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LOS CONTRATOS SE FIRMAN CON SANGRE
Gabriel Fuster

“Permítanme mostrarles cómo hacemos las extracciones”. La voz de la Doctora R. H. Positief es suave, invitando a los gestores de cartera del Banco de Sangre para caminar con ella a través del pabellón Lambda. Con desobediencia parpadeante, los corredores públicos repudian la disposición apretada de las camas, tomando turnos. Todos prosiguen en una fila por el estrecho pasillo que construye el sentido de orientación, haciendo a un lado las mangueras de catéter que cuelgan al paso, hasta que llegan al centro de la sala de observación de pacientes, donde un pequeño corazón bombea la sangre arrebatada, tan rápido que el índice no puede señalarlo. La Doctora R. H. Positief ofrece una entretenida e ininteligible lección de sangría, abriendo los brazos y girando en torno suyo para indicar la satisfacción de su artefacto.
- Como pueden ver, je, je, éste es el corazón de nuestra operación
            - ¿Cuántos donantes tiene en el ala oeste?
            - La última vez que hicimos un censo, seis meses atrás, teníamos un excedente de cuarenta mil internos. Todos muertos, todos pinchados, todos siendo drenados 24 horas al día, de primavera a invierno, sin conocer la resurrección. Curp. Curp. Curp.
            El funcionario auditor repasa con la mirada la red de arterias y venas que cubren el techo, conectándose vía parenteral al entorno hospitalario. Individualmente.
            -¿CURP? ¿No hay nombres? ¿Dónde queda el número de Seguro Social?
            -No CURP, el documento –corrige la doctora, conteniendo un espasmo de risa –Curp, curp, curp es el ruido de las sanguijuelas succionando. El crescendo sirve para indicar que todo marcha como reloj, como metrónomo. Ping, ping, ping. Cantinela del goteo continuo, igual que tortura china.
            - ¿Cuántos vampiros tiene aquí?
            - No tengo idea, muchos. Tantos como sanguijuelas, si me pregunta.
            - Entonces ¿Por qué no se entregaron por completo? ¿Por qué quisieron conservar sus rasgos humanos? ¿Busca engañar el peritaje y avalúo con sombras?
La Doctora R.H. Positief adquiere los ojos sin destino de un cadáver. Este viento provoca que el cheque se les escape de las manos, las cifras se borran alrededor de su cabeza. Molesta; el otro yo en la mujer ya hubiera jalado uno de los tubos capilares que penden y ahorcado con nudo de moño a los funcionarios, pero mejor opta por caminar. Aparentemente, era un tacto deseable a la gratificación sexual.
            - ¿Se trata de la luz? –siguió diciendo con la tristeza de un criminal arrepentido.
            - ¡No sea impertinente, Doctora! ¡Esa luz, real o imaginaria, ahorra a los acreedores el trabajo de acabar con usted!
            - Correcto, verdaderos chupasangres. Dicen que se tiene que vender el alma para aprender.
            - Lo que nos retrotrae hasta el firmante al calce de este documento…
Al escucharlo, la doctora se detuvo como si le hubieran disparado por la espalda, giró despacio la cabeza y encaró al grupo durante unos segundos. La Doctora R.H. Positief se había equivocado al creer que el papel de médico podía legitimar a un monstruo, pues incluso una bata podía destituirnos en la más flagrante de las suplantaciones.

  1. ¿Bathory? No conozco a ninguna Elizabeth Bathory, pero les aseguro que no la encontraran aquí –responde dentro de su sueño, siempre dentro de su sueño  -Yo estoy aún muy lejos de poder apreciar las bondades lenitivas del anonimato en pleno infierno.

Los consultores parten asiendo su maletín. La agenda se ha convertido en una especie de licencia para que otros busquemos liquidez en el Banco de Sangre. Se trata del tormentoso sonido que hace el postrero sorbo de la malteada a través de un popote. Curp, curp, curp.
Empero, sería inútil entrar en los detalles sobre el finiquito de las operaciones fiduciarias. Baste decir que un apetito del tamaño de todo el cuerpo se aposenta sobre el plexo solar y le hunde su pluma fuente. Antiguamente, los verdugos se ayudaban del vinagre para aumentar la hemorragia en los cortes y punciones, provocando que los heridos se desangraran hasta sumergirse en la estigia. Ping, ping, ping. Elizabeth es de las mujeres que se bañan en tina de sangre para conservarse jóvenes y con el cutis terso.
- ¡Oh, sangre! ¡Dios mío, Elizabeth! ¿Otra vez has vuelto a hacerlo? Lo vas a limpiar tú la próxima vez.
- Métete, está calientita
La doble y la gran creadora de su impostora intercambian secretos, como los tiburones profusos que olisquean la carnicería. Y quizás los reemplazos vendrán a encontrar los cuerpos de los agentes perdidos y la amortización de la hipoteca será concedida y los negocios seguirán tan prósperos como siempre y todos saldrán ganando.
Cuentas limpias porque al final de cuentas, los contratos se firman con sangre.
alacioperez765@hotmail.com

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