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ORIGEN DE LA DESGRACIA*
Sara Sefchovich**
El Presidente encabezó la celebración del aniversario de la promulgación de las Leyes de Reforma, que cumplieron siglo y medio. A ellas les debemos grandes cosas, como la existencia del Estado laico, la separación entre las creencias privadas y la vida pública, la libertad de cultos y la educación libre de iglesias y religiones. Pero también un concepto de la economía que se sustenta, como dice Arnaldo Córdova, en la necesidad de crear una amplia masa de pequeños propietarios emprendedores que permitan movilizar la riqueza y sirvan de base a la formación del mercado nacional.
Eso que plantearon los pensadores del siglo XIX lo llevaron a cabo los gobiernos de mediados del XX al impulsar y proteger a la empresa mexicana a fin de que pudiera ocupar lugares competentes en las industrias de transformación, textiles y alimentos, entre otras.
Pero eso se terminó de tajo con la entrada a la globalización en los años 80. Lo que para los tecnócratas de la época era un gran camino resultó un enorme fracaso, porque somos un país con bases económicas endebles, inexistencia de leyes, normas y regulaciones adecuadas y elevado grado de corrupción, de modo que la apertura total al comercio, servicios y movimientos de capital afectó gravemente a la pequeña y mediana industria mexicanas.
Desde entonces se deja hacer a las grandes empresas transnacionales y nacionales, al contrabando y al lavado de dinero (pues aunque estos dos últimos supuestamente se persiguen, no es cierto; tan sólo en lo que se refiere al dinero ilícito, “en 20 años no hay una sola condena contra ningún capo”), pero no se mueve un dedo para apoyar a las medianas y pequeñas industrias y comercios, dejándolos que se ahoguen, quiebren y mueran.
El INEGI acaba de hacer públicos los siguientes datos: las actividades manufactureras se clasifican en 21 subsectores, de los cuales todos se han visto afectados, pero algunos con cifras que alcanzan los dos dígitos: los que fabrican equipos de transporte, maquinaria, muebles, productos metálicos, equipos para computación, industria textil, minerales no metálicos, plástico y hule.
No sólo han despedido gente, obreros y administrativos, sino que para los que se quedaron se redujeron el número de horas de trabajo y las remuneraciones. Lo dice también el propio Banco de México, cuyas cifras de pérdidas de plazas superan a las creadas por la actual administración en los dos años anteriores, y eso que se refiere solamente al sector formal y cuantificable, que no es ni remotamente toda la verdad.
Esto no se debe solamente a la crisis, como quieren hacernos creer desde la Secretaría de Hacienda, ni se debe nada más a la dependencia hacia Estados Unidos, como afirma Scotiabank asegurando que las dificultades por las que atraviesa el sector industrial mexicano dependen de las de ese país, sino que se debe a la concepción de la economía que nos rige, que ha demostrado ser inadecuada con y sin crisis. Esto no lo dice nada más la izquierda sino que en un documento reciente lo afirma la OCDE: “El crecimiento en México en los últimos 20 años es decepcionante… el fracaso industrial demuestra que el pobre desempeño tuvo una amplia base”.
Así que la reforma liberal se festeja de manera oficial al tiempo que se entierra su principal postulado. Y ninguna nación desarrollada hace algo así. En plena crisis, una encuesta en Estados Unidos arrojó el resultado de que para sus ciudadanos su país sigue dando la mejor oportunidad para hacer negocios.
Que entre nosotros se haga todo al revés no puede sino conducir a la desgracia, porque los pequeños y medianos son la columna vertebral de una economía sana y productiva; de ellos depende para vivir la mayoría de los ciudadanos de este país, patrones y trabajadores por igual, porque dan empleo y cuando hay empleo hay consumo, pagan impuestos y cumplen con lo que exige la ley, pero también porque producen algo que es tan importante como el aire que respiramos: que exista ambiente de trabajo, movimiento, confianza, ganas de hacer proyectos, esperanza.
* El Universal, 2 de agosto de 2009
** Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mx
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