TRANSICIONES
A pegar de gritos
Víctor Alejandro Espinoza

Tijuana.- La noche del 15 de septiembre vivimos muchos Gritos en México. Los hubo de todo tipo: desangelados, bajo la lluvia, con temor, con poco volumen o con mucho gritadero; de todo como en botica.

La televisión nos brindó imágenes de gritos que se celebraron en las embajadas de lujo de nuestro país: Madrid, Roma, París, Londres, Washington. Son las capitales en las que sueñan muchos para un exilio dorado; o para esperar mejores tiempos o que a sus padrinos les vaya bien en la próxima elección. Pero no se la pasan mal nuestros diplomáticos en esas embajadas. Ahí estaban gritando y festejando a la patria que tanto les ha dado.

Fue en 1824 cuando inicio la tradición de dar el Grito en Palacio Nacional el 15 de septiembre a las 11 de la noche. Según distintas fuentes, fue durante la presidencia de don Guadalupe Victoria  cuando se decidió celebrar por todo lo alto el aniversario del inicio de la lucha armada contra el régimen español. Sin embargo, pese a que el llamado del cura don Miguel Hidalgo y Costilla ocurrió en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, sería el presidente Antonio López de Santa Anna quien decidió que el acto se celebrara el día 15 a las once de la noche para evitarnos la levantada de madrugada a pegar de gritos. Hasta eso fue bastante considerado don Antonio.

Pero la instauración oficial del día del Grito tuvo lugar después de 21 años, en 1845, para a partir de ahí extender el evento a todo lo largo y ancho del país. Ha pasado un año desde que tuvieron lugar los fastuosos festejos del bicentenario de nuestra independencia. Hoy todavía seguimos esperando la inauguración de la Estela de Luz, que ejemplifica con claridad lo que nos ha venido ocurriendo como país. Obras anunciadas con bombo y platillo que consumen millones de pesos y que al final nadie asume la responsabilidad por el despilfarro y la corrupción.

El grito presidencial estuvo pasado por agua. Llovía a cántaros y seguramente Felipe Calderón y familia que lo acompañaba rememoraban el año anterior cuando con los festejos del bicentenario se echó la casa por la ventana. ¿Se acuerdan de la botarga gigante? ¿Y las proyecciones sobre Palacio y la Catedral? Ese sí que fue festejo y no el del pasado jueves, donde se percibía una sensación de que el presidente ya va de salida.

Y donde sí estuvo el festejo a todo lo que da fue en la capital del Estado de México. Fue un grito a cuatro manos; donde ni el lábaro patrio sabía por qué había doble gobernador. Eruviel Ávila había tomado posesión por la mañana, pero en esa entidad la tradición dicta que el gobernador lo deja de ser hasta después del grito. Y ahí estuvieron en el balcón los dos al unísono gritando loas a la patria. Al final se repartieron las faenas: Enrique Peña Nieto atizándole a las campanas y Eruviel Ávila moviendo la bandera.

Como que uno empieza a pensar mal cuando las principales cadenas televisivas le dedicaron el mismo tiempo de transmisión en sus noticieros a los gritos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Yo no vi ninguna nota en cadena nacional acerca de las arengas de José Guadalupe Osuna Millán, o de Leonel Godoy, por ejemplo, gobernadores de Baja California y Michoacán, respectivamente. ¿Qué será? El tamaño del Estado de México? ¿Que Peña Nieto aventaja en las encuestas a todos los pre- pre-candidatos? ¿Que es más fotogénico, incluso que Marcelo Ebrard?

En fin, pronto, en una semana, dará inicio formal el proceso rumbo a la elección presidencial. Y los gritos y sombrerazos crecerán en intensidad y frecuencia. El año próximo será el último para Felipe Calderón y ya habrá presidente electo. La soledad del palacio contrastará con las multitudes que rodearán al nuevo (o a la nueva) ejecutivo federal. Esa será otra historia.

Investigador de El Colegio de la Frontera Norte.
victorae@colef.mx

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