LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Nuevas fuentes del crecimiento económico
Edilberto Cervantes Galván
onterrey.- La respuesta a la pregunta de por qué unos países tienen crecimiento económico y niveles de vida más o menos razonables y otros no, ha sido diversa y cambiante a través del tiempo.
El debate sobre los factores o fuentes del crecimiento económico tiene una dimensión ideológica que está implícita en el diseño de las denominadas teorías del desarrollo.
El fondo del asunto es el de quién y cómo se apropia del excedente económico que se genera en las actividades productivas; de cómo se reparten los beneficios entre el capital y el trabajo; de cómo se recompensa el trabajo físico e intelectual humano y el riesgo de quienes invierten.
Desde el siglo XIX y durante la mayor parte del siglo XX se mantuvo la discusión de si la única vía para el desarrollo era el sistema capitalista o si podía plantearse la alternativa de un modo socialista de producción y reparto.
El argumento de que la mejor asignación de los recursos productivos materiales, intangibles y del capital, se realiza a través del juego libre de los mercados pareció superar a la propuesta de que se requiere un esfuerzo de planeación y de orientación racional del sistema productivo, del sistema educativo, del esfuerzo de investigación científica y de la distribución de los bienes y servicios.
El análisis basado en el funcionamiento de una economía nacional “cerrada” tuvo que evolucionar para incorporar las relaciones económicas internacionales, con lo que se generaron interpretaciones sobre cómo valorar los bienes y servicios en las relaciones de intercambio y el papel de las monedas o divisas en el mercado internacional.
Los países centrales o de desarrollo capitalista “original” aparecieron como beneficiarios del intercambio con los países periféricos o de “capitalismo tardío”. Las manufacturas producidas en los “países desarrollados” -la tecnología para fabricarlas y el sistema de patentes que la protegen- se han valorado por encima de las materias primas y recursos naturales que son la base de la explotación productiva en los “países subdesarrollados”.
El sistema experimenta crisis recurrentes. Una de las más reconocidas es la denominada “Gran Depresión” que se produjo en 192 9 y cuya superación algunos la atribuyen políticas económicas keynesianas y otros consideran que fue el “esfuerzo de guerra” productivo que requirió la segunda guerra mundial.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX las crisis se han manifestado de una u otra manera. El abandono en los primeros años de la década de los setenta del patrón oro por parte de los Estados Unidos fue consecuencia de una posición internacional insostenible del dólar norteamericano; el boicot o embargo petrolero decretado por los países árabes y Venezuela agrupados en la OPEP provocó conmoción en los países industrializados y uno de sus resultados fue la generación de una enorme masa de recursos monetarios en manos de los países de la OPEP los que, a pesar del tiempo transcurrido, siguen circulando por el mundo con fines de mera especulación.
La crisis actual, la iniciada en los Estados Unidos en el 2008, ya no tuvo nada que ver con el sistema productivo. Han sido las manipulaciones de orden financiero, la especulación en las bolsas y la acción no-ética de las “calificadoras de deuda”, las que provocaron una burbuja de simulación de expansión productiva.
La crisis en Europa es otra manifestación de desajuste financiero provocado por bancos y empresas financieras que buscan colocar sus recursos en aplicaciones con el menor riesgo posible: al prestarle a los gobiernos la rentabilidad de su dinero queda fuera de los riegos que supone invertir en actividades productivas sujetas al mercado.
Resulta por ello un tanto simple el Reporte de la OCDE en el que se plantea que la nueva fuente para el crecimiento económico y la productividad de los países que la conforman es la inversión en activos intangibles, tales como software, capital humano y estructuras organizacionales apropiadas. Sin mencionar para nada el riesgo que suponen las prácticas de las empresas financieras que están vulnerando la soberanía de los estados-nación e incluso que se colocan por encima de los gobiernos nacionales o de la comunidad europea en su conjunto.
Los entidades financieras han hecho a un lado la vieja preocupación de aplicar los mejores criterios de asignación de los recursos, vía el mercado de bienes y servicios y pensando en propósitos productivos. Lo que supone un abandono/separación de la economía real, la de la producción de bienes tangibles y servicios útiles a la sociedad, con respecto de la lógica meramente especulativa de los entes financieros.