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EL ZOPI
Gerson Gómez
En la medicina encontró el respeto que en lo físico no dispuso.
Desde la temprana juventud, interesado en el sexo femenino, su carácter nervioso, lo delgado de los huesos, el escaso cabello, su cabeza de foco fundido, hablar tartamudo, utilizar la lengua de taquito y salpicar con saliva a las interlocutoras, convirtieron carta de exclusión desde la misma primera cita.
Pasó la primera década, las chicas que pretendió por años, fueron contrayendo matrimonio.
De ahí el apodo del Zopi: mujer que Alonso pretendía, sin duda al año siguiente, ya estaba casada con el amor de su vida.
Sólo Rocío Egla, mujer soltera de 35 años, se atrevió a salir con él.
Conociendo sus poderes curativos en el asunto de lo que algunas personas llaman amor a la soledad.
Al concluir la cita, al regreso de la cena, Alonso pidió un beso a Rocío.
Ella meditó: a mayor esfuerzo mejor resultado: el beso en la frente bajó a la mejilla, por efecto del calor se convirtió en la boca: el de boca en el cuello, el del cuello en pasar la manos por sus pechos: ahí es donde dijo en vez de Alonso: ¡Zopi!, ya estuvo.
Rocío asustada le dio las buenas noches.
No es muy decente sentir calor, menos vía culposa generada por un hombre. Decidió Rocío de la mano de la terapeuta sexual, aceptar su lesbianismo en un país del tercer mundo.
Alonso hizo una especialidad en Ginecología (ahora sí tendría trato con mujeres), luego otra en Cirugía Plástica (les levantaría sus egos con implantes usando las manos) y un diplomado en Reiki sin complejos (para aliviar todos los males).
El Zopi dejó el orgullo de sus padres, habitantes distinguidos de la colonia del Valle, más del noventa por ciento de su cabello reblandecido por la herencia de calvicie, y comenzar a frecuentar nuevas comunidades, aun de menor valía.
Por andar espiando a una vecina, ninfomanía-cantante de la trova nostra, el Zopi lastimó su rodilla derecha.
Renguea utilizando el bastón de cuerpo de madera con empuñadora de marfil.
Zopi, doctor-calvo-tartamudo-cojo-salivoso, dos generaciones han sobrevivido a sus invitaciones.
Ni San Antonio puesto de cabeza, ha casado tantas damas.
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