ellos también son una empresa y si necesitan poner a Maribel Guardia o Niurka semidesnudas en la hora en que los niños desayunan su cereal, lo harán.

La guerra de un monstruo de los medios se declara de manera tan fugaz como termina. Lo hace antes de que haya una represión. Es como las intervenciones “por la paz que realizan los Estados Unidos de Norteamérica, en países ricos en petróleo pero con inestabilidad social. Es decir, que si lo vemos como una cadena alimenticia, Televisa es una corporación de mayor tamaño que las que ataca y engulle. Todo esto mientras a la mayoría del teleauditorio se le enajena con futbol, telenovelas y caricaturas del Chavo del ocho. Un ataque lo suficientemente rápido para que estos mexicanos plantados frente al televisor no tengan tiempo de tomar conciencia de lo que está sucediendo en las oficinas desde las que se transmiten los “sanos programas de entretenimiento familiar”.

Los medios de comunicación, tanto TV como radio y prensa, han llegado a ser observadores eficaces. Pero, ¿quién los observa a ellos? ¿Quién regula lo que deben o no ver? ¿Por qué los medios aprovechan tanto esta capacidad para ver hacia dentro de los hogares, sin dar oportunidad a que los mexicanos que consumen su contenido puedan mirar hacia el interior de los medios?

Claro, porque habría muchas cosas (muchas guerras sucias) que cuestionar. Por eso los políticos que son candidatos a algo, van a tu casa para declamarte sus propuestas, y no te reciben en su propia casa, donde la amante está desnuda en la cama, la esposa alcoholizada en la cocina y el hijo en el baño inyectándose algo.

Por eso las guerra entre los medios de comunicación son tan rápidas y de doble moral. Tan falsas y tan muy entre ellas que, aunque se justifiquen con mujeres desnudas en un periódico (Televisa vs Grupo Reforma) o amistades con el narco (Televisa vs Proceso), a los ciudadanos promedio nos vienen importando un pito. Sabemos que con quienes menos tienen que ver sus pleitos de vecindad, es con nosotros.

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