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923 08 Noviembre 2011

Por la calle de la amargura
Luis Villegas Montes

C
hihuahua.-
Por la calle de la amargura he andado varias veces ─metafóricamente hablando, claro; es más, así anduve desde el martes por la noche─ pero así, literal, apenas el 2 de noviembre de este año. Y no sólo anduve por la calle de la amargura, llegué al número 4, colonia San Ángel, Delegación Álvaro Obregón, Código Postal 03000, México, Distrito Federal.

No me convocó la tragedia ni ninguna desgracia en particular; me llevó esa hambre de libros que me acomete de manera periódica y allá fui a dar con todo y mis huesos.

Huelga decir que fue un 2 de noviembre magnífico, con sus dosis de singular estupor y encuentros sobrenaturales. Procedo a explicarme.

El día comenzó bien, con un desayuno imposible de mejorar; los azares da la fortuna vinieron a reglarme una amistad entrañable en la persona del arquitecto Javier de la Fuente; cuando ya parecía que iba a quedarme con el justo número de amigos que he tenido desde siempre pues, todo sea dicho, me estoy acercando peligrosamente a esa edad en la cual el saldo de amigos ya no crece pues por cada amigo posible de estrenar, alguno de los más viejos empieza a irse, llegó Javier con su inteligencia, gentileza y bondad impecables. Pues este nuevo amigo me ha regalado dos de los desayunos más sabrosos de todos los tiempos: en la paz de su pequeño hogar, con jugo de toronja recién hecho, aromático café, pan de dulce y dos huevos montados sobre un exquisito tamal oaxaqueño (yo ya no podría concebir un dos de noviembre sin tamales oaxaqueños).

Luego, a la calle de la amargura. ¿Cabe nombre mejor para una calzada en ese día? No lo creo.

Fue un día especial con un sabor y un color típicamente mexicanos; recorrí un pequeño mercado de artesanías populares; además, visité el Museo del Estanquillo, que se engalana con la exposición: Dos Miradas al Fascismo: Diego Rivera y Carlos Monsiváis; la exposición alberga una obra del primero, realizada al regreso de un viaje a Moscú, a donde había ido para tratarse de cáncer; el óleo, plasma los escombros del otrora búnker de Adolfo Hitler. La muestra nos lleva de la mano por un recorrido singular: caricaturas, portadas de revistas, libros, afiches, etcétera, que nos narran ─desde una óptica parcial, todo sea dicho─ la participación de México en la II Guerra Mundial.

Monsiváis me gusta más ahora que cuando estaba vivo; no me gusta su prosa y no me gustan sus libros; pero él, la celebridad, resume y compendia una visión maravillosa de México. México le debe mucho a este hombre, a este escritor, a este personaje de la vida intelectual de nuestro país, quien con su visión inteligente, ácida, lúcida y crítica rescató de la trivialidad multitud de asuntos y de temas.

Siguió el Zócalo; recorrí a grandes pasos una exposición de alebrijes instalada en el corazón de la urbe; esos vibrantes monstruos multicolores, hechos de papel maché, de catadura y naturaleza imposibles, poblaban la superficie de la plaza inmensa y creaban pequeñas ínsulas de cautivados mirones, pletóricos de regocijo y estupor. Para mí, fue el grito de una niña de escasos seis años, con sus colitas tiesas, el que me trajo sin remedio al País de la Alegría, pues tomada de la mano de su padre parecía no caber en sí de gusto al adentrarse por una de las esquinas de la explanada. Su chillido de júbilo, convocó todo lo bueno que es posible porque era auténtico, inocente, limpio, un rayo de esperanza en el cielo de la ciudad que, como el país entero, a ratos pareciera adentrarse en una penumbra pesarosa y negra.

Pero eso no fue todo; el día terminó en el teatro, a donde fui a ver “Si nos dejan”, un musical espectacular que navega entre la nostalgia, la comicidad, el drama y la farsa que incluye ─¡cómo no, tratándose del Día de Muertos!─ una visita al Inframundo, al son de inolvidable música ranchera: Guadalajara, El Son de la Negra, Ella, Paloma Querida, Cucurrucucú, Paloma, Cielo Rojo, el Rey, Las Golondrinas, Sombras, Cruz de Olvido, Paloma Negra, La Malagueña, La Llorona, Por un Amor, La Ley del Monte, Vámonos, Serenata Huasteca, Fallaste Corazón, Canción Mixteca, México Lindo, entre muchas más, muy bien interpretadas y con mariachi en vivo. El conjunto hará sin duda que se le encuere el chino… perdón, quise decir: que se le enchine el cuero; y aunque no padezca ningún mal de amores, que se empañe su mirada y se le hagan de agua los ojos, aunque sea sólo porque despierte una parte de usted que lo hermana con otros tantos millones de almas que tuvimos la fortuna o la desgracia de nacer en este suelo al que llamamos Patria.

Así terminó para mí ese 2 de noviembre de 2011; inolvidable por muchas razones, cuyo recuerdo llevaré conmigo hasta el último de mis días.

De ahí al hotel, a medio morirme con un refrío atroz que todavía me dura y que, para variar, me trajo, me trae y seguramente me seguirá trayendo, por la calle de la amargura.

luvimo6608@gmail.com


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