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¿HACIA EL BIPARTIDISMO?*
Francisco Valdés Ugarte**
Un PRI fortalecido, un PAN disminuido, un PRD hecho pedazos y una chiquillada sin concierto. Se impone un examen cuidadoso de la prospectiva. El PRI y el Verde han anunciado su alianza parlamentaria, con la que tendrían mayoría en la Cámara de Diputados. Pero es incierta su solidez a la hora de las profundidades legislativas de importancia: ¿apoyará el PRI la pena de muerte, principal bandera del Verde, o éste se conformará con sacar los vales?
La alianza podrá ser utilizada para obstaculizar al gobierno de Felipe Calderón en un toma y daca de cálculo de rendimientos electorales para el 2012. El PRI podría tomar ese camino que, administrado sagazmente, podría darle buenos resultados. El Partido Verde también podría aprovechar esta circunstancia para dar resultados que nunca ha podido rendir.
Del otro lado, el PAN tendrá la ingrata tarea de avanzar temas legislativos unilateralmente y de hacer un gran esfuerzo para negociar con la alianza mayoritaria algunos temas de importancia. Será en el Senado donde los panistas tendrán que buscar acuerdos para iniciar leyes en consonancia con el PRI, dado que en esa cámara cuentan con una mejor correlación y el fiel de la balanza seguirá siendo la bancada del PRD.
Pero la pregunta de fondo para el mediano y largo plazo es si la crisis del PRD y la dificultad para crecer de los pequeños darán por resultado el bipartidismo, tan ansiado por algunos, que finalmente produzca la gobernabilidad que requiere un sistema presidencial.
A reserva de completar las constancias de mayoría, el PRI tendrá 237 curules y el PAN 143; el PRD 72, el Verde 21 y los demás sumados 27.
El desahogo (o ahogo) de la agenda legislativa tendrá sin duda un impacto en las elecciones de 2012. Pero entonces la expectativa principal será si emerge un candidato creíble para sacar al país de la gravedad en que se encuentra. En un sistema presidencialista no se puede esperar que las miradas se dirijan a otra parte. En la mentalidad colectiva sigue demasiado vivo el sentimiento de que el ocupante de la silla del águila alguna vez nos salvará del naufragio.
Si, como amenazan los números, el PRD se disuelve en la chiquillada y, como evidencia la miseria política e intelectual de ese partido, no se vuelve a poner de pie para ofrecer una agenda atractiva, en el futuro cercano puede concretarse el bipartidismo que por primera vez lleve al poder a un presidente con mayoría en el Congreso. Seguramente el priísmo apuesta a ello y trabajará en consecuencia. El panismo buscará lo propio, aunque habrá que ver si puede remontar su pasmosa disminución electoral.
Empero, no debe olvidarse un factor. Si la izquierda que realmente le hace falta a México y que está en una mitad del PRD (o afuera) no ha conseguido movilizar a su partido ni enraizar en la sensibilidad masiva de sus receptores naturales, hay un López Obrador que bien podría lanzar sus redes otra vez a los millones de desempleados de la crisis, de pobres que no han sido redimidos y de votantes útiles que lo seguirán siendo.
No carece de realismo interpretar el resultado electoral como voto de castigo al PAN y exhibición del arrastre de carretero de la mayoría de los gobernadores del PRI. En tal caso, de ningún modo puede preverse asegurado el voto a favor de este partido en 2012. Bien puede darse un comportamiento del electorado como el que ya se ha observado previamente: una combinación de preferencias de fondo con cálculo estratégico de voto diferenciado en función de equilibrios que no proporciona el sistema por sí mismo.
Acaso sea demasiado optimista pensar que en el PRD no hay suicidas auténticos y que los bandos preferirán antes buscar cómo salvarse juntos que encaminarse cada uno hacia su fosa sepulcral. En estricta lógica política, si es cierto que los políticos prefieren antes que nada el disfrute del poder, pocos odios pueden ser tan grandes como para opacar tal prioridad.
Las dos bancadas mayoritarias sumarán 380 diputados. A ambas les puede convenir atizar su fortaleza antes que impulsar la de otros y, por lo tanto, el bipartidismo. Pero igual puede ocurrir una reconciliación perredista que recoloque el imán de López Obrador y lo proyecte al 2012 como contendiente de a de veras, reiterando el pluralismo y volviendo a darle un mentís al sistema presidencial como conveniencia para México.
En fin, la moneda está en el aire.
* El Universal, 2 de agosto de 2009
** Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM
ugalde@unam.mx
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