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CRÓNICAS DE UN BOSTEZO
PAGANDO EL TELÉFONO
Aureo Salas

 

culturalogoGente que sueña y lo registra con un especialista que se dedica a desentrañar los mensajes subconscientes de las fantasías oníricas.

Esto es parte de sus expedientes…

         Archivo #3429
         César González – Contador
         20 de febrero 2007

Estaba dentro de las oficinas de Telmex para reclamar por unas llamadas que me estaban cobrando pero que nunca hice. Afuera, las calles eran un horno y aquí, el frescor, me hacía cosquillas en el cuello. Esperaba sentado mientras alguien me atendía, cerré los ojos un momento y descansé la espalda. Estuve a punto de bostezar, cuando un hombre muy amable se acercó a mí y me dijo:
— Perdone por hacerlo esperar… soy el señor Trejo, buenas tardes, mil disculpas a nombre de todos los que trabajamos en Teléfonos de México…

  1. Acabo de llegar —le dije.

— Lo sé, pero aquí estamos acostumbrados a atenderle en el mismísimo momento que cruza la puerta. Así que mil disculpas… mire, vamos a mi lugar, para platicar a gusto…
Nos fuimos a un escritorio, hizo el intento de sentarse en la silla, pero luego dijo:

  1. Mejor usted siéntese en mi lugar…
  2. Pero… no puedo —balbuceé.

— Cómo no… estamos muy avergonzados por el trato que le estamos dando… aquí ustedes son los que mandan… es nuestra manera de demostrarlo, ¿quiere que le traiga algo para tomar? Ándele, siéntese… si el asiento se le hace incómodo le traigo un cojín…
Sintiendo un poco de pena ajena me senté en su lugar y él se sentó frente a mí, le di mi recibo del teléfono y él lo leyó con mucho interés.

  1. Vengo porque me salió mucho en el recibo —le dije.
  2. ¡Oh… no…! —gimió el señor Trejo mirando el recibo.
  3. Es que me salieron muchas llamadas a celular —continué.

— ¡No puede ser! —volvió a gemir el señor Trejo tensando el recibo entre sus manos.

  1. Y a números que ni conozco —terminé de decir.

— ¡Dios mío! — gritó el señor Trejo al tiempo que se mordía el puño en un movimiento desesperado y aventaba el recibo sobre el escritorio.
El señor Trejo se levantó como animal enjaulado.

  1. ¡No puede ser! ¿Pero cómo pudo pasar esto? —gruñó.

— Pero… no es para tanto —le dije—, vengo para ver como le vamos a hacer… es que es mucho dinero…
— Nos ha de ver como a unos monstruos, señor González… como unos demonios vampirescos que sólo queremos chuparle la sangre… pero sabe qué… vamos a solucionar esto…

  1. ¿Voy a pagar la mitad? —pregunté.

— No, señor… mire, vamos a buscar lo que ocasionó el error y trataremos de que no vuelva a ocurrir… y con respecto a este recibo adulterado, no nos va a pagar nada, es nuestra culpa. Y el resto del año el servicio telefónico corre por nuestra cuenta para compensar nuestra falla en el servicio… ¿cómo ve? Usted váyase tranquilo a su casa, ¿ok?
En ese momento alguien tosió sobre mi hombro y levanté la cabeza, me había quedado dormido, estaba mareado y sentía los ojos hinchados por el frío.  Casi era mi turno para que atendieran mi querella y el reloj me decía que había pasado mucho tiempo y ya era tarde. Minutos después, estaba en un escritorio, con recibo en mano y mencionando los pormenores de mi queja al encargado de atención al cliente de Telmex.
— El sistema no miente, señor, y no podemos hacer nada —dijo el bien vestido empleaducho sin mirarme a los ojos—. Entonces le recomiendo que pase a pagar su recibo si no quiere meterse en un problema legal con la empresa, ¡ah!, y registre sus llamadas en un papel y sobre todo vigile muy bien a su familia…
¿Quién puede luchar contra eso en un mundo tangible?

 

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