ANÁLISIS A FONDO
¿Por la nación o por el erario?
Francisco Gómez Maza
¿Tres bribones en busca de poder?
La oportunidad la pintan calva
iudad de México.- Los partidos políticos, detentadores del “derecho” legal de presentar candidatos a puestos de “elección popular” ─no los ciudadanos sin partido que son las mayorías─, entraron a la rebatinga por el “voto” y prácticamente tienen ya candidato para “contender” por la presidencia de la república.
Por un lado: la continuidad de la derecha en el poder, que aseguraría otros seis años de privilegios para el gran capital con el deterioro cada vez mayor de la fuerza de trabajo: una economía boyante para los detentadores de los grandes medios de producción, una economía no tan boyante para las medianas, pequeñas y pequeñísimas empresas, y más explotación de la mano de obra de los trabajadores.
El “triunfo” de la continuidad aseguraría a los mexicanos otros seis años de guerra, violencia, sangre, muerte, dolor, con el pretexto del combate a las bandas del narcotráfico y el crimen organizado, estrategia con la que muchos mexicanos están de acuerdo, pero también con la que muchos están en desacuerdo.
La continuidad estaría garantizada con el “triunfo” del candidato del Partido de Acción Nacional (PAN), que a la fecha no ha sido nombrado. El pre candidato presidencial, Ernesto Cordero, ex secretario de Hacienda del gobierno de Felipe Calderón, se desgañita, con el apoyo del presidente de la república, atacando inmisericordemente a su correligionaria, Josefina Vázquez Mota, puntera en las preferencias electorales al interior del partido oficial.
Por el otro se presenta Andrés Manuel López Obrador, que “perdió” por medio punto frente a Calderón en los comicios de 2006. Viene con un nuevo discurso, menos radical, más a modo del empresariado, pero manteniendo sus temas fundamentales: seguridad y empleo. No quiere que lo asocien con los gobiernos de izquierda sudamericanos, desprestigiados entre las clases poderosas del continente.
López Obrador es seguido por millones de ciudadanos empobrecidos ─“proles”, como los llama la hija del priista Peña Nieto─, que aún esperan, confían en él como el presidente que los sacará del empleo mal remunerado, del desempleo, de la pobreza, de la miseria, de la insalubridad, del terror en el que viven día a día. Se han unido a él empresarios panistas decepcionados de su partido.
La tercera opción es la vuelta a los gobiernos del PRI (Partido Revolucionario Institucional), que con la carátula de revolucionario sojuzgó a los mexicanos y se constituyó en una fábrica de nuevos ricos, durante poco más de 70 años a partir de la revolución mexicana.
La bandera priista la tiene en sus manos Enrique Peña Nieto, el joven ex gobernador del estado de México, alrededor del cual se han aglutinado las “fuerzas vivas” priistas, y con millones de seguidores en todo el territorio nacional, unos totalmente decepcionados de Calderón y el PAN, otros decepcionados del discurso radical de izquierda de López Obrador. Es evidente el apoyo de la televisión comercial al mexiquense.
Pero hasta el momento, la oferta priista no se diferencia en mucho de la panista. Peña Nieto no se compromete a nada. Unas veces se lanza a criticar a Felipe Calderón. Otras, a reconocerle sus “logros”. Y Peña Nieto se vio muy vulnerable con los dislates literarios cometidos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Tres caminos entre los que deberán elegir caminar los mexicanos creyentes de los increíbles procesos electorales mexicanos.
Los resultados históricamente han sido los mismos, decepcionantes.
Los gobiernos priistas crearon un monstruo de corrupción e impunidad con capítulos desgarradores como la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, o la brutal represión del Jueves de Corpus de 1971.
Los dos sexenios panistas alimentaron con creces ese monstruo, con una estúpida guerra que ha dejado hasta ahora cientos de miles de muertos, y una inseguridad pública cada vez más incontrolable. Y la riqueza concentrada en muy pocas manos.
¿Le tocará el turno a la izquierda con López Obrador?
Los simpatizantes panistas dirán: “ni dios lo quiera”.
Los priistas y sus simpatizantes tampoco lo querrán.
Las hordas de millones de “proles” aseguran que el tabasqueño es la alternativa.
Pero lo cierto es que ni el PRI, ni el PAN, ni la izquierda han demostrado que luchen en beneficio de las grandes mayorías de trabajadores. Ni el PRI ni el PAN, en la presidencia de la república, han sido la alternativa. Tampoco el PRD lo ha sido en el Distrito Federal y en los estados donde ha gobernado. Acaba de perder su bastión más importante: Michoacán.
La pregunta que ronda en muchas cabezas es: ¿los tres se disputan la nación para lograr un lugar en donde todos los mexicanos tengan las mismas oportunidades de una vida digna?
¿O lo que se disputan es el erario?
Por sus frutos los conoceréis, dice la Biblia que dice leer Peña Nieto.
¿Tendrá razón el subcomandante Marcos cuando los califica de “bribones”?
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