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LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Pemex  y “la españolidad” de Repsol
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- A los empresarios españoles y su gobierno les parece válido enarbolar la bandera del libre comercio y la globalidad financiera para adquirir bancos mexicanos y lograr contratos monopólicos de Gas Natural, pero no lo es para que Pemex participe como accionista en la toma de decisiones de la empresa española Repsol.

Pemex había sido, hasta ahora, muy discreta o secreta para no publicitar la participación accionaria que tiene desde hace años en la empresa petroquímica Repsol, una empresa trasnacional con base en España, que ha hecho grandes negocios en varios países de América Latina en el ramo de los energéticos.

Hace apenas unas semanas se dio a conocer que Pemex y la empresa española Sacyr-Vallehermoso establecieron un pacto para actuar de común acuerdo haciendo una especie de alianza de accionistas y elevaron su participación en el capital de Repsol hasta un 29 por ciento, misma que les debiera dar un poder específico en el consejo de Repsol.

Cuando se anunció esta operación hubo de inmediato reacciones en México y en España.

En México se puso en duda la legalidad del proceder de Pemex, ya que entre otras cosas el director no informó previamente a su consejo consultivo. Los directivos alegaron que para ese tipo de decisiones no se requiere del visto bueno del consejo. También se señaló que para la compra de las acciones adicionales se había solicitado un crédito. Para el Secretario de Hacienda se trató de una acción positiva para Pemex y para Repsol.

En España la reacción fue de rechazo a la presencia accionaria de Pemex y asumieron una actitud que podría tacharse de nacionalista o de provinciana. El gobierno español señaló que  "no opina ni interviene" en operaciones empresariales, pero que sí le preocupa "garantizar la españolidad" de Repsol, una empresa dijo el gobierno "muy importante", con carácter "estratégico" y que hasta ahora "ha sido muy bien gestionada".

Esta condición de españolidad, que de repente apareció en el lenguaje de los empresarios y funcionarios españoles, no puede interpretarse de otra manera que no sea que: el control de las decisiones de la empresa Repsol debe estar en manos  de nacionales españoles. 

El ministro de Industria de España  justificó el requisito de españolidad, ya que se trata, dijo, de la primera o más grande empresa energética con base en ese país. Y lo expresó de la siguiente manera: el gobierno "da la bienvenida" a una operación "dentro de la legalidad", que aumente el potencial de la petrolera, pero siempre "garantizando su españolidad".

 En la sesión del consejo de accionistas de Repsol, que se celebró el miércoles pasado, ya con la presencia de la alianza Pemex-Sacyr, el resto de los accionistas cerró filas con el director general de la empresa y preparó el camino para la expulsión de los representantes de ambas del órgano de administración.

Además, en esa misma reunión, el consejo aprobó un cambio del reglamento que blinda la "transferencia de tecnología" de la empresa española a la empresa mexicana. Esto es de primordial importancia, ya que el acceso a la tecnología de Repsol era uno de los "beneficios concretos" que la compañía estatal mexicana esperaba "capturar" con el aumento de su participación y su alianza con la constructora española.

Según la nueva redacción del reglamento del Consejo, se someten a estrictos requisitos las operaciones que la sociedad realice, directa o indirectamente, con consejeros, con accionistas significativos representados en el Consejo o con personas a ellos vinculadas. En particular, las operaciones vinculadas que tengan por objeto activos estratégicos de la sociedad, que impliquen transferencia de “tecnología relevante”.

Además, si se planteara una operación de ese tipo, de transferencia de tecnología de Repsol a Pemex, los votos de la accionista  mexicana no contarían, y es posible que tampoco los de Sacyr, en la medida en que hay un acuerdo de sindicación de las acciones entre ambos.

El acceso a la tecnología de Repsol, sobre todo para la búsqueda de petróleo en aguas profundas, era uno de los "beneficios concretos" que Pemex esperaba "capturar" a través de operaciones vinculadas. Esta era una de las justificaciones que daba Pemex para aumentar su participación en Repsol y aliarse con Sacyr de modo que pudiera ejercer una influencia significativa en la compañía.

Pemex ha fijado su interés en dos proyectos de Repsol: Caleidoscopio y Sherlock. El Caleidoscopio, creado hace cuatro años, procesa imágenes para elaborar un mapa del subsuelo que facilita el hallazgo de petróleo. El programa, 15 veces más rápido que otras alternativas, ha sido desarrollado en colaboración con la Universidad de Stanford, IBM y el centro de Supercomputadora de Barcelona. Por su parte, el programa Sherlock es un proyecto multidisciplinario de geología, geoquímica y química analítica de alta resolución; el objetivo es disminuir los riesgos que conllevan las actividades de perforación.

Con las actitudes y actos del gobierno español y de los accionistas españoles en defensa de la españolidad de la empresa Repsol, no debiera extrañar entonces la defensa nacionalista que se ha hecho históricamente de Pemex como una empresa del estado mexicano y la exigencia de mantener el control del estado sobre los yacimientos y su explotación.

El nacionalismo está vivo y vigente en todas partes del mundo. A los mexicanos se nos quiere convencer de lo contrario, de que el nacionalismo es una aberración histórica, que ya no se corresponde con un mundo globalizado.

Para justificar la entrada de inversión extranjera en México en áreas estratégicas como la energética, se nos dice que lo importante es que se haga una adecuada explotación de los recursos naturales, no importa la nacionalidad de las empresas.

Convendría pedirles a los empresarios y gobierno españoles que nos ayuden a definir la “mexicanidad” para aplicarla en el manejo de los bancos que antes eran de accionistas mexicanos.

 

 

 

 


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