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915 27 Octubre 2011

El chiste por la culata
Maricela de la Toba

Monterrey.- Se encuentra un estadounidense un chino y un mexicano compitiendo en una licitación para el remodelado y pintura de un edificio histórico. Cada uno tiene que justificar verbalmente y en privado  el presupuesto de su trabajo con el encargado de la obra.

El primero en presentar el escrutinio es el chino, quien presenta un costo de 3 millones de pesos, exponiendo que utilizara una pintura de alta tecnología resistente a los rayos ultravioletas y a las inclemencias del tiempo, en un tiempo de entrega de 2 semanas.

El siguiente es el estadounidense, quien justifica diciendo que la pintura  a utilizar supera la propuesta hecha por su competencia ya que es de la mas alta calidad y de tecnología de vanguardia,  haciendo la aplicación en 3 capas, para asegurar la conservación del edificio por años, tiempo de entrega 3 semanas, presentando éste un presupuesto de 6 millones de peso. Por ultimo, el mexicano, quien presenta un presupuesto de 9 millones de pesos,  sorprendiendo a los interesados, quienes al momento de la entrevista pidieron su justificación, remitiendo inmediatamente el mexicano:

─Miren, caballeros, aquí no vamos a batallar, esto es tan simple como esto, 3 millones para ustedes, 3 millones para mí, y 3 millones para que el trabajo lo haga el chino…

Esta respuesta supongo que no nos sorprende y con triste ironía tengo la seguridad que reímos todos. Nuestra lamentable pobreza puede calcularse por el grado irónico de nuestros chistes políticos y sociales que han formado parte de nuestra cultura mexicana tan arraigada como el saqueo. En todos las ocasiones sociales donde nos agrupamos, sean reuniones familiares, de amigos, juntas de trabajo, e incluso sin temor a equivocarme, en asambleas gremiales, hemos escuchado lujos verbales como estos que compensan y sustituyen nuestras desventajas.

Son éstos, nuestros cuentos hechos broma, nuestra realidad hecha chiste, lo único que da oportunidad al ciudadano de revelarse, de renegar, de inconformarnos en contra de nuestro gobierno, de nuestro estado putrefacto.

Nuestros gritos, nuestra inconformidad, nuestra miseria y más aún nuestra apatía y cobardía, la hacemos broma. Muy valientes aventamos los balazos al aire, y le damos patadas a la nada. Hacemos entre conocidos y desconocidos chiste y alarde de nuestras vergonzosas carencias, de la penosa inconformidad que nos afecta de la misma forma a todos. Lo importante es sacarlo de pecho, arrancarlo, compartir aquello de lo que nos damos cuenta,  para después, ese dolor que traemos dentro, esconderlo con la risa y la carcajada, con la cual también escondemos nuestra incompetencia y apatía.

El chiste que hacemos de nuestra desgracia, no es más que un reflejo de un engañoso fenómeno personal que trasciende a lo colectivo, porque creemos que la risa nos fortalece y nos sana, cuando en verdad más nos hunde y nos engaña.

Hacemos una inútil representación de una realidad que nos hace tristemente reír, los personajes se identifican se ensalzan, se deidifican, se promueven, se redibujan, se enmascaran, se visten de nosotros mismos (llamándonos mexicanos), representando actos de corrupción, violencia, mentira, saqueo disimulado, robo, y lo ajustamos a un espacio donde todo sólo parece cierto y da como resultado un chiste. Un chiste que vaga por ahí entre calles, entre nuestros espacios de trabajo, en las escuelas, sobre la mesa, enredado entre lo que vemos y escuchamos, haciéndonos creer que no pasa nada.
 
maricela.delatoba@gmail.com


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