EL PAIS DE LAS TINIEBLAS,
DE IVAN OÑATE
Eligio Coronado
¿Cuál es el país de las tinieblas? ¿Ese país donde “Todo se ha vuelto oscuro, tan oscuro / que sería preciso encender un fósforo / si desearas encontrar tu alma” (p. 15)? ¿Donde “los muertos padecemos de sobretiempo” (p. 18)? ¿Ese lugar donde hay que tener cuidado de “tropezar con la esperanza / porque puedes romperte los dientes” (p. 15)?
El país de las tinieblas* es el más reciente poemario del poeta grande del Ecuador, Iván Oñate (Ambato, 1948). Se trata de un largo poema dividido en treinta y cuatro segmentos con dos descansos y dos extremos.
Su tono se sustenta en dos sólidos soportes: la resignación y la aceptación, lo cual determina su carácter moderado. No hay aquí los aspavientos ni las frases incendiarias propias de la poesía panfletaria, pero sí la manifestación de una conciencia lúcida y un desglose enérgico.
En primer lugar tenemos las condiciones humanas: “En el país de las tinieblas / sólo queda una línea divisoria entre el cielo / y el desierto” (p. 59), “Un cuerpo / (…) antes de caer / aún extendía los brazos / con ganas de estrechar a alguien” (p. 19) y “Alguien / Me atormenta con sus pasos / Y me contagia con su insomnio” (p. 33).
Enseguida vienen las condiciones sociales: “Los desesperados / Buscan una luz / Una jeringa / O una espada” (p. 55), “Deterioro. Esto era la vida. Despertar en una tierra que / ya no es nuestra” (p. 7) y “En estos lechos no hay orgasmos, / apenas, / espasmos adelantados que nos envía la muerte” (p. 46).
Sin faltar la condiciones que establece el amor: “nuestra propia juventud se horroriza / de vernos en un espejo. Cansados, cínicos, sin / amor” (p. 7), “El amor / (…) Sólo queda / Su último estertor / Más fiero / Y más violento / Que la propia vida” (p. 57) y la joya del opúsculo: “Un día busqué el amor / Solamente sirvió / para beber de sus ojos / Algo más cruel / E insondable: Otro desierto” (p. 17).
¿Pero cuál es el país de las tinieblas? ¿El actual, el que encauza los pasos de nuestro autor? ¿El “sin amor: biología marchita, sin existencia” (p. 7)? ¿O lo son todos? ¿Todos los que han sufrido el mismo doloroso reacomodo ideológico, cuyo único objetivo era saquear las arcas públicas y diezmar el portentoso, pero vulnerable espíritu de sus habitantes?
La palabra vigorosa de Iván Oñate, voz cimera de la poesía latinoamericana actual, no sólo tiene el valor agregado de orillarnos a la reflexión, también nos sacude con la fuerza de su oportuna irreverencia telúrica: “Basta ya / Viejo Dios / Apaga la luz / Y acabemos / Pronto” (p. 33).
Catártica e intensa, como la soterrada voz del pueblo, es esta poesía que se alza en libertad porque ha encontrado una vía que no le reprime su ímpetu vital para romper los esquemas de la lírica tradicional y conformista, encuadrada en moldes caducos y anquilosados.
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*Iván Oñate. El país de las tinieblas. Zacatecas, Zac.: Ediciones de Medianoche / Instituto Zacatecano de Cultura / Universidad Autónoma de Zacatecas, 2008. 60 pp.
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