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912 24 Octubre 2011

Melancolía en otoño
Cordelia Rizzo

Monterrey.- Dentro de este olor a muerte que nos asedia, cabría darnos cuenta que ha llegado el otoño, y con este cambio de estación, aunque sutil para nosotros los regiomontanos, en comparación de otras partes del mundo, se asoma la melancolía.  La famosa bile noir, el spleen romántico, el temperamento flemático y la meditación sobre la inminente muerte del año, del ciclo (ese tiempo cíclico que no se va de nosotros por más que vivamos en la modernidad). No obstante, el fenómeno del otoño y de la melancolía no son exclusivos de almas ensimismadas y gustosas de la tortura de la abstracción meditativa como la mía, sino están también anclados en procesos colectivos como el que estamos viviendo ahora en Monterrey, y de alguna u otra forma en el resto de Nuevo León, así como en otras partes de México.

Hace siete años, más o menos por estas fechas, se montó una magna exposición itinerante, la cual tuve el privilegio de ir a ver en el Grand Palais de París, titulada “Melancolía: Genio y Locura en Occidente” (Melancholie, Genie et Folie en Occident) que hacía un repaso por el nacimiento, evolución y cesuras del concepto. Nos situaba al inicio en la tragedia de Sófocles, Ajax, donde el héroe trágico ve que la única forma de saldar su deuda con sus hombres tras haber masacrado en un delirio a la mitad de los combatientes era suicidándose. El momento de su meditación está expresado en un bajorrelieve antiguo. Galeno contribuye con su teoría de los cuatro humores. Después sigue Aristóteles, con su Problema Número XIII, y luego la expo repasa a los alquimistas medievales, Durero, El Bosco, Lucas Cranach, Freud, y una colosal escultura de Ron Mueck. 

No por el enorme mérito de la exposición se nos debe olvidar Roger Bartra y su ensayo sobre el totem mexicano (la muerte, o Catrina), La jaula de la melancolía, que parte de ese repaso que hace de los textos y ritualística de la sociedad novohispana influida fuertemente por el drama español.  Yuxtapuesto está, y tal vez enlazado, con el pensar sobre la muerte y lo efímero de las civilizaciones precolombinas, de donde viene la joya de Nezahualcoyotl, el rey poeta. Lo cierto es que nuestros cuerpos, en tanto están inscritos por dictámenes colectivos, tienden a normar su ritmo de acuerdo a los designios que van elaborando y reconfigurando estas expresiones de la melancolía.  

Aquí en Nuevo León gritamos a cada rato que las cosas ya no son como eran antes. De alguna forma nos vamos diciendo que la muerte de nuestro estilo de vida está próxima, o debemos aceptarla si ya sucedió. Esto es duro. Para mí ese momento fue el día del incendio del Casino Royale (25 de agosto). Para otros, quizá de modo más personal, el día que los amenazaron, les quitaron a sus hijos, parejas, padres, o patrimonio, pero de alguna forma va sucediendo algo que nos obliga a voltear a ver el dolor de la distancia de lo que ya no tenemos. Sobreviene la nostalgia, sencillamente porque no hay rapto, robo, ni pérdida sin el recuerdo de aquello que se nos ha ido -inmediato, inmanente o posterior- y si el objeto de nuestro deseo era muy preciado, nos vinculaba esencialmente y de diversas formas a este valle de lágrimas que es la existencia humana. Por lo que el sentimiento colorea el paisaje de la ciudad de un gris borroso, como describe Walter Benjamin la sensación de dejar Berlín en su relato de infancia. Sin importar el grado de violencia que soporta esta ciudad, hemos visto tensado el flujo de nuestro actuar cotidiano y muchos ya vemos claros esos grises desasosegantes en vez del “Sol de Monterrey”.

Algunos jamás creímos que las autoridades pudieran responder del modo sensible que corresponde a sus atribuciones, pero perdimos otras cosas. Perdimos los lugares y espacios en los que compartíamos la noche con las otras almas perdidas. Dejamos de soñar con la oscuridad que nos cobijaba y comenzamos a ser más cautos y a ver en ella el vacío. Constatamos que la conciencia de clase y el complejo de clase son moneda de cambio en esta sociedad, y que pertenecer o no pertenecer a un estrato puede ser decisivo para las miradas de fuera y las miradas al interior de uno mismo. Las cuestiones de clase permean más asuntos de los que una creyó en un principio. Descubrimos que la paz que nos antecedió se mantuvo de ilusiones, las cuales también nosotros sostuvimos.

Como me dijo una señora en la manifestación pública de indignación que le siguió al incidente del Royale (el 28 de agosto), la señora era hermana de una de las fallecidas, no le parecía que la respuesta de la gente le proveyera de consuelo alguno. Yo traté de decirle que lo poco que yo hago no le podría proveer solaz seguramente, pero que de una forma muy rara yo también me sentía desolada a pesar de estar en una explanada que en años no se había visto tan llena. A partir de ese momento de desasosiego ha surgido una necesidad extrema de encontrar los medios, las personas, los momentos, para esbozar un horizonte que al menos sirva de cobijo mientras que se actúa con pertinencia o se logra entender cómo actuar.*

 

De tal manera que está esa aura grisácea general que es la melancolía, y vemos cómo trastoca nuestros cuerpos. Vemos como extraños a los seres que antes comandaban y no nos queda mucho respeto por ellos, en el caso de que empecemos un proceso post-indignación. Nos duele, por ellos, pero también porque nosotros no hallamos inmediatamente cómo canalizar esa reverencia a las figuras de autoridad que dictaba el modo de funcionar conocido.  Tratamos de empoderarnos con esa energía que fluía a otros lados, pero tampoco es tan sencillo, porque ansiamos la relación humana que existía en donde hay ahora un hueco.

Así llega el otoño y las resoluciones mínimas que nos llevan a tolerar una fase de ansiedad y un ritmo constante de lucha, aún contenido, que nos remite al sueño del renacer primaveral.

* Después de la división que sobrevino en aquella manifestación convocada por ONG’s lideradas por CCINLAC, algunos coincidimos en esa necesidad y nos hemos activado más, al constituirnos como un colectivo al que hemos llamado +Allá de la Marcha.


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