MARZO GRIS Ileana Cepeda Las aceras de la ciudad se cubren del mar inexistente, lo beben sedientas; en esta ciudad donde abunda el gris, donde no hay tierra fresca en la cual esconder el hueso para mañana, es difícil predecir. Los propósitos no están resueltos, se construirá en meses quizá uno, doce tal vez; lo esperaré con la esperanza que levita, se esfuma y se pierde en el humo de la gran ciudad que asfixia y duele; esperaré el futuro con la esperanza del perro que rasca la dureza de la acera esperando encontrar la tierra que perdió, donde lo espera su espacio, donde se encuentra la esperanza.
Marzo es momento de renacer. El renacimiento cala. Duelen los despojos y la mudanza. La primavera y su astenia se asoman por entre las nubes grises para presentarse a las calles y al terruño. Esperaré a mi tortuga; esperaré el mañana y recibiré lo que traiga. Creo en la improvisación del destino, en la emoción del presente, en la tentación del nunca, del ahora; y creo que acompañaré la espera con una copa de vino, sentada en mi sofá amarillo.
Las aceras de la ciudad se cubren del mar inexistente, lo beben sedientas; en esta ciudad donde abunda el gris, donde no hay tierra fresca en la cual esconder el hueso para mañana, es difícil predecir. Los propósitos no están resueltos, se construirá en meses quizá uno, doce tal vez; lo esperaré con la esperanza que levita, se esfuma y se pierde en el humo de la gran ciudad que asfixia y duele; esperaré el futuro con la esperanza del perro que rasca la dureza de la acera esperando encontrar la tierra que perdió, donde lo espera su espacio, donde se encuentra la esperanza.
