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1166 12 Octubre 2012

 

Diputado naranjero
Miguel Treviño Rábago

Reynosa.- La sesión solemne del Congreso del Estado de Tamaulipas da inicio. Es la primera de la Quincuagésima Primera Legislatura.

Hay 13 diputados del PRI; por primera vez en la historia llegan 4 diputados del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) -entre los cuales soy uno de ellos- y un diputado más del también desaparecido Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Esa Legislatura estaría en funciones de 1981 a 1983, la primera mitad del gobierno del doctor Emilio Martínez Manautou, electo ( y designado) por el presidente José López Portillo.

Se abre la sesión y todos atentos, observamos y escuchamos el orden del día, previamente instruídos acerca del "ritual" legislativo que debía observarse. La sesión transcurre "novedosa" para todos, pues nadie tiene experiencia legislativa. En poco tiempo tendríamos oportunidad de hacer y deshacer la paz y el orden, pues nunca había existido representación opositora que le pusiera sabor a las discuciones. Los priístas se servían con la cuchara grande y los pocos reporteros que asistían a las sesiones, se dormían en las butacas del Congreso, ubicado en la segunda planta del Palacio de Gobierno en Ciudad Victoria, pues no existía entonces el Palacio Legislativo.

Agotados los puntos más importantes, se abrió el consabido "para Asuntos Generales". Rápida y sorpresivamente el diputado representante del sindicato petrolero (recordemos que en el PRI se reparten las diputaciones por sectores) levantó la mano pidiendo la palabra. El diputado presidente se la concede y expresa palabras más, palabras menos: "yo quisiera saber, o que alguien me explicara, por qué las naranjas de Veracruz están grandotas y ombligonas, sabrosas y jugosas y las naranjas que se dan aquí en Tamaulipas, están chiquitas y desabridas. ¿No podríamos hacer algo al respecto nosotros como diputados?"

El silencio se hizo total y pesado. Todos los diputados nos quedamos viendo unos a otros y los pocos asistentes y reporteros se quedaron viendo a la tribuna, donde el diputado que presidía los trabajos se ponía pálido y luego pasaba por todos los colores que tiene el arco iris y algunos más. No era vergüenza la que sentían, era pena por lo que acaba de preguntar su compañero del PRI. Los de la oposición reprimimos la carcajada y el diputado preguntón se hundió en la silla al percatarse que el tamaño y jugo de las naranjas no es materia de discución en una sesión de Congreso del Estado. A partir de ese día los reporteros lo bautizaron como el "diputado naranjero".

Ya instalada la misma Legislatura, el doctor Emilio Martínez Manautou asumió la gubernatura con desgano. Siendo secretario de Gobernación en el mandato de Gustavo Díaz Ordaz, había intentado convertirse en candidato a la presidencia de la república, postulado por el PRI. El famoso "dedazo" no lo favoreció y apuntó para la oficina de Gobernación, donde despachaba el sigiloso y maquivélico Luis Echeverría Alvarez, quien "lo mandó de vacaciones al extranjero" todo su sexenio.

López Portillo rescata al doctor, lo nombra secretario de Salubridad y allí le renacen las esperanzas de llegar a "la grande". No fue así. Portillo habla con él y le pide que acepte la gubernatura de Tamaulipas. Martínez se resiste, pero alguien le aconseja que las sugerencias del presidente son órdenes y que más le vale aceptar. Elecciones de por medio, el doctor se convierte en gobernador de Tamaulipas para el sexenio 1981-1986. Se le ve frustrado, molesto, triste. Hay quienes afirman que se entrega a las bebidas con singular alegría (como usted ya sabe quién lo ha hecho en este sexenio) y todo el gobierno gira en torno a una mujer bella e inteligente de nombre Lourdes Argüelles, quien se desempeñaba como secretaria particular y de la cual nunca hemos vuelto a saber nada.

Terminada ceremonia de toma de protesta del nuevo gobernador, una comisión de diputados es nombrada para acompañar al doctor Martínez Manautou a su nuevo despacho en el Palacio de Gobierno. Se nombran priístas, dos parmistas -uno de ellos era su servidor- y el diputado del "peseté". Ya en grupo, al subir por el elevador privado, Martínez Manauotu expresa que viene a servir a Tamaulipas, su estado, a invitación de su amigo el presidente López Portillo y que pues hará su mejor esfuerzo como gobernador. Súbitamente, un diputado del PRI que luego llegaría a ser alcalde, le dice en voz alta: "¡Qué bueno, señor, nos da gusto que usted venga a gobernarnos para gloria de Tamaulipas!" Y poco faltó para que le besara la mano y de paso le boleara los zapatos. Su desmedida lambisconería fue recompensada con una alcaldía con la que se hizo multimillonario.

Hasta 1980, el congreso de Tamaulipas sólo había contado con un diputado de oposición del Partido Popular Socialista (PPS), llamado El "Pich" San Pedro, de Tampico, quien derrotó varias veces al PRI en ese puerto, por su gran popularidad. En 1981 la "ola verde" del PARM creció de una manera impresionante en Tamaulipas, como consecuencia del mal gobierno de Enrique Cárdenas González, que había reprimido con saña a los parmistas de todo el estado.

Sintiéndose apoyado por su amigo Echeverría, lanzaba embestidas políticas y amenazas a diestra y siniestra y algunas terminaron cumpliéndose. Sólo que al llegar López Portillo, el gobernador se desinfló. Varias alcaldías muy importantes cayeron en manos del PARM que encabezaba Carlos Enrique Cantú Rosas (q.e.p.d) y por primera vez en la historia, nos correspondieron 4 diputaciones locales a los parmistas, mismas que se asignaron a Homero Ochoa Gutiérrez, José de la Paz Bermúdez, Fernando Paulín Torres y una más para el que esto escribe. Por el PST se convirtió en diputado también el excelente amigo y compañero Juventino López Ruiz.

La sala del Congreso cobró vida. Poco a poco empezó a llenarse con gente de diferentes partes del estado, que iban a expresar sus quejas y denuncias. Los periodistas con libreta o grabadora seguían los debates así fueran horas en las que nos enfrascábamos los parmistas contra los priístas, que ya no estaban solos para hacer y deshacer. Al final terminaban aplastándonos por el número, mas no por los argumentos. Había debates que terminaban en escándalos y los periódicos de Ciudad Victoria y la radio daban cuenta de los furiosos alegatos. Representábamos una verdadera oposición al PRI, para cuyos diputados éramos un verdadero dolor de cabeza, por no decir que un cadillo entre los glúteos.

Cierto día, la sesión -como muchas otras- se tornó turbulenta. Los dimes y diretes iban y venían y nosotros los opositores con menos años y más energía que muchos de los diputados priístas, incendiábamos el Congreso con nuestros discursos siempre en favor del pueblo y denunciando todos los trastupijes que nos eran comunicados por la misma ciudadanía. El caso es que el más joven diputado del PRI, que no llegaba a treinta años y que hoy se dedica a contar chistes, dar conferencias y vender libros, se entusiasmó tanto que "se emboletó" con nuestra posición de opositores. Se subió a la tribuna y entusiasmado por su misma juventud y vitalidad se manifestó a nuestro favor. En ese momento el presidente del Congreso dictó un receso y convocó a todos los diputados del PRI a la oficina de la presidencia, incluyendo al novel diputado tricolor.

Encerrados a piedra y lodo, los diputados del PRI, cuyas edades oscilaban entre los 45 y 65 años de edad, le dieron la "paliza" de su vida al joven diputado que luego llegaría a ser alcalde de Ciudad Victoria. Le preguntaron en qué bando militaba, le reclamaron su "apoyo a la oposición", le recordaron "la línea" que venía del despacho del gobernador, le restregaron la disciplina partidista, le sacudieron las neuronas -luego sabríamos- casi le dieron hasta unas nalgadas por agarrar tanto vuelo "con los parmistas" alborotadores y perturbadores "de la paz social". Santo remedio. Cuando se reinicó la sesión, el diputado más joven de la Quincugésima Primera Legislatura era otro. Con la cabeza gacha, sólo se limitó a levantar la mano el resto de la sesión para propinarnos otra derrota más en el ámbito legislativo.

Sin embargo, allí no terminó la historia: sigilosamente, el humillado diputado, más tarde y a escondidas, nos dijo: "Ustedes tienen la razón, pero no puedo votar de ustedes porque hay línea de allá arriba" y señalaba al siguiente piso donde despachaba ya el nuevo gobernador Martínez Manautou. Su "disciplina" al estilo del PRI de antes y de hoy, le reportó muy buenos dividendos políticos y económicos.

Estas son tres pequeña anécdotas de decenas que tengo recopiladas de mi paso como diputado local por el Congreso de Tamaulipas de 1981 a 1983. Hay muchas más acerca de mis experiencias dentro del Partido Auténtico de la Revolución Méxica (PARM), despojado de su registro por Carlos Salinas de Gortari, por haber apoyado la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Ha sido mi intención agrupar las más interesantes en un pequeño libro que no he podido concretar por falta de tiempo y de recursos. Pero ante el cúmulo de nota roja de esta semana, opté hoy por compartir tres "perlas" de mi época como parmista. Hay mucho material, como el diputado suicida, el diputado que nos dejó sin carritos volkswagen, el diputado zar de las estéticas, la fiesta después de la muerte de un diputado, el gobernador humillado por López Portillo a bordo del autobús presidencial, etcétera. Ya veremos cómo organizamos todas esas "vivencias".

trabago49@hotmail.com             http://mx.groups.yahoo.com/group/elobservadorpolitico/

 

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