Google Buscador
  portada 53
     

chava

A la carta

Daniel Salazar

Expediente Pemex

Alfonso Teja

Hiram Berrones

Tomás Corona

La Rosa Blanca

Niño Fidencio:

de Roma a Espinazo .


HEMEROTECAS

llamado

llamado


llamado

.

 

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

¿Maestro respetable?
Hiram Berrones

  • La relación con el alumno es más importante que el cúmulo de datos
  • El respeto no se gana con la intimidación
  • Las mejores herramientas: la palabra, el pensamiento, la información

Así como mis padres jamás me impusieron sus ideas y creencias; así como mis padres me dieron total libertad para explorar el mundo y la vida sin temor a lo que pudiera descubrir; así como ellos, que hicieron lo posible por acercarme a aquello que despertara mi inteligencia; así como ellos, que me enseñaron a dar sin recibir y a tomar en cuenta a los demás; y así como ellos, que jamás me amenazaron ni me golpearon; ahora, siendo ya un adulto y habiendo aprendido algo más sobre la vida por mi cuenta, me propongo enseñarles todo esto a mis niños. Pero no a mis hijos, pues no tengo ninguno, sino a mis queridos alumnos, quienes se ganan mi cariño en unos cuantos meses de convivencia con ellos.

Tengo la gran suerte de no tener hijos en casa. Si los tuviera, probablemente, ya que puedo estar equivocado, no conseguiría mantener ese entusiasmo que se renueva cada vez que estoy frente a mis grupos. Esa energía transformada en pasión por enseñar y aprender de ellos al mismo tiempo. Esa energía desperdiciada por muchos en actividades tan vanas como dejar de dormir por asistir a una reunión (borrachera) de hipócritas dispuestos a adular al poderoso para obtener algo de él o para escapar de su miserable vida cotidiana.

Se necesita mucha energía para entregar los huesos frente al grupo. Mucha más de la que se requiere para mantener petrificados de terror a los pobres alumnos. Mucha más de la necesaria para simplemente mantener ocupados a los muchachos. Lo cual es cómodo y a veces necesario. Para nada me considero un gran profesor, a veces las cosas no salen bien y me equivoco. En esos momentos el desaliento se apodera de mí. Pero hay que seguir insistiendo.

Mi gran amigo y maestro me dijo un día: “Intente percepción unitaria y no sea un maestro respetable”. Es decir, no te conviertas en un tipo arrogante que atemoriza a sus alumnos y confunde ese miedo asesino del diálogo con respeto. Complementó diciendo: “Tampoco busque los aplausos y no tema pasar desapercibido”.

Es muy fácil intimidar al alumno y vanagloriarnos creyendo que nos respetan. Recuerdo mi arribo a la preparatoria. Allí me topé con maestros cuyas explicaciones e información proporcionada por ellos me parecía muy interesante. Satisfacía mi hambre de conocimientos. Trataban los mismos temas que en algún momento mis profesores de secundaria habían explicado, pero con la gran diferencia de que éstos no iban más allá del, muchas veces, aburrido libro de texto de la SEP.

Tomaré como ejemplo al causante de despertar mi interés por la biología. Este señor, cuyo nombre no recuerdo, tenía cincuenta años, era sonriente, amable y siempre dispuesto al diálogo sobre cualquier tema. Se podía hablar de cualquier cosa con él. Sus clases estaban salpicadas de diversas disciplinas: matemáticas, inglés, química, historia y por supuesto, su especialidad, la biología.

De él aprendí que es necesaria la lectura constante para mantener en buen estado las herramientas de trabajo: las palabras, el pensamiento y la información útiles para desempeñar esta labor pero que no son lo más importante. Entonces me preguntaba: ¿por qué mis profes de la secundaria no me dijeron esto antes?; ¿por qué no me hablaron de ello?; ¿sería porque tenían miedo hablar con total libertad?; ¿sería por considerarnos estúpidos para entender?; ¿sería porque no leían? Estaba decepcionado de mis profesores.

Tiempo después, mientras me preparaba para ser profesor, decidí no privar a mis alumnos de la totalidad del conocimiento humano. Así entonces, son varios los culpables de lo bueno que pudiera tener como profesor. Son los culpables de los comentarios de algunos de mis alumnos como: “Usted es bien chido profe”. Pero aunque se siente bien escuchar esto de sus voces, no olvido mis errores, equivocaciones y algunas malas decisiones de mi parte.

Dice un proverbio del Buda: “El tonto que sabe que es tonto no tiene mucho de tonto, pero el tonto que se cree un sabio está perdido”. Los errores son más importantes que los aciertos pues podemos aprender de ellos. Y la relación con el alumno es más importante que el cúmulo de datos que les podamos inocular.

¿Desea opinar sobre este texto?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.