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BUENOS DÍAS, MIS AMORES
J. R. M. Ávila

¡Buenos días!...
Dije buenos días...
Eso, así me gusta, que saluden con entusiasmo, como corresponde a alguien digno de esta escuela secundaria…
Mis amores, tengo dos muy buenas noticias qué darles. La primera es que me quedo en la institución. Esto para aquellos que me preguntan con mucha angustia si siempre me voy a ir. Mis amores: me quedo un año más con ustedes. ¿Y por qué? ¿Por qué creen ustedes que me quedo? ¡Porque los quiero mucho! Porque ustedes son los hijos que nunca tuve. Por eso es que les digo que ustedes son mis amores.
¿Me estás oyendo, Rigoberto? ¡Fórmate bien! ¡Toma distancia! ¡No toques a tu compañero!
Como les decía: Los quiero mucho, mis amores. Ustedes son la razón de mi…
Bueno, pero ¿no entiendes? ¿No estás oyendo que te hablo, Rigoberto?
Como les decía, porque los quiero, por eso me quedo. Alguien, de mala fe, dirá que me quedo porque no tenía el puntaje suficiente para alcanzar la inspección. Yo le digo a esa persona: Dios sabe por qué hace las cosas. Si me ha dejado aquí debe ser porque me tiene encomendada una importante misión que cumplir.
Por eso estoy contenta, mis amores. Porque su directora los quiere tanto que prefirió quedarse con ustedes que irse de inspectora. Porque, lo vuelvo a repetir, ustedes son mis hijos…
¡A ver, se ven muy chuecas esas filas! ¡Distancia, firmes, ya! ¡Que no se oiga ese golpeteo! Otra vez: ¡Distancia, firmes, ya! Así está mejor, mis amores.
La segunda noticia es todavía mejor. Ustedes conocen a la profesora Minerva, a la que cariñosamente le decimos profesora Mine. Ustedes recordarán que el año próximo pasado estuvo con nosotros, trabajando como auxiliar de tercer grado. Bueno, pues les tengo una grata sorpresa. La profesora Mine se queda con nosotros haciendo las veces de subdirectora.
¿Qué pasa? ¿Por qué ese cuchicheo? La profesora es una gran persona. ¿Me estás oyendo, Rigoberto? Deja de moverte y de hacer esos ademanes que no van de acuerdo a una persona educada.
Recuerden lo que siempre les digo. El gran principio de Confucio: No hagas a otros lo que no... ¿lo que no qué?... No se oye... Muy bien: No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti. Fíjense que hace unos días, un chiquito de primero me abordaba en el patio y me decía: Dire, ¿sabe qué?, la  frase que usted nos vive diciendo ya me la aprendí. Ayer por la tarde le iba a echar una zancadilla a mi hermano y me acordé de usted: No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti. Y me dije que eso no estaba bien y no le metí la zancadilla. ¿Cómo la ven? ¿No es digno de aplauso ese chiquitín?
Pero retomando, les decía que la nueva subdirectora de nuestra institución es la profesora Mine, para la cual pido un afectuoso aplauso. Muy bien, mis amores, así me gusta. Aplaudan con energía. Como ella se lo merece.
¿Otra vez tú, Rigoberto? ¿No sabes aplaudir? Eso que estás haciendo es una burla. Así no se aplaude. Si vas a aplaudir así, mejor ahórrate el aplauso. Ahorita que pasen todos a los salones, te espero en mi oficina, para entregarte tu papelería.
Bueno, mis amores, ya no les quito más el tiempo. Estudien con verdadero ahínco. Y no se les olvide: ¡Los quiero mucho!
Y tú, Rigoberto, no te vayas al salón, espérame en mi oficina. ¡Que tengan un buen día, mis amores!

jrmavila@yahoo.com.mx

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