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CENTRO DE ESCRITORES DE NUEVO LEÓN
Lorena Sanmillán
Después de un día por demás ajetreado, detuve mi coche frente al semáforo de Sendero Norte, esperando volver pronto a casa en la Linda Vista, cuando Jorge Castillo me habló por el celular para avisarme que había obtenido la beca del Centro de Escritores. Esa fue la primera felicitación que recibí. Aunque la emoción me invadió, no le creí hasta que llegué a casa y lo vi en la pantalla de mi computadora. Ahí estaba mi nombre en la página de CONARTE. En ese momento recordé la plática con Jorge Rodríguez en la posada de los escritores, cuando lo animaba a que él metiera proyecto. ¿Y tú qué, por qué no metes algo tú? Por respuesta, le comenté al aire una idea que traía en la cabeza. Suena bien, dijo. No lo volví a tomar en serio hasta que me senté a darle forma y obtuve la beca que me permite formar parte de la 23° Generación del CENL. Ese día comenzó esta enriquecedora aventura literaria en mi vida.
Mi proyecto se llama “Relatrónica: escribir es día festivo” y consiste en un conjunto de relatos y crónicas sobre los días festivos en la ciudad y en mi ciudad interna. La narradora le cuenta lo que vive a una destinataria en particular. Una escucha comprometida con quien desea compartirse ella y su ciudad. El nombre viene de un juego de palabras que lo define y me define, porque para mí, cuando podía escribir era un día festivo, era el día que no tenía clases. En cuanto a mis compañeros: Eduardo Ramírez trabaja en la creación de tres poemarios a la sazón de recuperar apuntes en diversas etapas de su vida. Félix Treviño desarrolla una novela acerca de tres generaciones marcadas por el surrealismo de un árbol de pájaros que las persigue. Frank Blanco traduce nueve obras de Lord Dunsany a la par que elabora un ensayo sobre su dramaturgia. Ana Bárcenas está por terminar un guión que lleva como personaje principal a “El hombre Tecate”.
En la primera sesión, el coordinador Hugo Valdés llegó con libros y recomendaciones para todos. Salimos del CENL con mucha tarea y eso fue sólo el comienzo. Cuando alguien se quejó de lo mucho que había qué leer, Valdés le dijo: “Estás en el Centro de Escritores, ¿o qué pensabas?” Mis compañeros y yo hemos recibido mails de Valdés a las tres de la mañana: “Andaba por la red y vi esto que te puede servir para tu proyecto”. Las sesiones comenzaron, afectadas por la influenza. Las laptops se convirtieron en herramientas del taller literario. La mirada crítica se multiplicó por diez pupilas sobre las letras. Los cinco hemos aprendido y conocido distintas maneras de leernos y de escribir. He crecido y he madurado, sobre todo en cuanto a la tolerancia. Los ojos enfocados en algo no pueden ver todos los aspectos que los demás sí pueden observar. Se gana más escuchando que defendiéndose. Estar enamorado de nuestras propias letras no siempre permite crecer. La convicción es una cosa, la necedad otra muy distinta. Crecer duele, pero es la única valiente manera de mejorar.
Escribir, sostengo, es un acto de valentía. Leer para los demás es un acto de generosidad suprema. Cuando este leer se vuelve obligación, hay que asumirlo con placer. Ayer tuvimos nuestra sesión pública obligatoria, puesto que al ser becarios de fondos gubernamentales, tenemos el compromiso de hacer público nuestro trabajo, esto es, rendir cuentas. Como creadores y ciudadanos tenemos la obligación de la transparencia. Es un derecho y una obligación de todos nosotros como habitantes de este país. Gracias a todas las personas que han hecho posible mi beca. Fue la primera presentación en público de mi trabajo y es mi deseo que hayan constatado que su dinero ha sido bien utilizado por mí y por mis compañeros.
Muchísimas gracias a todas las personas que han colaborado conmigo, con nosotros, a lo largo de este año de trabajo. Gracias a María Belmonte, por todas las facilidades. Gracias a Katzir Meza por su apoyo. Gracias a Jesús Rodríguez, por su paciencia. Gracias a Hugo Valdés por sus consejos llenos de verdad y experiencia. Gracias a Esteban Hinojosa que cada martes nos ha comprado el pan. Gracias a mi madre y mi familia por su amor y su fe. Gracias a mis compañeros por todos los verbos conjugados. Gracias a Ana, por su amistad. Gracias a los personajes de mi barrio sin los cuales muchas de las historias no podrían haber sido escritas. Gracias por la música. Gracias a mis compañeros del Taller de Bocetos por su crítica. Gracias a mis amig@s por sus burlas y comentarios. Gracias a mi escucha comprometida por ser la inspiración.
En una de las sesiones, Hugo Valdés dijo: “Quien se inscribe al Centro de Escritores de Nuevo León, debe hacerlo porque trae un libro dentro y aquí va a sacarlo”. La frase me caló hondo, máxime que la dijo una sesión antes de que a mí me tocara exponer un trabajo que no estuvo a la altura de mis propias expectativas como persona y narradora. Gracias, Hugo, por esta frase. Gracias siempre por este acicate. Tengo un libro adentro y pronto, muy pronto, lo sacaré a la luz.
lorenasanmillan@gmail.com
http://lorenasanmillan.wordpress.com
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