cabeza
Google
fechacult

portada66s

pltk

onglogo

iconkult

barraploata

indexind

barraploata

kultind

barraploata

sanmind

barraploata

gomezind

barraploata

salasind

barraploata

corind

barraploata

coronadoind

barraploata

sanind

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL COLMO DEL ABSURDO
Tomás Corona

culturalogoDomingo, día familiar, las señoras: suegra, cuñadas, concuñas, sobrinas… entre otra parentela femenina, emocionadas hasta el tuétano por la telenovela de conocido canal televisivo que llegaba a su capítulo final. No podía dar crédito a su sin par emoción, consciente de la nula creatividad y pendejez de los escritores y productores de telenovelas mexicanas, ¿cómo puede la gente creer tanta insensatez? Mi suegro y yo éramos los únicos varones y no nos quedó más remedio que tragarnos entero aquel estrambótico melodrama que yo me puse a analizar tan sólo por morbosa curiosidad. Fue un largo capítulo, lleno de incoherencias y exageraciones, ahí les va. Hubo una serie interminable de diálogos que acabaron siempre en terribles discusiones, de pronto, todos los personajes se confiesan todo intercalándose en una mezcla de sensaciones absurdas, burdos comentarios y mortíferas relaciones en un marco de violencia explícita; todas dignas del teatro de Ionesco:

El reclamo de una de las protagonistas por el engaño de un hombre, también personaje protagónico, que se había transformado de indio en gran señor y le llamaban “el ángel justiciero”, “hágame el refabrón cabor”. La más asesina de todas, “la hiena”, después de ser descubierta por su esposo moribundo, internado en un hospital, le arranca una tripa por la que fluye una sustancia que no se sabe si es sangre, vitamina o medicamento, no sin antes sentenciarlo a muerte, ella huye, nadie la ve, el doctor nunca llega… ¡y el moribundo vive para contarlo!; a las pocas semanas aparece completamente curado y fuerte como un roble. Esa misma “hiena” se transforma en abnegada madre cuando va en busca de su hija para rescatarla de unos mafiosos medio brutos, la lleva a un hotel, de dónde ingenuamente, por una llamada telefónica, es rescatada de nuevo por los personajes principales y llevada a una hacienda de la familia.

De pronto la heroína, que usa exageradamente su teléfono celular, recibe una llamada avisándole que otro de sus galanes está herido de muerte, va a verlo, y ese sí se muere en brazos de su mami, después de pedir perdón por todo el daño cometido; el exagerado llanto de la mami casi inunda el cuarto de aquel hospital y la heroína llora sólo un poquito. Luego la más asesina va a buscar a su hija a la hacienda porque el más asesino, también vía celular, le dijo que ahí estaba; resulta que los más malos son padre y madre del personaje más dulce e ingenuo de la historia, que además pariría al heredero de la cuantiosa fortuna familiar, pensándolo bien, la muchachona no era tan ingenua puesto que había gozado de su libertad sexual sin haberse matrimoniado antes.

La “hiena” llega a la hacienda y se enfrenta a la heroína reclamando a su hija, están a punto de darse de cachetadas pero el “ángel justiciero” hace de réferi y no pasa nada, sin embargo, con suma violencia, digna de las telenovelas tercermundistas, se gritan una sarta de dolientes verdades y la madre, dispuesta a darlo todo por su hija, suplica arrodillada que se la entreguen pero no se la dan y, aunque resulte increíble, se va tranquilamente sin ella, después de haber hecho hasta lo imposible para encontrarla; con toda su maldad, bien pudo haberlos matado a todos y llevársela pero no fue así.

El “ángel justiciero”, ataviado estrambóticamente, con una chaqueta por demás risible, un casco “locochón” y una moto de color psicodélico, va a buscar a un testigo maricón cuyo testimonio seguramente hundirá a la “hiena” en la cárcel. El testigo, que ensayaba “can-can” con unas tipas, dice que sí y cuando el héroe sale del antro, al darse cuenta de que van a matarlo, tira el casco y emprende una loca carrera protagonizando una persecución estilo “hollywoodense”, pero naca, atraviesa diversos parajes y avenidas, penetra con la moto en un hotel de lujo, es perseguido por dos sujetos y, curiosamente, aunque a veces casi lo alcanzan, jamás le disparan; llega a una especie de villa lujosa y el fulano que lo había perseguido en el coche, sale de quién sabe dónde y le dispara, ahora sí, tres veces en el cuerpo y claramente se ve que le da dos tiros de gracia, es decir, en la mera “choya”.

Llegan dos cuates, de quién sabe dónde, uno de ellos había tenido un mal presentimiento, y el “ángel justiciero” muere, prácticamente, entre sus brazos, no sin antes entregarle un “chafoso” dije en forma de corazoncito con las iniciales “F E” y decirles, el moribundo, que su amada nunca se entere de que fue asesinado, y no se entera. Luego resulta que el fulano estaba vivo y va en camilla rumbo al hospital, pero como el servicio médico mexicano es tan deficiente, lo llevan en un avión-ambulancia, así lo nombraron, para que en “gringolandia” le reconstruyan varios órganos. Pasan meses en la historia y el susodicho héroe no vuelve a aparecer y a la heroína le dicen que “se fue para siempre” y a otra enamorada naca que tenía, le dicen más o menos lo mismo. Uno, como idiota espectador supone que está bien muerto, caso raro, porque el cliché telenovelero nunca termina así, con la muerte del galancete.

Mientras los malos más malos de la telenovela están fraguando cómo recuperar a su inocente hija, ella aparece de pronto y les echa en cara sus múltiples pecados y fechorías, la mamá había mandado a un sujeto, hermano de la heroína que termina en la cárcel, para que la violara; mientras que el padre la vendió a una vieja tratante de blancas, entre otras linduras. La jovencita, embarazada por otro hermano de la heroína que, al parecer, si la quiere, sale como si nada por la orden que dio su mafioso padre de que la dejaran ir. Sin más, la “hiena” le da un exagerado balazo en la frente al mafioso que cae muerto ipsofacto y se entrega dócilmente a la policía. Ninguno de los peligrosos gatilleros y, reiterando que eran medio brutos, escuchó absolutamente nada. Ante las cenizas del malvado personaje, que resulta ser hermano del ricachón padre de la heroína, toda la familia le ofrece su perdón y lo pone, como miembro honorable, en el sagrado nicho familiar, por demás lujoso y elegante.

La chica, que había salido de la hacienda como si nada regresa y encuentra a su amado abrazado de un árbol y le pide perdón por todo el daño que hicieron sus padres a la familia y que había que olvidar el tenebroso pasado y un beso almibarado sella el pacto que les permitirá tener un futuro mejor, siendo tan adinerados, ni gracia tiene. Otra hermana de la heroína que los malos tenían medio loca, comienza a recuperarse, ella ve por última vez a un fantasma, creo que era su abuelo, quien la salvó de innumerables situaciones peligrosas. Supuestamente no estaba loca pero veía fantasmas y hablaba con ellos, además de mostrar siempre una cara de tarada que a todos convencía, hasta los espectadores, vaya usted a saber si se le “botaba la canica” o no.

La “hiena” es condenada a 235 años de cautiverio, por todos sus crímenes y desfalcos, pero sólo le dan 60, porque “las leyes mexicanas” así lo determinan. De pronto le da un ataque de histeria a la susodicha y reclama de nuevo el amor de su hija, le aplican un sedante, finge demencia y de repente le da tremendo “jodazo” a la enfermera que la cuidaba; uno supone que va a huir para secuestrar de una vez y para siempre a su adorada hija, pero en vez de eso, atosigada por el macabro recuerdo de la muerte de sus padres que ella misma asesinó por ser tan perversos, incendiando la choza donde vivían; se empapa con alcohol de 90° grados, que por cierto no irrita en lo más mínimo su cuidada y fina piel, ni los labios, ni los ojos, se prende fuego con un encendedor que quien sabe por qué estaba allí y muere entre terribles estertores clamando por su hija. Al menos eso parece. También la malvada mujer era una india “patarrajada” que se había cambiado el nombre y casó con el ricachón de la historia, era una auténtica madrastra mala entraña que se transformaba en abnegada madre cuando veía a su idolatrada hija, ¡qué ilógico!, ¿no?

Los absurdos continúan indefinidamente y el maniqueo proceder de los personajes deja entrever la pobreza de la trama de la historia, su falaz e irracional argumento; los malos son siempre castigados y los buenos, premiados. Las ricachonas encopetadas de la familia fundan una especie de centro comunitario en el que siempre aparecen alrededor de 20 niños indígenas y un extraño grupo de niños con uniforme que llega a visitar el lugar sólo una vez. ¿Se ha preguntado usted por qué en las telenovelas todos los monos se enamoran de la heroína y todas las monas del héroe? Ese es otro claro cliché argumental de los pésimos pseudoescritores que las inventan. Y efectivamente, reaparece otro galán de la heroína que sigue añorando al otro que se había ido lejos y estaba medio vivo o medio muerto, no se sabe y hasta reza a la virgencita por él; el galán, creo que era el tercero o cuarto que idolatraba a la heroína, y que era medio nice, le suplica amor, pero ella, muy digna le dice que es “agujero de un solo ratón” y se lo encandila a su medio loca hermana que se pone feliz y aquel sujeto cosmopolita se pone a trabajar en el negocio de artesanías del centro comunitario a algo así. Destaca la sobriedad y el “pintoresquismo” de aquel flamante lugar, nada que ver con un centro comunitario real, tan lleno de necesidades y zozobra.

Todo marcha “viento en popa” los malos se van volviendo buenos al reconocer sus errores: la naca enamorada con pasión enfermiza del “ángel justiciero” comprende que su amor es imposible; el hermano encarcelado da clases a los otros presos disminuyendo su condena y al salir promete convertirse en un hombre de bien, ¡Ah qué caray! Otro hermano, por demás ambicioso, cuya mujer concibe un hijo que sería el primer heredero de la fortuna familiar, ve frustrados sus planes porque le habían puesto “los cuernos” y el chamaco aquél, además de no tener la sangre azul, es reclamado al nacer por su verdadero padre. No se sabe que pasa con la mancornadora, su amasio y el fruto de sus entrañas, pero el viejo ricachón, para frenar la ambición desmedida de su hijo, lo condena a empezar otra vez desde abajo en la empresa de la familia.

Un día cualquiera, mientras un grupo de niños indígenas, chillantemente vestidos, entona un canto náhuatl, una niñita con trenzas le entrega a la heroína el dije en forma de corazón y le dice que un señor se lo había mandado; a ella le tiembla todo y corre con sus finos tacones al encuentro de su amado que milagrosamente estaba totalmente ileso después de haber recibido 5 balazos, ¡”achis, achis”! ¿Le reconstruirían el cerebro en Houston? Pero el héroe se enoja mucho cuando ve al otro galán muy confianzudo con su añorada mujercita, tras una breve explicación y un besote de lengüita se acaban todos los malos entendidos. Esta cachonda escena ocurre en la capilla mortuoria donde el “ángel justiciero” hablaba con su madre muerta, obvio que no era un ambiente apto para el final de la historia.
 
¿Y qué creen?, sí, siguió la típica, infaltable e insustituible boda a la que intentaron dar un tono original, cayendo en lo grotesco, como el horrendo vestido de la novia que ocultaba las turgentes formas de la actriz y un peinado insulso que hizo resaltar su ganchuda narizota; una descolorida rubia con voz de pseudosoprano cantando el Ave María con mariachi ¡ups!, todos los personajes de la historia congratulándose con Diosito, incluso una voz femenina lo llamó “Chuchito”, ¡qué herejía!, y una monja atrevida preguntándole a Ana Martin: –Y usted por que llora… ¿Es pariente de los novios…?No, respondió, ella, –Ni siquiera los conozco, pero es que me emocionan mucho las bodas y me dan ganas de llorar… ¡Ternurita!

Luego, el chillante grupo de niños indígenas entonó un cantico religioso en náhuatl, ¿paganismo?, mientras que los personajes tomaban la ostia, ¿se habrán confesado antes? Sin duda, con estos hechos pseudoreligiosos, la televisión contribuye perversamente a la enajenación mítico-religiosa de mexicanos y mexicanas sin conciencia. Un absurdo más, el indio o “ángel justiciero”, que había sido malo por necesidad y había engañado vilmente a la adinerada heroína, finalmente se quedaba con ella, ataviado con un fastuoso smoking blanco. A eso se le llama ser ladino, ¿o no?
 
Y como cierre una fiesta campirana, por demás pintoresquista, en la que resaltaba el derroche y la buena vida que, en un contexto real, se dan los hacendados mexicanos, los latifundistas que jamás se extinguieron. En aquella fársica boda destacaron los aberrantes detalles que enuncio a continuación; Una música con banda, seguramente de esas famosas en la vida real, que no conozco, amenizando el ambiente; el grupo de niños indígenas con sus brillantes vestuarios y llamativos colguijes entonando canciones en náhuatl, ¿para qué?, ¿con qué sentido?; la hermana medio loca muy acaramelada con el galán que había sido medio novio de la heroína, éste, con todo y su camisa rosa mexicano pide su mano al padre mientras ella llora de alegría, y es ella quien “cacha” el ramo de la novia; el hermano ambicioso pide perdón a la heroína y a su marido, pero tiene que ir hasta donde está el indio ladino que, mañosamente, no se mueve de su lugar; otra pareja de personajes que al parecer no había podido concebir hijos lo da a conocer en ese momento; la naca enamorada y su hermana dialogan sobre futuros novios, la más chica se “enamora a primera vista” de uno de los músicos de la banda, mientras llega un pariente desconocido y sombrerudo que flecha a la naca enamorada y por cada incongruente escena acontece un brindis entre todos los invitados. Todo irradia felicidad en aquel ficticio evento, digno únicamente, de una telenovela mexicana tercermundista y mediocre que evade a quien se deje y que nada dice de la exasperante y violenta realidad que nos circunda.

Como foto de graduación, todos los asistentes a la boda se acomodan, incluidos los meseros y los músicos, los novios al centro, los niños indígenas haciéndoles ronda y parece el final pero no, una escena desgarradora aparece de pronto en la pantalla: una cárcel, una carta y un brazo horrorosamente quemado que la recibe, la carta es abierta por dos manos también quemadas, una foto de un niño y un mensaje, lágrimas, un lamento y el rostro de una mujer horrendamente carcomido por las quemaduras. No pude evitar una carcajada por que la malvada “hiena” ¡no murió! después de empaparse en alcohol y arder completamente como tea humana, ¿usted cree…?

Quizá ese hubiera sido un magnifico final de telenovela, seguir creyendo, maniqueamente, que los malos siempre son castigados, pero no aún había más. De pronto los radiantes y felices novios aparecen montados en un colorido globo aerostático que quien sabe de dónde salió, pero iba cargado de flores y llevaba inscritas las iniciales “F E”, como las de aquel “chafo” dije en forma de corazoncito. Pequeños lujos que se pueden dar los hacendados ricachones y explotadores, en la vida real. Los enamorados tórtolos, que ya habían pecado de lujuria varias veces y así no tiene chiste tanta emoción y tanto gasto superfluo, entablan un diálogo en el que enfatizan el título de la telenovela y se van alejando de la superficie terrestre, ¿irían a la romántica luna a protagonizar otra descabellada aventura amorosa?
 
En las telenovelas mexicanas, pioneras en el mundo en este rubro, todo es posible, y lo peor es que muchas, muchísimas amas de casa que no tuvieron la oportunidad de estudiar, han sido reeducadas de esa manera tan grotesca. Perversión malsana, clarísimos antivalores, violencia explícita, libertinaje sexual, concepciones engañosas de vivir, estereotipos clericales, modelos fatuos, entre otras aberraciones, es lo que vemos en la abominable televisión mexicana, específicamente en las telenovelas. Alienación pura que ha rendido frutos subsumiéndonos cada vez más en la pauperización de la conciencia, en la miseria del espíritu, en la extrema pobreza, en la manipulación maquiavélica, en la castrante evasión.

separador

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

ccivilind2

 

 

 

 

 

 

 

 

 

15h2

qh2

1
2