695 22 Diciembre 2010 |
FRONTERA CRÓNICA Quienes quieran ver en el Diego Fernández liberado sólo un remedo de Papá Pitufo, no estaría mal que reconsiderasen. La verdad es que hay mucha gente con motivos para temerle en este momento, entre ella: algunos abogados que tienen pendiente con él alguna factura que pagar, quienes se dijeron amigos y lo abandonaron a su suerte durante el secuestro y, sobre todo, los aspirantes a la presidencia en el 2012 que ven en él una amenaza real. Ahora que la telenovela del secuestro ha llegado a su fin, recuerdo El Rescate de Jefe Rojo, escrito por O’Henry. En ese cuento, unos hombres raptan a un niño rico que se hace llamar Jefe Rojo. Durante el cautiverio perturba tanto a los secuestradores, que éstos terminan pagando rescate con tal de que regrese a casa de su padre empresario. Por supuesto, sólo se trata de un cuento, y lo de Diego Fernández, que de rojo nada tiene, sólo él sabe. Aunque les aseguro que en México hay mucha gente que aportaría en una colecta para que lo mantuvieran secuestrado. La noticia de su liberación ha sido una bomba que relegó a segundo plano al artero asesinato de Marisela Escobedo en Chihuahua, a los 28 muertos y los 52 heridos por la explosión de ductos de PEMEX en Puebla y al estallido de un coche-bomba en Nuevo León. Tal vez esto se deba al temor que despierta su reaparición en la vida pública, porque hay gente que no olvida el apoyo que Fernández dio al fraude electoral contra Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, ni la protección que brindó a los banqueros con el Fobaproa, ni el apoyo que orquestó para sacar adelante la ley Televisa, ni la impunidad con que su despacho de abogados se maneja entre empresarios, políticos y (se dice) religiosos. Claro que hay gente que se alegra con su liberación. Como López Dóriga, que da la noticia en su acostumbrado estilo cantinflesco: “Se encuentra débil pero fuerte… después de este larguísimo secuestro que sin duda es el más largo del que haya registro en México”. Y no falta quien dé gracias a Dios por su liberación y termine calificando al recién liberado de humanista. Estoy convencido de que decir esto es ofensa para los humanistas de verdad y de que, si pudieran, algunos se levantarían de su tumba para protestar por tal ofensa. Diego declara al ser liberado: “Por lo que se refiere a los secuestradores y como hombre de fe ya perdoné y como ciudadano creo que las autoridades tienen una tarea pendiente, pero sin abuso, sin atropellos, sin flagelaciones". Más adelante, escudado en Cervantes, reza: "Mis arreos son las armas, mi descanso el pelear, mi cama las duras penas, mi vivir, siempre luchar”. (¿Es esto humanismo o son amenazas?) Para mí, afirmar que Diego Fernández es un humanista es tan falso como asegurar que Calderón gobierna en este país. Cuidado porque ahora sólo se ha liberado, pero está pronto a desatarse y hay mucha gente que, por miedo, lo va a apoyar. Esto sin contar a los fanáticos mochos que están de fiesta y, si dependiera de ellos, lo nombrarían Hijo Predilecto de la Patria. De la suya, por supuesto.
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