Suscribete
 
1120 9 Agosto 2012

 

In Colt We Trust
Hugo L. del Río

Monterrey.- Debemos hacer un esfuerzo muy serio por entenderles a los norteamericanos. Están en juego nuestra supervivencia como nación y nuestra dignidad como pueblo mestizo.

Empecemos por el principio: salen sobrando tanto las protestas de Felipe Calderón por frenar el contrabando de armas a México –EU es el culpable: la aduana mexicana es impoluta y no tiene por qué siquiera enterarse del paso de armamento— como los intentos de Barack Obama por ejercer, así sea de manera modesta, una suerte de supervisión sobre la venta de esos materiales.

La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) es política y económicamente muy poderosa, pero no es ella quien ha moldeado el carácter y temperamento de una gran parte del pueblo estadunidense: con leyes o sin ellas; así desaparezca la ANR, la Unión Americana seguirá siendo una nación-erizo con cañones apuntando hacia todo y hacia todos.

La violencia forma parte de la cultura de muy amplias porciones de la sociedad norteamericana.

Siempre ha sido así. Tal vez en otros países se han escuchado expresiones como “el único indio bueno es el indio muerto”, “todos los chinos y todos los mexicanos son iguales”, “todos los árabes y todos los musulmanes son terroristas”, pero no las conozco.

Inglaterra, Francia, España, Portugal fueron grandes imperios: sojuzgaron a los pueblos vencidos y los convencieron de que eran etnias inferiores, pero hasta donde tengo memoria nunca se plantearon el exterminio absoluto de la gente dominada.

Tampoco son las guerras las que han convertido a millones y millones de norteamericanos en asesinos en potencia: los europeos –sobre todo los rusos y los alemanes— y los asiáticos sufrieron más que los boys and girls en servicio bajo la bandera de las barras y las estrellas, para no recordar que la Unión Americana no sufrió en su territorio los estragos y la devastación de las dos grandes guerras.

Ni de ninguna otra, salvo la de Secesión, de 1861 a 1865.

No estoy generalizando, desde luego; acabo de rendir homenaje a Gore Vidal y a Marylin Monroe. Y salió por ahí una nota según la cual más de la mitad de los norteamericanos favorecen la restricción en venta y portación de esos ingenios letales.

Qué bueno: pero la población supera los 300 millones y la historia nos impone la obligación de tener presente que el balazo o el linchamiento son la solución inmediata, justa y hasta cristiana para enormes legiones de ciudadanos de la nación vecina.

Ellos comprarán armas (y nos las venderán, faltaba más), y las usarán si el vecino no es anglosajón típico o ladra el perro o el niño rompe una ventana.

Agreguemos a esta cultura tipo Tercio de África –viva la muerte, gritaban los legionarios españoles— las presiones de una sociedad altamente competitiva, recelosa, tecnificada para eliminar el esfuerzo humano, individualista, racista y admiradora del macho brutal que todo lo soluciona con el revólver, el fusil de asalto o el lanzamisiles, que de todo venden al mayoreo y menudo en el más insignificante de los supermercados.

El norteamericano le tiene terror al fracaso. Ser un loser, un perdedor, es lo peor que le puede pasar.

Y si pierde el empleo o reprueba en la escuela, puede salir a la calle con la nueve mm. o el M-16.

Las palabras de uno de los superivientes de la matanza en el cine de Colorado son para grabar el letras de bronce:

“Esto pasó porque el gobierno nos pone trabas para andar armados. Si uno de los asistentes hubiera portado la pistola o el fusil, habría abatido al muchacho y no hubiera habido tantos muertos”.

Estos son por lo menos algunos millones de nuestros vecinos y socios. Tratemos de entenderlos para poder supervivir.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 


15diario.com