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UN APUNTE
SOBRE LA POESIA
DE LUPITA PEREZ
Eligio Coronado
La literatura de Nuevo León sigue creciendo. La creatividad no se detiene. Algunas obras despiertan expectativas por el prestigio de sus creadores. A otras, en cambio, las acompaña el silencio y pareciera que no existen, pues sus autores carecen de las suficientes relaciones públicas.
Esta situación impide que esos autores crezcan y que opten por dedicarse a otra actividad ante la falta de difusión de su obra. Y es que no todas las vocaciones resisten dicha prueba.
Pero las obras sólo dependen de sí mismas. Tarde o temprano hay que evaluarlas una por una, soslayando todas las cuestiones extraliterarias que se dan en nuestro medio.
Lupita Pérez (regia de origen potosino) escribe desde hace mucho tiempo, pero se dio a conocer hasta que se integró al Taller Barrio Antiguo en 2002. Este laboratorio le ha ido proporcionando una disciplina y una autocrítica que han beneficiado la estructura de su obra poética.
Sus textos son ahora más precisos, elocuentes y sugestivos: “camino descalza / sobre los carbones ardientes / de la duda”. Y ya comienza a encontrar el tono apropiado para su voz y los silencios tan necesarios para descansar la respiración: “te dije adiós / con la voz quebrada / como mis alas”.
El humor y el ingenio no le son desconocidos a su pluma: “Tu enanismo / me causa / onanismo”, y a un espejo (esa metáfora casera del tiempo) le confiesa: “Tu veredicto experto / me condena / Nunca más princesa / acaso madrastra”.
La experiencia del adiós es diferente para todos, pero con Lupita Pérez nos sentimos identificados: “¿A quién le cobro / el vacío de mis ojos sin ti?”, porque siempre culpamos a alguien de la ausencia o alejamiento del ser amado (aunque no sepamos quién) y queremos que nos la pague y, por otra parte, sentimos que ninguna otra imagen volverá a llenar nuestra mirada.
También su erotismo sutil, apenas vislumbrado, acaso el que se acerca más a la forma artística, nos sorprende esporádicamente: “conservo una vida para arrepentirme / del ritual de tu cuerpo felino”.
Como se puede ver, se trata de una poesía mesurada que no deja entrever la intensidad que la sacude y que no persigue el asombro, sino la catarsis necesaria, la revaloración de lo vivido.
Lupita Pérez no es muy conocida, ha publicado poco, carece de prestigio y no posee las suficientes relaciones públicas para sobrevivir en el medio, pero su poesía está en proceso y eso es todo lo que realmente importa.
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