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1130 23 Agosto 2012

 

EN LAS NUBES
La burra no era arisca
Carlos Ravelo Galindo

Ciudad de México.- No cabe duda que los sueños son eternos. Eternos porque no dejan de serlo nunca.

Escuchamos, con el entusiasmo de quienes ganaron la presidencia, anunciar a voz en cuello los preparativos en ambas cámaras para darle al pueblo con nuevas leyes, dicen, lo que necesita, lo que requiere, lo que desea, amen de la paz, la tranquilidad y por supuesto la comida a precios razonables, como hace muchos pero muchos años, no la conoce.

Más que sueños, diríamos  utopía, como cada seis años sucede. Nos hacen creer a los causantes cautivos, los que pagamos contribuciones para que vivan bien los del  gobierno, que van a mejorar nuestra forma de vida. Mientras la credibilidad, en duda, pudiera llegar, el ciudadano se entera cómo el presidente electo ya recibió muchos millones de pesos para el cambio. Lo que también reciben los diputados y senadores para iniciar su levantamiento del dedo índice a partir del primero de septiembre, en que asumen las curules y los escaños. No se diga de los partidos políticos, los siete que hay a la fecha, a los  que se les informó de la  asignación económica anual para que sigan en la lid. En la oposición, en la componenda o en la “guerra” fratricida, a la que ya nos acostumbraron.  

Además de los ofrecimientos, como cada seis años se pronuncian con fervor y sin rubor, la gente común y corriente se entera de nombres que dentro de seis años cambiaran sus humildes vestimentas, por los mejores ternos al disfrutar de las prebendas oficiales y de las secretarías a disposición del nuevo gobierno. El antecedente inmediato es obvio: la nueva  hornada de millonarios del dividido grupo blanco azul. Como han salido también, al final de cada seis años los priistas, los perredistas, los verdes, los panalistas, los  petista y otros dos. Siempre es lo mismo. Ofrecimientos que se cumplieron, como se ha visto, fue en beneficio propio, no del pueblo. Por eso es que seguimos en sueños. La burra no era arisca. Pero nos encanta seguir en la noria, a la vuelta y vuelta.

Ojalá alguien hubiera recibido, como los trescientos mil panistas de la nómina oficial, que ya se van, una centésima parte de lo que se ofreció  en el régimen perdedor. En cambio miles han pasado de pobres a miserable y de miserable a muertos de hambre, como vive el casi cincuenta por ciento de los 120 millones de mexicanos. Otro cuarenta por ciento ve los ofrecimientos sólo como presagios o como nubes de agua, que pasan pero no descargan. El resto, ricos o menos ricos, ahí la lleva.

Así transcurren los días, uno tras otro, desde que el general Lázaro Cárdenas del Río lo entregó la Silla Presidencial al último militar, Manuel Avila Camacho, y éste al primer civil, Miguel Alemán Valdez, que consolidó el ofrecimiento y la dádiva generosa para poder ejercer el poder y dejar un antecedente que pervive con la leyenda de que “mano generosa, mano poderosa”.

Hemos visto suceder sexenios y sexenios de tricolores o azules sin que se escatimen las promesas incumplidas. Ofrecerlas como rama de olivo en una mano y como Bruto, un puñal en la otra. Se desgañiten como siempre en ofrendar lo que seguramente no van a cumplir.

carlosravelogalindo@yahoo.com.mx

 

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